Bueno: Selene me pidió que hablara de separatismo.Eso ya sirve como prefacio, por sí solo. Desde las posturas opuestas frontalmente a que Catalunya sea quien decida sobre su destino, no cabe esperar ya no colaboración, sino el mínimo respiro. Así que la palabra separatismo ya viene con su dosis de vitriolo incluida.
Por oposición a unión. Ejemplos : unidos venceremos, la unión hace la fuerza, no hay nada más lindo que la familia unida, unión europea. Bonito el concepto de unión, claro que es bonito.El problema es cuando esa unión no es producto de la libertad de elección sino de la imposición de la fuerza: el derecho de conquista, la anexión, la imposición de autoridad, o eso tan reinterpretable a gusto del consumidor como es la historia.
Una realidad con pocos matices de distorsión: Catalunya y Euskadi disponen de sus propias fuerzas políticas (PNV-Bildu-CiU-ERC) a las que gran parte del electorado da su voto en vez de dárselo al eje de partidos implantados a nivel estatal (lo que se llama PPSOE). Pocos partidos de ámbito local se han establecido en otras comunidades de manera continua y significativa, sin acabar integrándose o pactando estable y abiertamente con alguna de las fuerzas estatales. Quizás Navarra, Baleares, o Galicia. Del Partido Andalucista ni oigo hablar hace lustros.O sea: incluso con el estrecho margen que queramos ceder a la credibilidad del sistema de partidos y representación parlamentaria, dos territorios integrados en el estado español dan significativamente la espalda a los partidos cuya implantación nacional significa, en último extremo, que son dirigidos desde Madrid. Dos territorios proclaman desde las urnas que quieren ser gobernados por políticos que sean de su comunidad y hablen su idioma.
Repito: poco voy a apelar a la historia cuando lo que vale es la voluntad de los que hoy se pronuncian.
Entonces, Selene, separarse ya toma otro cariz. Te separas porque necesitas emanciparte, porque esa unión impide que seas libre para decidir tu futuro. Te separas porque ya has dado bastantes oportunidades de quedarte allí, y siempre te has dado cuenta de que las condiciones en que te quedabas no se han respetado para nada. Te separas porque discutes cada día y por cualquier motivo y eso no es vida para nadie. Te separas porque siempre habías tenido esa posibilidad en la cabeza y, el día que la sacas ya no hay marcha atrás. Yo se lo decía a mis amigos desde hace años: cuando esos críos que ahora crecen accedan a poder votar, eso no habrá quien lo pare. No son cachorros adiestrados por el independentismo: han viajado más que nadie a su edad, se han relacionado con gente en otros idiomas. Tienen amigos con los que comparten cosas más íntimas que la nacionalidad. Porque en el fondo, una nación u otra sólo es que te gobiernen unos políticos u otros. Pues bien, los catalanes queremos que nos gobiernen nuestros hijos de puta.
Pero luego está el otro lado. Una web, www.apuntem.cat, ha recogido todas las lindezas que algunos de los españoles contrarios a nuestra petición nos han dedicado a lo largo de estos días. Bombas, nucleares o no, tortura, maldiciones e insultos proferidos no sólo por adolescentes manipulados sino por señores de apariencia bondadosa y respetable. Que nos matarían y nos sacarían los ojos antes de dejarnos ir. Antes muerta que de otro. Ni eso. Porque Catalunya no quiere casarse con otro. Quiere ver qué tal le va la vida de soltera.