Si yo fuera Arzalluz o nacionalista vasco sería feliz y sonreiría socarronamente al sentirme protagonista de las solemnes y furibundas respuestas que lanzan tantos españoles cada vez que yo evoco la “independentzia” para Euzkadi.
Porque, en realidad, yo estaría jugando a provocar, pidiendo una independencia que no puede ser, y que además es imposible, como decía el torero. Pero es un placer y un orgullo recibir tantos varapalos de respuesta a la palabra tabú.
Si yo fuera Arzalluz o nacionalista vasco sabría que con mis 2,1 millones de habitantes sólo soy como unos pocos pueblos de los alrededores de Madrid, o dos tercios del área metropolitana de Barcelona, lugares que el día menos pensado declaran lengua oficial el idioma de Berbería, que podría ser padre del eusquera.
Si yo fuera Arzalluz o nacionalista vasco miraría a Europa, donde unos 180 territorios tan independizables como Euzkadi pedirían la soberanía si me la dieran a mí, y que también querrían tener voz y voto en el Consejo de Ministros de la UE.
En realidad, me hacen reír guasonamente tantos ciudadanos indignados con mis fantasías, que corresponden a la leyenda bilbaína: “¿Vende usted el mapamundi de Bilbao?”. No saben que esa idea, en lugar de asustarlos, debería darles risa.
Solo hay un problema: los lugareños desequilibrados que se creen las fantasmadas, se arman con bombas, y matan a quien no comparte tal desatino.
En realidad, mi problema como nacionalista sería el no saber cómo dar marcha atrás..