Un importante funcionario de la policía (Gian Maria Volonté) asesina a su amante (Florinda Bolkan) y siembra un montón de pruebas en su contra en la escena del crimen, con el único fin de probar los límites de su propia inmunidad.
El 13 de febrero de 1970, el director Elio Petri, quien en ese entonces tenía 40 años de edad, declaró en una entrevista: “Uno de los grandes errores de mi generación fue no haber contribuido lo suficiente en la construcción de una sociedad realmente democrática”. Quizás es por esto que la obra del director parecía estar comprometida con la causa que su generación no fue capaz de asumir a cabalidad. Con el transcurso de los años, se hizo evidente que el leitmotiv del cine de Elio Petri era la denuncia de las fallas y los vicios de los distintos estamentos existentes en la sociedad, cuya interacción de una u otra forma terminaba influyendo directamente en el comportamiento de la ciudadanía. Fue así como a través de cintas como “L´assassino” (1961) y “La decima vittima” (1965), criticó sin pudor al sistema judicial y a los medios de comunicación respectivamente, siempre mostrando su compromiso con las libertades sociales y con las ideas de izquierda. Con la intención de examinar el concepto de libertad que permite el principio de autoridad, y el miedo que experimentaban los ciudadanos ante los encargados de impartir la ley, Petri junto al guionista Ugo Pirro se lanzaron a la tarea de escribir una historia con tintes kafkianos, cuyo protagonista es nada menos que un importante funcionario de la policía romana. Dicho policía, a quien todos llaman “el Doctor”, es el flamante jefe de homicidios, quien recientemente ha sido promocionado a la atareada sección de asuntos políticos, donde es admirado por sus pares debido a sus métodos represivos. Embriagado por su propio poder y enceguecido por los constantes insultos que recibe de su amante, Augusta Terzi, este decide asesinarla a sangre fría en el departamento de ella. No contento con eso, luego procede a plantar una serie de evidencias en el lugar, que eventualmente lo ubicarán dentro de la línea investigativa como el posible culpable del crimen. Para el Doctor, quien se considera a sí mismo como la vacuna represiva capaz de detener la enfermedad existente en Italia, la cual está representada por el creciente descontento de la población, su crimen funciona como una suerte de experimento, cuyo único fin es probar la impunidad del poder que le proporciona su asiento en el departamento de policía. Es precisamente con la escena del asesinato que comienza el film, que durante su transcurso no solo nos irá revelando el extraño plan del Doctor, sino que además irá ensamblando mediante flashbacks la relación que este tenía con la que era su amante, al mismo tiempo que se exhibe sin pudores la ideología represiva de la policía que en esa época estaba lidiando con un sinnúmero de manifestaciones estudiantiles.La cinta perfectamente podría dividirse en dos partes. En la primera parte puede verse como el Doctor y sus colegas encarnan el poder prácticamente absoluto y discriminador de la ley, por lo menos en lo que respecta al contexto histórico y social en el que transcurre la historia (aunque esto fácilmente podría extrapolarse al presente de cualquier país). Esto no solo queda demostrado en el curioso accionar del protagonista a la hora de asesinar a la mujer, sino que además queda explicitado en el discurso que éste da cuando recibe la tan añorada promoción: “¿Cuál es la diferencia entre un asalto a un banco y una protesta organizada y legalizada? Ninguna. Ambas manifestaciones tienden a romper el status quo. Nosotros por otro lado, somos los guardianes de la Ley, y queremos que esta se mantenga inmutable grabada en el tiempo. La gente es inmadura, la ciudad está enferma. Otros son los encargados de educar a la gente, nosotros debemos reprimir. La represión es nuestra vacuna. La represión y la civilización”. Y es que para el Doctor, una vez que la autoridad logra imponerse como la verdad absoluta dentro de una sociedad, todo lo que atenta contra ella de inmediato pasa a ser calificado como un crimen o una anormalidad del sistema. Es así como principalmente en el