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Incongruencias políticamente correctas

Publicado el 10 agosto 2010 por Kotinussa

Incongruencias políticamente correctasHace ya algún tiempo que los fabricantes de lectores de libros electrónicos tenían un campo muy interesante en los libros de texto. Para ello, era necesario desarrollar un modelo más adaptado a este uso, con una pantalla algo más grande. En 2009 Amazon sacó un nuevo modelo de Kindle, el DX, con una pantalla de 9’7 pulgadas y una resolución de 1200 × 824 píxeles. Este modelo se adaptaba con mucha más facilidad a documentos presentados usualmente en A4, lo más normal del soporte pdf. Al mismo tiempo, Amazon integraría en su catálogo un 60% de los libros de texto utilizados en las universidades norteamericanas (por entonces; ahora el porcentaje debe haber aumentado). Tras esto, suscribió un programa piloto con varias universidades para probar la posibilidad de ir sustituyendo los libros de texto en papel por los libros electrónicos. Aunque el precio del modelo era elevado, debido sobre todo al tamaño de su pantalla, siempre sería mucho más barato que comprar una gran cantidad de libros de texto, y además se podría poner en marcha un sistema de préstamo a los estudiantes, tal como se hace ahora mismo con ordenadores portátiles, por ejemplo. Varias universidades hicieron la prueba, en principio con algunas asignaturas y grupos de alumnos. Parecía ecológico, económico y ventajoso para todos.

Pero el Kindle DX tenía un pequeño fallo: aunque puede leer en voz alta los textos, no era posible con el menú. Rápidamente la Federación Nacional de Ciegos denunció ante el Departamento de Justicia a la Universidad del Estado de Arizona por violar la ley que protege a las personas con alguna discapacidad física. La División de Derechos Civiles atendió la demanda y conminó a las universidades a abandonar el proyecto enviándoles cartas en las que se dice literalmente que ninguna universidad puede incorporar ninguna nueva tecnología que no pueda ser utilizada por TODOS los estudiantes. Yo, en su lugar, hubiera utilizado las leyes para pedir que a los alumnos ciegos (poquísimos en comparación con el total, supongo) se les facilitase otro dispositivo que pudiera ser utilizado por ellos. Hubiera sido para los alumnos ciegos un gran avance con respecto a tener que utilizar libros en braille, que ocupan y pesan al menos el equivalente a diez veces el mismo libro impreso en tinta. Pero no, en plan talibán, razonaron que era mucho mejor que NINGÚN alumno utilizara un lector de libros electrónicos auspiciado por la universidad. Sigamos cargando a los alumnos ciegos con los mamotretos en braille y que los demás alumnos sigan utilizando el papel.

Afortunadamente, un proyecto de estas características no ha quedado detenido por el fanatismo de un puñado de personas. Amazon ha sacado otro Kindle DX en el que también el menú se puede oir, y ya no existe esa traba.

Supongo que ahora la Federación Nacional de Ciegos podrá justificarse exigiendo que, puesto que existen alumnos de universidad ciegos, en las clases no puedan utilizarse presentaciones, proyecciones de diapositivas, documentales o cualquier otro recurso educativo que utilice el sentido de la vista. Y que en los libros de texto se eliminen las ilustraciones, los dibujos y los esquemas. ¿No lo ha hecho? Pues parece una incongruencia ¿no?

De la misma forma, la Federación correspondiente debería exigir que, puesto que habrá universitarios sordos, en las clases deben quedar excluídas las audiciones musicales, los laboratorios de idiomas o cualquier otra actividad que requiera el uso del oído. ¿No lo han exigido? Qué raro, ¿no?

Y, puesto que debe haber alumnos con problemas de movilidad, también deberían eliminarse las actividades deportivas, las visitas educativas, excursiones o viajes que resulten imposibles para estas personas. ¿Tampoco? Qué extraño, ¿no?

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Tal día como hoy, hace tres años: Por un perro que maté…



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