El Rajastán, creo que ha sido una gran introducción a este periplo por India. Porque en este lugar se han mantenido las costumbres intactas, podría decirse, según me cuenta la gente, que se ve la India de hace siglos, siempre y cuando se eviten los núcleos turísticos que aun así, mantienen un encanto inexplicable gracias a sus majestuosos castillos y palacios de Marahas.
La gente es simpática, pero como ellos mismos dicen, nunca te puedes fiar de un indio, y así es. Suena duro y políticamente incorrecto, pero es así. No te puedes fiar de ninguno. Muchas veces crees que has entablado un cierto grado de amistad o compañerismo y en el último segundo te la clavan. Ya sea haciéndose las víctimas o incluso llegando a pedir algo descaradamente.
Mientras me he mantenido alejado de las grandes ciudades este sentimiento ha disminuido enormemente.
En los pueblos hay pobreza, no miseria. Pero hay más sonrisas y gente feliz que en la mayoría de sitios en los que he estado.
Lo que más me ha gustado:
- La tranquilidad y naturalidad de Bundi
- Integrarme en pueblos del desierto y ser uno más al jugar con ellos a sus deportes
- Tardar 4 horas en hacer recorridos de 20 minutos charlando con la gente de Jaisalmer.
- Los saris de las mujeres
- aprovecharme de timadores y pagarles con su misma medicina
- Conocer a gente maravillosa, y sincera (aunque hayan sido pocos)
- Volver al desierto (nunca decepciona)
- Recorrer el campo indio en moto,
- Asistir a una boda en el desierto y ser el invitado de honor
- Holi y el cariño que se respira en la fiesta
Lo que menos me ha gustado:
- La hipocresía de la sociedad
- El machismo anclado en el pasado
- Las caras de pena estudiadas para el turista
- Las peleas con timadores, nunca es agradable.
Pues aquí se cierra etapa Rajastán. Ahora hacia el norte, a los estados de Punjab, Hymachal Pradesh, Uttaranchal. Una India distinta, donde cambio el desierto por montañas, y la arena por bosques, los camellos por yaks.
Como dicen aquí “Alvida na ka he na, fer melenge” No digas adiós, di hasta pronto.