Revista África

Incidentes en Bangui

Por En Clave De África

(JCR)
Mientras escribo estas líneas, en Bangui se vive una calma tensa después de los enfrentamientos que ayer (5 de diciembre) se cobraron al menos 140 muertos y cientos de heridos. Durante la noche ha llovido fuerte y también por la mañana. Desde mi balcón veo a algunas personas que circulan a pie –entre ellas algunas mujeres que empujan un ataúd en una IMG_1230carretilla- y de vez en cuando algún vehículo militar que pasa rápido. Me conmueve la señora que también hoy ha puesto su sartén en el fuego en la esquina de enfrente para freír los buñuelos. Como todas las mañanas, le he comprado unos pocos y la he saludado. “Con inseguridad o sin ella, tengo que ganar el pan para mis hijos”, me ha dicho. Pienso en muchas personas conocidas que desde ayer se han encerrado en sus casas y que no tienen alimentos ni agua. Otros se han refugiado en el aeropuerto y en parroquias, donde gozan de la protección de los militares franceses.

Llevábamos varios días esperando con esperanza el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU para autorizar la intervención francesa de 1.200 soldados con un mandato de restaurar el orden en Centroáfrica y proteger a los civiles, que estaba previsto para el jueves día 5. Durante el martes y el miércoles estuve en el barrio de Boy Rabe, uno de los más conflictivos, junto con el equipo de la ONG en la que trabajo para formar a comités de paz y cohesión social. Los participantes, cristianos y musulmanes, mostraron un enorme interés por trabajar juntos por la reconciliación. Nada hacía presagiar el ataque que ocurrió durante las primeras horas del jueves: grupos de milicias “anti-Balaka”, que han surgido durante los últimos meses para luchar contra los exrebeldes de la Seleka que tomaron el poder en el país el pasado 24 de marzo, atacaron por sorpresa tres barrios periféricos de Bangui. A ellos se unieron militares del antiguo régimen de François Bozizé, con armamento más moderno. Hasta la fecha los ataques de los anti-Balaka se habían limitado a localidades alejadas de la capital, como Bossangoa y Bouca, aunque el lunes pasado (2 de diciembre) surgió la inquietud cuando llegaron noticias de una masacre perpetrada por ellos contra un campamento de nómadas Mbororo a unos 50 kilómetros de Bangui.

Los tiros y detonaciones comenzaron hacia las 5 de la mañana y a eso de las 8,30 disminuyeron de intensidad hasta llegar a desaparecer a media mañana. Durante las horas que siguieron fueron llegando detalles trágicos: se habla de unos 140 muertos y cientos de heridos. Médicos Sin Fronteras, como ocurre en este tipo de situaciones, está desplegando un enorme valor para atender en los hospitales de Bangui, que están desbordados, a las víctimas de este ataque. En el barrio de mayoría musulmana conocido como el “Kilómetre 5” se recogieron al menos 50 cadáveres en una mezquita, y parece que en el barrio de Ouango hubo incidentes de venganzas llevadas a cabo por musulmanes y milicianos de la Seleka contra viviendas de cristianos, también con varios muertos y heridos.

Durante la mañana se desplegaron por la capital unos 250 soldados franceses en vehículos blindados. Fue pocas horas antes de que el Consejo de Seguridad autorizara a Francia a intervenir en apoyo de la fuerza de paz de la Unión Africana. Apenas dos horas después, el presidente Hollande se presentó a la salida de una reunión de urgencia de su gabinete de seguridad para decir que los militares franceses “actuarán en Centroáfrica desde esta misma noche, y su número se doblará en pocos días, incluso horas”. Este anuncio alivió bastante a la población, que se preparaban para pasar una noche de intranquilidad temiendo lo peor. Es significativo que Francia haya decidido intervenir inmediatamente sin esperar a terminar la cumbre Franco-Africana de seguridad, que se tendrá en París hoy y mañana (viernes 6 y sábado 7), como estaba previsto inicialmente. Consuela pensar que en las altas esferas de la comunidad internacional los responsables empiezan a aprender que los retrasos, incluso de unas pocas horas, pueden pagarse con miles de muertos.

Hasta el domingo pasado había en Bangui 450 soldados franceses que se ocupaban de la protección del aeropuerto. El domingo llegaron 200 más, entre ellos ingenieros que están arreglando la pista de aterrizaje y poniendo en marcha la logística de la operación, que se denominará “Sangaris” (el nombre de una mariposa roja muy común en Centroáfrica). Ayer por la tarde otros 400 efectivos, en blindados, habían cruzado la frontera desde Camerún y se espera que lleguen a Bangui en pocas horas, así como otros efectivos que vendrían en avión desde Gabón y Camerún. También se espera la llegada de 800 soldados burundeses de la fuerza de la Unión Africana durante el fin de semana. Todos esperamos que estabilizar la seguridad en la capital no lleve mucho tiempo y que después las operaciones de protección de civiles y desarme de milicias se extiendan por otros lugares del país. Por su parte, los líderes religiosos tanto cristianos como musulmanes siguen haciendo llamamientos a la calma para evitar las venganzas en los barrios.

Los anti-Balaka, con sus posibles aliados partidarios del antiguo presidente Bozizé, probablemente no están muy bien organizados y no tienen líderes fuertes, aunque se rumorea que el actual jefe del Estado Mayor, el general Jean Pierre Delawaye, podría haberse pasado del lado de los nuevos insurgentes. Bozizé fue un presidente sátrapa que se aprovechó de los recursos del país durante diez años (y que ahora le permiten vivir muy bien desde su exilio dorado en Kenia) y que no cuenta con personas que anhelan su regreso. La Seleka, por su parte, siempre ha sido un grupo muy disgregado y más de la mitad de sus combatientes son mercenarios o bandidos de Chad y Sudán, los cuales no tendrán más remedio que volverse a sus países de origen. El actual presidente de la transición, Michel Djotidia, que ayer anunció un toque de queda de 6 de la tarde a 6 de la mañana, es un oportunista que se dejó aupar al poder por una milicia a la que nunca ha conseguido controlar. La situación en el país es patética: 450.000 desplazados, 70.000 personas que han huido del país y la mitad de sus 4,6 millones de habitantes que necesitan ayudad humanitaria urgente. Ojalá que la prometida intervención francesa consiga levantar a un país que durante décadas ha estado olvidado en la agenda internacional y que no merece hundirse más en un abismo de muerte.


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