Tal día como hoy se cumplen cincuenta años de la muerte del escritor japonés Junichiro Tanizaki, acaecida el 30 de julio de 1965. Tanizaki está considerado uno de los principales exponentes de la literatura japonesa del siglo XX. Para conmemorar la efeméride se han organizado multitud de homenajes, desde la reedición en España de «El elogio en la sombra», su obra más famosa, hasta la reconstrucción de su casa en Japón. En España, gran parte de su obra está siendo publicada desde 2008 por la editorial Siruela.
Junichiro Tanizaki nació en 1886 en la recién estrenada capital Tokio, en el seno de una familia de comerciantes. En 1908 se inscribió en el departamento de literatura de la universidad de Tokio. Publicó artículos desde 1910, pues quiso ser periodista, pero predominó su pasión por la literatura. Empezó con relatos cortos, piezas teatrales, poesía, pequeños ensayos.
En los inicios de su carrera literaria acusó influencias de Oscar Wilde y de Edgar Allan Poe, presentes en la obra con la que se dio a conocer, «El tatuaje» (1910), y con la que inicia un período creativo adscrito al esteticismo y al amoralismo que culmina con «Naomi» ( o El amor de un idiota) (1924), ambienta en su vivienda de Aridagawa y considerada la versión japonesa de la «Lolita» de Nabokov.
Después vendrían relatos como «Hay quien prefiere las ortigas» (1928-1929), cuyo estilo se acerca más al realismo, mientras que en «Relato de un ciego» (1931), se inclina más por la tradición estética de su cultura natal. Una de sus obras más conocidas es el ensayo «El elogio de la sombra» (1933), en el que el escritor desarrolla una idea clave del pensamiento oriental, que es que en la estética tradicional japonesa lo esencial es captar el enigma de la sombra.
Sobre esa misma línea escribió la novela «Las hermanas Makioka» (1943-1948), que trata sobre la invasión de la vida moderna en los valores tradicionales, mientras que su obra posterior a la Segunda Guerra Mundial, «La nieve tenue» (1947), su polémica obra «La llave» (1956) o «Diario de un loco» (1961), es una vuelta al erotismo de sus comienzos. En 1949 fue galardonado con el Premio Imperial de Literatura por su obra «La madre del capitán Shigemoto».
Su trabajo fue inquietante y convincente, escrito con brillantez, mostrando el oficio como narrador que lo convirtió en un autor querido, incluso si sus libros a menudo declaraban verdades difíciles y críticas de la cultura en que fueron escritos, dejando como legado, un análisis intrépido de los rápidos cambios que Japón sufrió en el siglo XX.
«Uno es capaz de llorar a cántaros hasta en una miserable obra de teatro. Las lágrimas no prueban de ninguna manera la honestidad o el afecto».
«Creo que el odio, al igual que el amor, brota de una fuente mucho más profunda que el interés práctico o la conciencia moral. Yo no sabía odiar de verdad hasta que descubrí el instinto sexual».
«Los únicos que conocen la verdadera soledad son los criminales. Su soledad es una lúgubre tiniebla, toda oscura, sin ningún toque de luz ni rastro de iluminación, en la cual la moral y la religión están vedadas desde el comienzo».
«Algunos dirán que la falaz belleza creada por la penumbra no es la belleza auténtica. No obstante, como decía anteriormente, nosotros los orientales creamos belleza haciendo nacer sombras en lugares que en sí mismos son insignificantes».
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