Revista Cultura y Ocio

Indecente – @Macon_inMotion

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

El calor apretaba cuando un coche de un color rojo vivo se detenía junto a uno de los surtidores de una gasolinera perdida en una carretera nacional. Una esbelta mujer rubia, de unos cuarenta años, con unos ceñidos vaqueros negros y una camiseta blanca empapada en sudor se bajaba del enorme coche. Sus converse levantaban polvo al caminar alrededor del coche, comprobando el estado en el que se encontraba. Sucio pero intacto, a excepción de dos rebeladores agujeros en la puerta del acompañante. Se dirigió al maletero, del que sacó una maleta rectángular de color blanco. Comenzó a andar hacia el edificio y el empleado la interceptó a medio camino. -Llénalo.-dijo ella secamente mientras se dirigía al servicio de señoras sin siquiera mirarlo.

Una vez que se aseguró de que la puerta estaba cerrada con el pestillo, posó la maleta en el wc y la abrió. Rapidamente se quitó la camiseta y el pantalón, dejando a la vista un vendaje en el muslo derecho. Haciendo caso omiso de ello aunque sin poder reprimir un par de muecas de dolor, se puso un vestido amarillo a juego con unas sandalias. Después se hizo un moño, que comprimió todo lo que pudo y se colocó una peluca de pelo negro que se la ajustaba perfectamente. “Uma Thurman se va de picnic”, pensó al verse en el espejo. Rápidamente improvisó una sombra de ojos algo exagerada y guardando la ropa rápidamente en la maleta procedió a salir del lavabo.

El empleado de la gasolinera se quedó de una pieza al observar semejante transformación. Ella fue hasta él, que seguía mirándola anonadado y le pasó de largo. Guardó la maleta en el maletero al tiempo que cogía un enorme cuchillo de cocina y miró su reloj de pulsera. Más de las tres y media de la tarde. No tenía mucho tiempo.

—Amigo, estás en la mierda y eso son terribles noticias para ti. —Sin más preámbulos el cuchillo le atravesó la garganta de lado a lado y el hombre se desplomó agarrándose el cuello con ambas manos, tratando infructuosamente de articular palabra. Joder, pensó ella, debería haberme cambiado de ropa después de cargármelo, se me ha manchado el vestido de sangre. Dándole la espalda a los espasmos de aquel moribundo, descolgó una de las mangueras de combustible y accionó el gatillo. Inmediatamente empezó a salir gasolina y a desparramarse sobre el suelo. Cuando decidió que era suficiente, soltó la manguera, que quedó colgando del surtidor y se alejó de allí. Una vez que estuvo a una distancia prudencial se sacó un pequeño revolver de un bolsillo del vestido y efectuó un solo disparo a su querido coche, que explotó con enorme violencia al igual que el resto de la pequeña estación de servicio. Un enorme incendio acompañado de una negra humareda, comenzaba. La mujer se dio la vuelta y se encaminó campo a través y con paso ligero a la ciudad que se adivinaba en el horizonte.

Caía la tarde y el comisario y sus hombres llevaban al menos una hora en lo que quedaba de la gasolinera, calcinada en su mayor parte, al igual que el vehículo y el cuerpo del empleado al que la mujer había asesinado. Del vehículo no podía recuperarse nada, puesto que era un montón de chatarra humeante. Aunque el comisario sabía perfectamente a quién pertenecía ese coche y que ahora mismo le habían perdido el rastro. Quién sabía si para siempre.

—Qué hija de puta. —acertaba a maldecir en voz alta—. Qué indecente hija de puta.

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