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Independence Day: Contraataque, o cómo salvar al mundo con el mismo discurso

Publicado el 28 junio 2016 por Maresssss @cineyear
Publicado en Noticias, opinamos / por / el 28 junio, 2016 a las 10:35 am /

De cuando en cuando, Hollywood nos despierta la ilusión y la nostalgia con secuelas de aquellos clásicos del más puro cine de entretenimiento (del bueno, del que aún era genuino), pero el intento suele quedar en decepción. O no se consigue conservar la esencia (eso tan difícil de concretar) de la original o bien se opta por la eterna fórmula del “y ahora más”, descuidando los pequeños detalles que hicieron de aquélla una película memorable.

Y es que si bien aquellas películas coqueteaban con los efectos especiales punteros de la época, buscando dónde estaba el límite de la credibilidad, todavía tenían que cuidarse bien de tener a unos personajes interesantes, aún cuando partieran de los roles-cliché del género. Ahora eso intenta suplirse, demasiado a menudo, con toneladas de efectos digitales que parece que pretenden convertirse en la razón principal por la que el espectador acude a la sala.

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Ir a las salas a ver Independence Day: Contraataque no se hace pensando en la espectacularidad de sus batallas contra los alienígenas o en encontrarse con secuencias de acción que no hayas visto ya antes cientos de veces en cientos de películas distintas. O por lo menos, no sólo pensando en eso. Más bien diría que se va con cierto anhelo de reencontrarse con lo que hizo de Independence Day un auténtico blockbuster en 1996: un guión redondo, unos personajes entrañables, un sentido del ritmo fantástico y la conjugación perfecta entre el desenfado propio de una película sin pretensiones desafinadas y el peso dramático adecuado a una historia que habla de la destrucción de la raza humana, de la pérdida del hogar y de los seres queridos.

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Ésa era parte de la fórmula: que Will Smith podía ser un tío cachondo, pero cuando la mirada se le iba hacia la enorme nave que ensombrecía Nueva York, sabías que la cosa iba en serio. Que cuando aquella chica se fugaba para ir a recibir a los extraterrestres en la azotea de un edificio neoyorquino junto a un grupo de fanáticos exaltados, lo que podía ser simplemente una secuencia de destrucción y traca adquiría matices interesantes a través de su desquiciado comportamiento. Todo eso hacía que, lejos de ser un melodrama, la película “ligera” cobrase cierta gravedad. Ese aspecto, en esta secuela, se ha perdido casi por completo, y los intentos al respecto resultan flojos y forzados (se echa de menos aquella facilidad de la primera de presentar a personajes simpáticos al espectador, y luego cargárselos sin miramientos).

Y es que tal vez sólo sea que ya nos hemos acostumbrado a ver acabarse el mundo demasiadas veces, pero aquella sensación de “apocalipsis en serio” pocas veces se consigue ya en el género de las grandes catástrofes. Roland Emmerich, director, ya demostró ser capaz de realizar auténticos pifostios del género con 2012, una película cuya espectacularidad visual era directamente proporcional a su falta de consistencia, con situaciones ridículas, giros inverosímiles y personajes insulsos hasta reventar, previsibles y sin gracia.

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Con Independence Day: Contraataque parece, no obstante, haber aprendido algunas cosas. Rescata lo mejor de aquel tipo de películas, lo adereza con las posibilidades técnicas actuales pero sin sobrecargarlo en exceso, y lleva las posibilidades argumentales más allá, jugando bien sus cartas para abrir un universo nuevo, repleto de posibilidades. Repite escenas prácticamente calcadas de la original, (como está haciendo toda esta nueva generación de secuelas) e incluso sitúa a sus viejos personajes en exactamente los mismos dilemas. Mismos esquemas, mismos estereotipos, mismo discurso.

Y lo mejor de todo: misma banda sonora. Vuelve aquella magnífica música de David Arnold, esa especie de fanfarria fresca y grandilocuente que enaltece la acción y fija el tono a la perfección.

Todo esto hace que Independence Day: Contraataque continúe la línea de su predecesora sin salirse de la raya, exactamente igual de divertida, entretenida y, para quienes disfrutamos con la primera, altamente satisfactoria.

Más invasiones alienígenas, por favor.

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