Revista Educación

Inacción

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Inacción

Una vez, siendo niño, me invitaron a dos fiestas de cumpleaños el mismo día. He dicho bien: una vez. No era el tipo más popular del colegio. Quizá por lo excepcional de la situación (bueno, por eso y porque no era más que un crío) me bloqueé. ¿Qué hacer? ¿A qué cumpleaños ir? ¿A quién rechazar? Las invitaciones se me hicieron bola y decidí tirar por la calle de en medio e inventar una excusa para no asistir a ninguno de los dos eventos. Antes muerto que quedar mal con alguien. El lunes siguiente pregunté y sí, todos en clase habían decidido ir a la fiesta del que tenía piscina en casa. Y alguien había pasado su cumpleaños prácticamente solo.

Obviamente no es la decisión más inteligente y meditada que he tomado en mi vida. Pero estos días me ha dado por pensar que no es tampoco, ni mucho menos, una de las peores. Y con solo once años. Se valora poco la inacción, la capacidad de dar un paso a un lado, hacia un rincón en sombra, y dejar que la vida pase. Se idealizan, sin embargo, las voluntades fuertes, los corazones intrépidos, las mentes independientes. Nos gustan, excesivamente, en mi opinión, los que cogen el toro por los cuernos y no permiten que la realidad les estropee los planes. Que digo yo que eso estará bien para un rato, para un fin de semana al mes, a lo sumo, para un par de ocasiones en la vida. La norma no debería ser tirar para adelante contra todo y contra todos, imponer la voluntad, hacer lo que uno quiere digan lo que digan los demás.

Lo pienso, aunque no termino de verlo claro. Pero es que este último mes entro en Twitter o enciendo la tele y me da la sensación de que no estaría mal si unos cuantas personas (por qué no unos miles de millones) más en el mundo hubieran sido aquel Carlos de once años que prefirió pasar la tarde del sábado leyendo un libro para evitar malos rollos. Sí, aquel niño se perdió una piscina. Y qué.

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