Revista Opinión
Aquellos miércoles de japo. Con Mi Coronel, Aquellas tertulias. Aquellas confesiones, ahora explicadas por Eagleman en su magnífico Incógnito (páginas 177 y 178 de la edición de Anagrama). El atractivo de contarle una confidencia a un desconocido. El atractivo de aquellas religiones que dan a Dios un nombre familiar..."La principal razón para no revelar un secreto es la versión a las consecuencias a largo plazo. Un amigo podría pensar mal de ti, podrías perjudicar a un amante, o la comunidad podría hacerte el vacío. Esta preocupación por las consecuencias queda demostrada por el hecho de que es más probable que cualquiera le cuente sus secretos a un completo desconocido; con alguien que no conoces, el conflicto nervioso puede disiparse sin ningún coste. Por eso los desconocidos son tan francos en los aviones, donde cuentan todos los detalles de sus problemas conyugales, y por eso los confesionarios han seguido siendo un elemento básico en una de las religiones más extendidas del mundo. De manera parecida, eso podría explicar el atractivo de la oración, sobre todo en esa sreligiones que tienen dioses muy personales, deidades que te escuchan con total atención infinito amor".