Revista Insólito

In Memoriam

Publicado el 20 diciembre 2023 por Monpalentina @FFroi
In Memoriam

Su espacio vital se concentró en tres vértices definitorios: La poesía, el magisterio y Carmen. No sé si ese es el orden correcto, ya que es imposible separarlos y tampoco importa. Como maestro ejercerá en varios pueblos de nuestra provincia hasta que en 1964 obtiene plaza en la capital. Para entonces ya se había forjado su vocación poética, pues había publicado su primer libro en 1961, titulado Tristeza, amor acaso... A ese título le seguirán nada menos que otros catorce y cinco más en prosa. Es bien conocida su activa participación en la creación del movimiento Rocamador integrado por jóvenes poetas que iniciaban su andadura en el difícil territorio de la creación lírica en Palencia durante la posguerra. En el estudio que de esta época hace Víctor García de la Concha, los poetas que se dan a conocer en aquellos difíciles años, tenían como referentes a los escritores del 98 en su vertiente regeneracionista y, más tarde, fueron guías en el paso a la poesía social. Por otra parte, tampoco hay ruptura con la generación del 27, a la que consideran modélica en el proceso de rehumanización de la poesía pura de los años veinte.

De 1947 a 1952 los poetas españoles evolucionan hacia un existencialismo social que propone la superación de una problemática histórica, tendencia que culmina hacia 1955 en la llamada poesía social. Estos poetas plantean una visión realista de una sociedad abocada a la destrucción. Esa tendencia social va evolucionando hacia una interiorización subjetiva que los va alejando del prosaísmo de la poesía social y del realismo crítico hacia la que es conocida como "poesía de la experiencia". Dentro de esta tendencia, Marcelino enlaza con la llamada "poesía ruralista" que cuenta con nombres tan destacados como su admirado Claudio Rodríguez, Eladio Cabañero, Jesús Hilario Tundidor o Juan José Cuadros.

En su primer libro "Tristeza, amor acaso..." ya aparecen los temas que van a predominar en toda su obra posterior: el paisaje castellano al que humaniza y con el que se identifica. El poeta traslada su tristeza al paisaje en una naturaleza áspera y poco amable. Otro de los elementos del libro es el descubrimiento del amor. Eterno tema de la poesía en cuyo tratamiento el poeta se aleja premeditadamente del tono dulzón falsamente romántico en el que no consigue alejar su tristeza. El tono es grave, quizá demasiado grave en un joven que está empezando a descubrir la vida y que asume su tristeza sin resignación ni amargura. A este primer libro le seguirán otros títulos, como "Ebriedad de tristeza", de 1961, "La jornada", de 1968, con el que se inicia la abundante lista de premios al recibir el accésit premio Vizcaya del Ateneo de Bilbao. El libro está dedicado "a Carmina, compañera". Este libro bien planteado, introduce temas como la soledad, la nostalgia o la infancia concebida como el paraíso perdido. El libro se estructura en forma de un viaje vital que le permite presentar una galería de tipos con los que nos cruzamos en la vida que el poeta utiliza para ahondar en temas de corte social como la pobreza y la soledad que evoca el sobrio paisaje castellano.

En 1969 publica "Tiempo atesorado". La estructura del libro viene marcada por las tres partes en que lo divide coincidentes con tres ejes temáticos: la infancia, la juventud y el paisaje. El libro se convierte en el testimonio de un tiempo vivido en un paisaje muy concreto. Todo lo demás se subordina a esto. Será el libro "Memoria de un tiempo más o menos temporal", que obtendrá el premio "Bahía", en Algeciras, en 1975 con el que se inicia un importante giro en el lenguaje poético. Aparece también el tema de la muerte asociado a la infancia junto con los elementos paisajísticos "el río, los árboles, los trigales, el adobe o la piedra" llenos de la tristeza del ambiente en que transcurrió su infancia y que ya no abandonará en el resto de su obra, que tendrá como característica principal el personalísimo tono de tristeza de su poesía.

La colección ROCAMADOR publicará, en 1979, uno de sus libros fundamentales, Alada cuna de la libertad, también dedicado a Carmen. Es un libro en el que paisaje y gentes que lo pueblan están perfectamente hermanados. Pobres gentes humildes del campo de los que se siente parte. El hombre esencial es el auténtico protagonista directo rodeado de una Castilla abierta, pobre, pero rica de pueblo y anhelante de libertad, que ya estaba presente en sus anteriores libros, aunque en ellos el sentimiento de dolor y tristeza impregnaba su visión castellana. El título lo dice todo. Uno de los rasgos característicos de la poesía de Marcelino es su riqueza y originalidad léxica tan exacta para expresar el mundo poético, personalísimo de su autor.

