Revista Cultura y Ocio
El pasado miércoles 20 de abril me detuve en la página 32 de El País, que mostraba una fotografía del Sinodal de Aguilafuente, que es el primer libro impreso en España, y que iba a exponerse en Madrid al día siguiente, en la Biblioteca Nacional, después de un complejo traslado del ejemplar desde la Catedral de Segovia hasta Recoletos. Como esa misma tarde viajaba a la capital, miré sin mucha convicción en la página web de la BNE, o, más bien, con esperanza y sin convencimiento, y encontré una plaza entre las cinco últimas que quedaban en el tramo de las nueve y media de la primera mañana de la exposición. La hora me permitía visitar la muestra —treinta minutos es un tiempo más que suficiente— y acudir caminando al encuentro en la Biblioteca de la UNED con Olvido García Valdés, que resultó gratísimo. Los primeros visitantes de Incunabula. 550 años de la imprenta en España —del 21 de abril de 2022 al 23 de julio de 2022— compartimos el espacio de la escalinata de acceso al control durante los minutos que faltaban para que llegase la hora exacta de apertura. Un señor muy afable de unos setenta años con sus deportivas, que se identificó como usuario de la Biblioteca —llevaba su carpeta con folios— había reservado para ver la exposición antes de ocupar su sitio en alguna de las salas. Una mujer cargada con una mochila que debía de pesar lo suyo aguardaba igualmente a que nos llamasen para entrar en el primer turno del primer día de visitas. Estaba también un joven jubilado de la Enseñanza Secundaria al que una usuaria, antigua profesora, saludó y preguntó por su situación. Además de haber dejado la enseñanza —dijo—, había comenzado a redactar otra tesis. Estuvo luego durante la visita anotando en una libreta algo sobre los libros que allí estaban. Me pareció un poco absurdo, ya que la mayoría de los incunables de la Nacional están digitalizados y a disposición de quien quiera en el ordenador de su casa, desde el Lux bella (1492) de Marcos Durán o la Ethica ad Nicomachum Politica (1473) de Aristóteles, hasta las Ordenanzas reales de Castilla (1485). Eso sí, hicimos alguna foto, sobre todo del Sinodal de Aguilafuente (ca. 1472), que por primera vez se ha visto fuera de la Catedral de Segovia. Algún trabajador de la BNE de bata blanca aprovechó un receso para pasarse por la sala y curiosear. Me pareció que estábamos compartiendo una especie de celebración ritual sin aparato y por el mero disfrute de estar allí. Aquí se puede disponer más cómodamente de toda la información que allí había; y, sin embargo, nos parece mejor pasar por el sitio, aunque sea un rato. Menos mal; por eso seguimos yendo a los museos. Y a las exposiciones pequeñitas y extraordinarias como esta.