Ayer, miembros de la Guardia Nacional Bolivariana —lamentablemente represiva en 2014 y 2017— tomó la unidad especial de seguridad en Cotiza (Caracas), secuestró armamento de guerra —hubo también en otras ciudades—, lanzó llamamientos a la población a desconocer a la dictadura (que provocó rápidas movilizaciones de vecinos fuertemente reprimidas) y unidades militares los capturaron luego de enfrentamientos. ¿Hecho aislado o, por el contrario, muestra de la descomposición de la cadena de mando militar y el descontento social de la tropa, como defiende el presidente de la transición Juan Guaidó? A los sucesos de 2017 con el alzamiento de sectores policiales (dirigido por Óscar Pérez, victimado al año siguiente) y de militares (toma del fuerte Paramacay), se une éste de la GNB que validaría los persistentes rumores de centenares de militares —desde oficiales de diverso rango a soldados y guardias— aprehendidos y muchos torturados por oponerse al régimen.Tres elementos con sintomáticos de este suceso: El primero que, a diferencia de los anteriores, fue antecedido por diversas declaraciones públicas de grupos de militares; el segundo, que la población vecina salió masivamente a apoyarlos y fueron duramente reprimidos. El tercero, que la legitimidad del gobierno cada vez se desvanece más en la medida que se refuerza en la Asamblea Nacional donde Juan Gauidó aumenta su propia legitimidad —dentro y fuera del país— como verdadero factor de transición, uniendo a la oposición fragmentada y la población decepcionada de esa oposición en los últimos tiempos¿Cuánto más aguantará la dictadura? Su principal sostén interno —la fuerza militar— parece que implosiona y con ello arrastrará al régimen. Refugiada en Miraflores y en sus engendros —el TSJ y la CNE desacreditados y una Constituyente ilegítima— cada vez tiene menos opciones de encontrar una salida y salvarse de lo que, en los hechos, es su autofagia.
Revista Opinión
Ayer, miembros de la Guardia Nacional Bolivariana —lamentablemente represiva en 2014 y 2017— tomó la unidad especial de seguridad en Cotiza (Caracas), secuestró armamento de guerra —hubo también en otras ciudades—, lanzó llamamientos a la población a desconocer a la dictadura (que provocó rápidas movilizaciones de vecinos fuertemente reprimidas) y unidades militares los capturaron luego de enfrentamientos. ¿Hecho aislado o, por el contrario, muestra de la descomposición de la cadena de mando militar y el descontento social de la tropa, como defiende el presidente de la transición Juan Guaidó? A los sucesos de 2017 con el alzamiento de sectores policiales (dirigido por Óscar Pérez, victimado al año siguiente) y de militares (toma del fuerte Paramacay), se une éste de la GNB que validaría los persistentes rumores de centenares de militares —desde oficiales de diverso rango a soldados y guardias— aprehendidos y muchos torturados por oponerse al régimen.Tres elementos con sintomáticos de este suceso: El primero que, a diferencia de los anteriores, fue antecedido por diversas declaraciones públicas de grupos de militares; el segundo, que la población vecina salió masivamente a apoyarlos y fueron duramente reprimidos. El tercero, que la legitimidad del gobierno cada vez se desvanece más en la medida que se refuerza en la Asamblea Nacional donde Juan Gauidó aumenta su propia legitimidad —dentro y fuera del país— como verdadero factor de transición, uniendo a la oposición fragmentada y la población decepcionada de esa oposición en los últimos tiempos¿Cuánto más aguantará la dictadura? Su principal sostén interno —la fuerza militar— parece que implosiona y con ello arrastrará al régimen. Refugiada en Miraflores y en sus engendros —el TSJ y la CNE desacreditados y una Constituyente ilegítima— cada vez tiene menos opciones de encontrar una salida y salvarse de lo que, en los hechos, es su autofagia.