primer segmento del film y en la surrealista secuencia final, Petri arremete con todo contra la concepción deformada de un Estado autoritario y todopoderoso, que cree estar por encima del Bien y el Mal, y cuya soberbia termina dinamitando el sistema que ha intentado construir con tanto ahincó. En gran medida esto es lo que le sucede al protagonista durante el segundo segmento del film. Gradualmente este ve como su posición dentro del departamento de policía no le servirá de mucho para ocultar su crimen ni sus verdaderos sentimientos, lo que inevitablemente sacará a relucir sus miedos y su verdadera personalidad. Y es que durante los flashbacks en los que se examina su relación con Augusta, se ve como ella no solo disfrutaba con la realización de rituales masoquistas en los que junto al protagonista, repasaban algunos de los casos de homicidios en los que él había participado, sino que además se observa como ella constantemente humilla a quien al interior de su departamento no goza de ninguna autoridad. Respecto al tema del sadomasoquismo que experimenta la pareja, bien lo explicaba Pier Paolo Pasolini en algunos de sus films; lo único que se ha probado que es realmente frustrante para un sádico, es la posibilidad de que su víctima disfrute ser castigada. Entendiendo esto, podemos ver como el personaje de Florinda Bolkan se convierte en la metáfora de una ciudadanía que canaliza sus impulsos revolucionarios en la atracción morbosa por el crimen y la dominación moral. Es el accionar de la mujer el que termina convirtiendo al representante de la ley en un criminal, quien eventualmente termina por sucumbir cuando se percata de lo paradojal de su plan.
La cinta cuenta con un elenco estupendo, que está comandado por un Gian Maria Volonté que en esta ocasión realiza un trabajo brillante. El actor logra con éxito construir a un personaje que si bien intenta ser una caricatura de los representantes de la ley, se ve increíblemente real. Es un “monstruo” cuyo magnetismo traspasa la pantalla, y que ostenta un autocontrol y una seguridad que no solo le permite burlarse de sus colegas y superiores, sino que además contribuye a que este siempre vaya un paso delante de ellos y del espectador. Por su parte, Florinda Bolkan interpreta de buena manera a esta mujer manipuladora y enigmática, que exuda sensualidad en cada una de las escenas en las cuales participa. Por otro lado, el film cuenta con el estupendo trabajo de fotografía de Luigi Kuveiller, y la magnífica banda sonora del compositor Ennio Morricone, que no solo dota al film de una atmósfera misteriosa, sino que además complementa de buena manera el actuar esquizofrénico del protagonista. Por último cabe destacar la dirección de Elio Petri, quien a mi gusto es uno de los grandes artesanos del cine italiano, quien en esta ocasión utiliza una serie de efectos y ángulos de cámara que no hacen más que realzar el tono satírico y a ratos surrealista de la historia. Resulta increíblemente curioso el hecho de que pese a que la película recibió el premio Oscar a la mejor película extranjera en 1971, esta ha pasado casi desapercibida durante una buena cantidad de años. Es muy probable que la cinta haya decepcionado a mucha gente que esperaba encontrarse con una trama más cercana al giallo, y que finalmente terminó viendo un largometraje que utiliza un crimen como el canalizador de un discurso político altamente controversial que está plagado de metáforas. Sin embargo, esto no significa que no se trate de una película entretenida. A través de una serie de actos estrambóticos, diálogos y situaciones ácidas, y vueltas de tuerca inesperadas, Petri logra mantener el interés del espectador durante todo el transcurso del film. “Indagine su un cittadino al di sopra di ogni sospetto” es una de las grandes obras olvidadas del cine italiano y una de las mejores películas con tintes kafkianos de las que tenga memoria. De hecho, el mensaje que intenta transmitir Petri bien lo resume la frase del mismo Kafka que aparece al final de la cinta: “Independiente de la impresión que él pueda dejar en nosotros, él es un servidor de la ley y por lo tanto, él es parte de la ley y elude el juicio humano”.
por Fantomas.