Las dos últimas décadas del siglo XX verán la plenitud poética de nuestro poeta. Superados el compromiso y la preocupación social tan en boga en las décadas anteriores, su poesía adquiere un tono de intimismo y una mayor densidad intelectual. También su técnica ha alcanzado una mayor calidad expresiva y mayor depuración estilística. Sus versos adquieren una calidad musical más expresiva. El poeta logra una unión consustancial entre contenido y ritmo poético que manifiesta la plenitud alcanzada por un poeta importante. En esta etapa de su poesía se observa ya una tendencia clara hacia la abstracción. Ya no son tan frecuentes las alusiones al paisaje castellano, son raras las descripciones paisajísticas así como las alusiones a la naturaleza. Aquí el mensaje participa más de preocupaciones existenciales. Toda su obra poética representa las tendencias de la poesía española de su tiempo, es decir, la segunda mitad del siglo XX. Como poeta llegó a publicar quince títulos. Menos conocida es su obra en prosa, a pesar de su importancia, especialmente para los palentinos, ya que es Palencia el centro de la misma. Su libro Palencia, ayer obtuvo el premio Miguel Delibes. Es una obra amplia que recoge la historia y tradiciones palentinas. La culminación de estos estudios se condensa en Calle Mayor, su último libro. Su lectura nos invita a recorrer nuestra calle principal a través de los recuerdos del poeta. Paseamos bajo los soportales recordando lo que famosos escritores dejaron dicho de ella en sus obras en la segunda mitad del siglo XX, el tiempo vital de Marcelino, que es quien nos conduce, con sus amigos siempre presentes, a través de su juventud y madurez. En los XIX capítulos en que se estructura el libro de amable lectura, que recoge recuerdos vitales, literarios y sentimentales acumulados en la Calle Mayor y vividos por tantos personajes que se pasean por las páginas del libro con la calle como eje narrativo en torno al que gira la biografía sentimental del poeta como una especie de memorialismo. La elección de un espacio público como escenario de su recorrido vital y sentimental tiene como resultado la fusión de la calle Mayor con sus ciudadanos que la transitan. De ese modo, Marcelino se presenta como el testigo y el cronista de ambos. Deambulan poetas, pintores, profesores, periodistas y, sobre todo, amigos. El libro se inicia con la peña Nubis en el desaparecido bar La Reja, que fue su sede. Continua con Rocamador, en la rebotica de Fernández Nieto y concluye con las jornadas poéticas de la Fundación Díaz Caneja que Marcelino dirigió con tanto éxito y entusiasmo durante tantos años. En el libro asistimos con Marcelino a los desfiles procesionales, a funerales multitudinarios, como el de Victorio Macho, descritos con la vigorosa mirada del poeta. Nos divertimos con las jugosas anécdotas que recrea, como la del frustrado encuentro entre Picasso y Marcos de Celis, o las del pintor Cesteros y su afición al Clarete de Cigales. La de Bardem y la película que nunca se rodó en nuestra Calle Mayor y otras tantas que nos hacen presente el pasado, no tan lejano, de nuestra querida ciudad. El libro está escrito en un estilo directo, muy vivo, tanto que es como charlar con Marcelino. Recoge nuestra habla palentina que hace que nos reconozcamos en giros y términos que nos son propios, lo que hace muy agradable su lectura.

Marcelino García Velasco, maestro, escritor y promotor cultural de Palencia. Amigo inolvidable a quien los palentinos no debemos olvidar. El mejor modo de recordarlo siempre será leer sus libros que nos lo hacen siempre presente.

Carmen Casado Linarejos, palentina y alumna del instituto "Jorge Manrique", se licenció en Filología Inglesa en la Universidad de Salamanca y obtuvo el grado de Doctor en la Complutense, de Madrid.
Regresó a Palencia para desempeñar la Cátedra de Lengua y Literatura Españolas en el Instituto "Jorge Manrique", hasta la jubilación. Entre sus publicaciones: La sociedad peruana en las novelas de Ciro Alegría. Tesis doctoral publicada por el servicio de publicaciones de la Universidad Complutense de Madrid; Antología comentada del relato hispanoamericano, publicado por Ámbito en Valladolid; La poesía de Marcelino García Velasco, Diputación de Palencia; La poesía de José María Fernández Nieto, Diputación de Palencia; La poesía de Miguel de Santiago Rodríguez, Diputación de Palencia.
Carmen es autora de prólogos a poemarios de distintos autores y es colaboradora de "El Norte de Castilla" y "Diario Palentino".


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