Chloé prepara su viaje diario entre dos mundos, tan próximos físicamente como alejados en la realidad. Trabaja como enfermera con las embarazadas de un centro de refugiados palestinos. Cada día es el mismo calvario para pasar los controles desde Israel, donde vive habitualmente, hasta su centro de trabajo. Como extranjera tiene la posibilidad de tener amigas de los dos lados de la frontera pero, a fuerza de atravesarla, sus viajes acabarán también por cambiarla a ella para siempre.Anaïs Barbeau-Lavalette, la directora de este segundo largometraje, es una exploradora a la antigua usanza. Una de las pocas personas que pueden permitirse el lujo de ser consideradas como verdaderas viajeras, en lugar de turistas accidentales. Le encanta descubrir civilizaciones alejadas de su país de origen, culturas diferentes a las conocidas, lugares insospechados hasta entonces o ritos desconocidos. A través de sus documentales ha ido recorriendo el mundo y cuando descubrió la Palestina se quedó prendada del lugar y de su población.Galardonada con dos premios de la sección Panorama de la Berlinale 2013, FIPRESCI y Jurado Ecuménico, entre una multitud de nominaciones y otros galardones a través de los festivales de medio mundo, Inch’Allah comienza como un intenso retrato de mujeres que intentan construir en medio de la destrucción y, poco a poco, sutilmente, se adentra en el terreno del cine político, comprometido y necesario.El recorrido humano de la protagonista es tan desgarrador como las elecciones que se imponen en las tragedias griegas: temer que elegir entre un campo y otro, abandonar a unos por defender a otros, siendo ambos amigos y someterse a la continua, persistente e insoportable obligación de tener que posicionarse en una situación de conflicto sin fin. La protagonista observa mientras asimila lo que ocurre delante de sus ojos pero llega un instante, un preciso segundo, en que de la difícil neutralidad basculará hacia un posicionamiento, con lo que ello implica.Con una historia imponente y dos actrices en estado de gracia, la protagonista, Evelyne Brochu, y sobre todo, Sabrina Ouazani en el papel de refugiada palestina en estado de buena esperanza (como me gusta esta actriz), la directora Anaïs Barbeau-Lavalette consigue emocionarnos, intrigarnos e, incluso, dividir la opiniones a la salida del cine con un tema que, al final, se podría resumir en una sola frase: ¿hasta dónde puede llegar nuestro compromiso?