Leí atentamente la última entrega de Muñoz Molina... Como la sombra que se va...a lo largo del (escueto) puente de diciembre... y, de entre los varios mimbres que hilvanan esa novela (digámosle relato: porque en última instancia no importa la procedencia de los materiales que conforman un libro, ni si es o no una novela (algo supuestamente/enterameete inventado, lo que nuca fue tal, aunque no se cuestionase), debate inscrito mayormente en el ámbito mercantil, que no en lo que atañe a los mecanismos de la escritura, la narración) me llamó la atención de cómo (quizá sin premeditación), emergía la figura o el dibujo (muy escurridizo) de Ray, el asesino de Marthin Luther King... que acabaría siendo un impostor...a juzgar por las distintas identidades que se sucedían en la fuga-persecución. Aún no pretendiéndolo. Porque no llegó a esa mascarada final sólo por la necesidda de huir y escapar al cerco persecutorio
Es chocante la (re)escritura de su vida, una vez convocado a... hablar, contar
Sucede que casi de inmediato nos arrolla la entrega de Javier Cercas sobre Enrique Marco, "El Impostor", en mayúsculas e incuestionable. Y asentimos.
Recuerdo vagamente al personaje real, que se prodigaba en variados ámbitos de la Barcelona de los últimos años setenta del pasado siglo, en los claroscuros libertarios. Pero no quiero mezclar realidad y ficción.
Y sin embargo, ante el asedio, recuerdo.Y voy desgranando personajes de la narrativa de finales de los setenta, que resultaría prolijo enumerar aquí, si bien recuerdo un título inolvidable, que figurará entre mis referencias.
Era una novela de 1984 (¡vaya! No había caído en la cuenta) , de cuando Enrique Vila-Matas no gozaba de la actual veneración o fervor, pero que a mí me resultó fascinante (quizás porque había seguido las pistas de un autor que había empezado publicando en los cuadernos ínfimos de Tusquets, serie plateada). Está ambientada en la Barcelona de los años 50, y en ella se narra la historia de un vagabundo/mendigo al que sorprenden robando vasos funerarios y que, tras ser detenido, declara no saber quién es, desconocer su identidad. Un personaje que vive en una especie de no-tiempo, de no-ser, entre desconocidos y desmemoriados y locos como Jeremías –gran amante del espionaje- o seres como Barnaola, que descubren que la mentira puede convertirse en una gran pasión.
Al reabrir el tomito y ver mis marginalia... compruebo las múltiples direcciones de las notas y marcas y subrayados (en un libro que releí y que sin duda habré ensuciado después, más tarde, con el tiempo, dado que cuando era joven e indocumentada... apenas osaba mancillar EL TEXTO) que remiten a lo que llegaría a ser muestra o anticipación de una muy singular manera de entender la novela o incluso la literatura.
Dejo por testimonio este párrafo que narra el momento en que el personaje se aficionó a la lectura:
Allí, entre sillas cojas, cocinas de carbón y colchones olvidados empezó a vivir esa vida ficticia que tienen los seres literarios y que,muchas veces, sobrepasa en energía la vida que anima a las personas que nso rodean. Allí, entre escobas sin paja y maceteros rotos, creyó descubrir, un día, que los escritores inician sus novelas con el único y exclusivo propósito de fundar, en un secreto fragmento de la obra, un reino para su personaje más desvalido.Y también creyó descubrir que en todas las novelas el narrador siempre es un impostor, un indeseable que se hace pasar por el autor y que sólo es desenmascarado por los lectores más perspicaces, que suelen ser tambiénnn los más amargados".(Anagrama, 1984, pág, 99).
Hay más. Es cuestión de descubrirlo y averiguarlo! Y prometo volver con los personajes de Eduardo Mendoza, toda una premonición.