Impresiones y sentimientos de un papá durante el embarazo y parto
por Valentina CastilloImpresiones y sentimientos de un papá durante:
El embarazo:
Curiosidad: como proveedor del espermatozoide que terminó por unirse al óvulo de mi pareja para dar inicio al único proceso que considero verdadera y exclusivamente milagroso, la gestación de una nueva vida, siempre sentí la más auténtica curiosidad ante los cambios que en lo sucesivo ella comenzaría a experimentar. Quería saber qué vendría el día, la semana, el mes siguiente. Quería saber qué sentiría ella dentro de la normal evolución de nuestro embarazo.
Envidia (ojo, de la sana): este punto está íntimamente ligado al anterior. ¿Cómo es posible que tenga que esperarme cuarenta semanas para poder sentir a mi bebé? ¿Por qué ella tiene el inmenso placer de poder llevarlo dentro todo este tiempo y de comenzar a tejer el más hermoso lazo afectivo que el ser humano puede experimentar? Aunque reconozco plenamente que mi envidia es totalmente sana, también reconozco el por qué de las cosas. Esta clara preferencia que la naturaleza ha tenido con la mujer viene a sopesar o premiar otras cosas que para muchos hombres serían impensables e inaguantables. ¿Quién se imagina a un hombre cargando con esa barriga de embarazo encima de su clásica “tripa”? ¿Quién cree que un hombre pudiera sobrellevar las contracciones y dolores del parto con la naturalidad y fortaleza de la mayoría de las mujeres? ¿Quién puede visualizar a un hombre dándole pecho al recién llegado en cortos intervalos durante todo el día y toda la noche? Por estas razones y muchas otras que no mencionaré, las mujeres, se han ganado justamente el derecho de ser madres. Nosotros, como padres, tendremos que conformarnos con tocar sus barrigas tratando de alcanzar al bebé, ver sus movimientos a través de la piel de su madre o en ecografías y esperar a que nazca para poder establecer contacto con ella o él.
Admiración y respeto: pues sí! Después de haber vivido dos embarazos al lado de mi mujer, no tengo como expresar la admiración y respeto que tales experiencias despertaron en mí. Su fortaleza, dedicación y sensibilidad brotaron con el primer embarazo y maduraron con el segundo. La transformación que vive la mujer que se convierte en madre es, sencillamente, increíble.
El parto:
Confusión: esa mañana del 5 de diciembre de 1998, cuando comencé a ver la expresión de dolor en la cara de mi mujer con cada contracción, me sentí confundido y desorientado. ¿No se suponía que esto iba a ser hermosísimo? ¿Por qué tiene mi mujer que pasar por estos dolores que evidentemente la están incomodando tanto? ¿Estará bien el bebé? ¿Todo está normal? Nunca pude haber estado más confundido y perdido. Todo lo que había aprendido en los cursos preparación al parto se me había olvidado de repente. Sin embargo, ella supo tomar las riendas y nunca perdió la compostura. Fue así como entendí que todo estaba bien, que las cosas se encaminaban hacia un final feliz y que ahora, más que nunca, tenía que estar a su lado brindándole mi mejor apoyo y compañía.
Miedo: es inevitable. Aquel hombre que se atreva a decir que nunca sintió miedo durante el parto de su mujer, está mintiendo. Hay demasiadas incógnitas flotando alrededor de este mágico momento y nuestra imaginación se encarga de complicarnos las cosas con cada pensamiento pesimista, con cada presentimiento sin fundamentos y con cada alteración en la percepción de los hechos que giran en torno a esta experiencia. Sin embargo, con un profundo respiro se logra reencontrar la confianza y la fortaleza necesaria para recordar que somos su principal apoyo.
Impotencia: recuerdo haber experimentado un profundo sentimiento de impotencia al ver que la situación que se me presentaba estaba completamente fuera de mi control. No tenía en mis manos los medios para determinar o pronosticar un éxito seguro. No obstante, dentro de mi necesidad de sentirme parte de todo y de sentir que la estaba ayudando, entendí que el tomarla de la mano, darle agua, pasarle hielos por los labios, secar su sudor, etc., eran funciones dignas del mejor acompañante que ella pudiera haber tenido a su lado. Fue así como la impotencia terminó por convertirse en importancia. El parto, al igual que el embarazo, es para vivirlo entre ambos. Es importante que al lado de cada madre, esté el padre. Al menos, así me lo hizo sentir mi mujer.
El nacimiento:
Tranquilidad: verlo nacer en perfecto estado de salud, sin ningún tipo de complicaciones y tan lleno de vida, produjo en mi la mayor sensación de tranquilidad que he experimentado en mi vida. No puedo ocultar que viví momentos de tensión mientras esperaba su nacimiento, pero ya todo había quedado atrás. Por fin lo tenía entre mis brazos. No puedo dejar de recordar que me faltaban sentidos para poder monitorear en todo momento lo que pasaba a mi alrededor porque mi tranquilidad dependía del bienestar y perfecto estado de salud de las dos personas (en ese entonces, ahora son tres con la llegada de mi hija Victoria) que más quería en el mundo, mi esposa y mi hijo. Traté, dentro de lo posible, de trasmitirle a mi hijo la misma tranquilidad y paz que produjo su tan esperada llegada, mientras él enfrentaba una de las transiciones más traumáticas de nuestras vidas.
Paternidad: la llegada de mi hijo representó la entrada en vigencia de mi paternidad. En otras palabras, tal acto significó mi graduación como padre. Hasta ese momento, parecía que mi mujer había comenzado a ejercer su rol de madre desde hacía mucho tiempo y yo me sentía al margen de muchas cosas. Necesitaba sentirme padre y el nacimiento de mi hijo abrió las puertas a ese inmenso placer. Había llegado el momento de hacerle sentir a mi hijo que no solo contaba con su madre sino que también tenía un padre incondicional. Espero que mi hijo haya sentido mi presencia y protección desde ese primer momento y juro poner todo mi esfuerzo para que no deje de sentirlo nunca. Considero que no existe mejor momento para dejarle saber al recién nacido que su padre está allí para quedarse con él por siempre.
Asombro: el milagro de la vida nos seguirá asombrando por siempre. Observar el nacimiento de un ser humano, comenzar a detallar todas sus características y hasta fantasear buscando similitudes con sus familiares y con uno mismo, es algo que quisiera hacer todos los días de mi vida. En mis brazos sostenía a la más perfecta combinación producto del amor entre dos seres humano. El asombro que produce ver nacer a un hijo es, verdaderamente, indescriptible. Hay que vivir el momento para poder entender su magia y esencia.
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