Revista Cultura y Ocio

Incipit tolerantia

Por Daniel Vicente Carrillo


Incipit tolerantia

FEDERICO: Si a los ediles sagrados de los romanos se les dio el encargo de que no se admitiese religión extranjera en la ciudad, ni que los dioses fuesen venerados sino al modo patrio, ¿con cuánta mayor diligencia conviene que tengan esto en cuenta los príncipes cristianos?
SENAMO: Y ni siquiera los romanos pudieron mantener sus propios edictos, cuando recibían en la urbe el culto de Isis, Osiris, Annubis, Apis, Esculapio, Cibeles, la madre de los dioses. Por último, M. Agripa llamó panteón al templo que construyó, porque lo había consagrado a las divinidades de todos los dioses. Vemos que es el único de todos los templos de los antiguos que quedó en Roma, consagrado por Bonifacio III, pontífice, a todos los dioses. Así también los atenienses tuvieron frecuentes aras de los dioses desconocidos, como pudo comprobar Pausanias en los Attica y Pablo mismo en su discurso al pueblo ateniense, para que de cualquier modo dieran culto al verdadero Dios que desconocían. Aquellos antiguos afirmaban que este mundo estaba totalmente abarrotado de dioses, pues en todo lugar observaban númenes admirables de la divinidad, hasta el punto de que no dudaban en exclamar: ¡Todo está lleno de Júpiter! En efecto, están llenos los cielos, llena está la tierra de la majestad de la gloria divina. Al preguntársele a Séneca qué es Dios: "Todo lo que ves -dice- y lo que no ves". Y Plinio llama al mismo mundo universo numen eterno. Por eso creo que aquellos antiguos hombres cuando dedicaban templos a las virtudes, por ejemplo, a la Justicia, a la Fortaleza, a la Paz, a la Esperanza, a la Fe, al Pudor, a la Concordia, a la Salud, a la Piedad, al Honor, a la Verdad, a la Providencia, a la Mente, a la Clemencia, a la Misericordia, a la Felicidad, a la Liberalidad, a la Fama, a la Eternidad, habían propuesto las virtudes del Dios inmortal a todos los mortales para verlas e imitarlas por doquier y para que se apartaran de los vicios.
CURCIO: Agudo es, Senamo. Pero ¿por qué tuvieron los vicios superiores por dioses? ¿Por qué el templo del Dinero, de la Edusa, de la Alimento (Edulia), de la Bebida (Potana), del Placer, del Libertinaje, de Venus, de Priapo, sino para abusar de francachelas, bebida, placer, estupros, licenciosidad, como si los dioses se lo concedieran? Omito la Fiebre, la Furia, la Laverna, la Risa, la Lujuria, el Impudor y la diosa Menfis de Hedor horripilante. Paso por alto los dioses establecidos en las partes y lugares de todos los edificios. Paso por alto también los trescientos Júpiter que obtenían por suerte sus nombres a voluntad de cualquiera y pueblos de innumerables dioses hasta de serpientes. Todos ellos, dioses y diosas, M. Agripa los encerró en un único y mismo edificio.
SALOMON: Hubiera sido más provechoso apartar totalmente al Dios eterno de aquella compañía de dioses inútiles que unirlo a aquéllos. Pues ¿qué es sino enlodar lo más sagrado con lo más profano? Por eso al pueblo de Dios enviado a la posesión de los bienes según las divinas tablas, se le mandó arrasar templos, estatuas, altares, bosques sagrados de dioses manes y ficticios. Y Dios ni siquiera toleró que el arca de la alianza se contaminara con el contagio de la estatua de Dagón; los sacerdotes de Palestina tras colocar el arca cerca, vieron la estatua partida en dos.
CURCIO: Ciertamente, tanto éstos como Agripa violaban los derechos sagrados, pues no era lícito consagrar un mismo templo a dos dioses. Una vez que M. Marcelo había consagrado el templo al Honor y a la Virtud al mismo tiempo, los pontífices de los romanos intercedieron para que no se confundiese el culto de ambos dioses. Por ello, mandaron dividir por medio aquel templo, pero de suerte que no se abriese la puerta al Honor antes de que se abriese la de la Virtud. ¡Cuánto menos hay que tolerar esto en el culto del Dios eterno!
OCTAVIO: Debemos aborrecer la confusión de lo sagrado. Pero los reyes de los turcos y de los persas y también del Asia Superior y de África fueron educados por Homar II, legado de Homar I, pontífice supremo entre los ismaelitas, y por Heltero, teólogo muy notable; educados para que todos los hombres pensaran que serían gratos al Dios inmortal, si cada uno veneraba a su divinidad con mente pura, aunque ignorasen absolutamente qué tipo de Dios conviene tener. Porque cree que conviene poner en el impulso de la voluntad y en la mente misma la fuente de todo lo que hay que hacer, cuya integridad y pureza Dios siempre la mira muy benévolo. De tal parecer veo que fueron los teólogos de los ismaelitas y también los de los cristianos. Así escribe Tomás de Aquino: "Cuando la razón -dice- aun errando establece algo como precepto de Dios, despreciar el dictamen de la razón es como despreciar los mandatos de Dios". Esto lo había afirmado anteriormente San Agustín.

Juan Bodino

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