Ha muerto Rodolfo Fogwill. Con él las letras argentinas pierden una de sus voces más singulares, vitriólicas y controvertidas. Provocador, ácido, mordaz, contradictorio y divertido hasta la desmesura, Fogwill firmó más de una veintena de títulos en los que retrata su tiempo, dando prueba de su peculiar manera de entender la vida y la literatura. Lejos del Borges que los ninguneó, de los Bioy Casares, Cortázar y demás forjadores del boom, excelso cuentista, fue una especie de látigo de la sociedad argentina, capaz de colocar a sus compatriotas ante el espejo de unos defectos y excesos que él encarnó como nadie y que le granjearon más enemigos que amigos. En su última columna, publicada el 13 de agosto, prometía “chismes e infidencias” del mundillo editorial que nunca llegaremos a conocer por su boca.
Fumador empedernido, Fogwill jamás renunció al tabaco que le causó el enfisema pulmonar que le ha costado la vida. Setenta intensos años que se consumieron en la madrugada del pasado domingo 21 de Agosto en la unidad de cuidados intensivo de un hospital bonarense. Sus restos mortales fueron, con todo, velados en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.
Rodolfo Enrique Fogwill había nació en Quilmes, cerca de Buenos Aires el 15 de julio de 1941. Tras abandonar los estudios de medicina y filosofía, se licenció en sociología en la Universidad de Buenos Aires, de la que sería profesor titular, para ejercer luego la docencia de la Facultad Libre de Rosario. Desarrolló una brillante carrera como publicista y responsable de marketing de un buen puñado de empresas antes de alternar esta labor profesional con la literatura. Poeta, ensayista y narrador, escribió versos, cuentos y novelas sobre la comunicación, literatura y política.
Poeta desde siempre, se estrenó y consagró en la narración con sus cuentos. Su carrera literaria se impulsó en 1980 gracias al relato “Muchacha punk” que le proporcionó un notable premio patrocinado por Coca-Cola. Autor de cuentos magistrales como “Help” o “Los pasajeros el tren de la noche”, derivó luego hacia la novela con títulos como “La experiencia sensible”, “La buena nueva”, “Una pálida historia de amor”, “Vivir fuera” – premio nacional- o “Los pichiciegos”, narración breve que se juzga como imprescindible y sin duda alguna su obra más reconocida. Publicada en 1983, es una sátira en la que anticipa la derrota argentina e la absurda guerra de Las Malvinas contra los británicos y que escribió en seis días y cargado de doce gramos de cocaína.
In Memoriam.