La película comienza por un inquietante prólogo. Un grupo de adolescentes juegan en el campo una tarde de verano. Risas y bromas entre jóvenes, casi adultos. Una mágica complicidad entre todos, incluido uno de ellos que sufre un problema de discapacidad mental. Pesa a las diferencias los juegos continúan, y la diversión y armonía parece asegurada por un buen momento.Sin embargo, un comentario mal comprendido o expresado, un gesto indiferente o, quizás, una mirada torcida crean un malestar entre el grupo que se transforma en una décima de segundo, como si de una chispa en un polvorín se tratase, en una escena de brutal agresividad. Han dejado de ser amigos y en esos momentos se detestan. El paso del amor al odio entre adolescentes es tan rápido como inexplicable.Una escena inicial que prometía un tema y que, en realidad, se limitaba a mostrar una de las características de los protagonistas. La verdadera historia es la complicada aceptación de la castidad, por parte de un cura, en un pequeño pueblo polaco. Materia bien valiente, sobre todo, en un país exportador de Papas y de una gran tradición católica.La reacción en su país no se hizo esperar. Enorme polémica en el estreno, acompañada de una exitosa recaudación (unas 200.000 entradas en un mes con unos 38 millones de habitantes) que ya quisieran muchos filmes destinados al gran público. Sobre todo, si además la película acaba consiguiendo el Teddy Award de la Berlinale 2013 (no estaría mal recordar que el primer premio Teddy, hace ya más de 25 años, se lo llevó La ley del deseo de Almodóvar en 1987).Creo que el hecho de que sea Malgorzata Szumowska, una brillante cineasta, alejada del militantismo o activismo LGBT, autora de la recién estrenada, Ellas, ha ayudado a que este tema tan delicado, como el que se aborda En el nombre de… (o Ama y haz lo que quieras, título francés, derivado de una cita de San Agustín que abre la película) sea tratado con la adecuada distancia para contar esta historia.Adam, cura implicado con la sociedad de su tiempo, dirige un hogar de adolescentes con problemas de integración, en un pueblecito que tiene como alternativas de ocio dos grandes atracciones: un río y un bar. El excelente Andrzej Chyra (conocido por sus interpretaciones en Land of Oblivion o All that I love) encarna a la perfección las tensiones que padece este homosexual, entre las obligaciones de su “contrato” y la “llamada de la naturaleza” que, por si fuera poco, viene intensamente alimentada por uno de los jóvenes de la parroquia. Lo carnal-terrenal y lo espiritual-celestial se enfrentarán en una ardua lucha.Fotografía elaborada (responsable del genio Michal Englert, también autor de The Congress), una sutil dirección de escena y una pareja de actores con una química espectacular (el joven Mateusz Kosciukiewicz, que ya nos encantó en All that i love) hacen de la película un intenso y muy interesante momento de suspense emocional, tensión sexual y reflexión sobre un tema cadente.Si la directora Malgorzata Szumowska comineza su película con un curioso prólogo, no duda en cerrar con un inquietante y polémico epílogo. ¿Buscada provocación o simple constatación? Habrá que verla para poder opinar…