Revista Cultura y Ocio

Indiferencia con fondo de Juan Formell

Publicado el 08 octubre 2014 por Regina

Acabo de escribir un texto para BBC donde me valgo de experiencias propias para ilustrar cómo ante situaciones cotidianas, se pone de manifiesto la precaria educación de los ciudadanos. O tengo muy mala suerte y me monto en las guaguas donde los problemas estallan, o estos están tan generalizados que le tocan a cualquiera.
Los ómnibus Yutong tienen una plataforma frente a la puerta trasera y a un costado, según la concepción original, para coches de bebés y alguna otra impedimenta, pero aquí, son ocupados casi sin excepción por pasajeros. En una de esas guaguas que me acechan con sus problemas, una ruta 69 llena, pero no repleta, viajaba un pasajero con un enorme saco y lo había colocado en una esquina de la plataforma. Frente al hospital Clínico Quirúrgico de 26, por la puerta del fondo, una pareja sube a una impedida en silla de ruedas, y el hombre que acompañaba a la impedida, amablemente pide al hombre del saco que le hiciera un espacio para la silla de ruedas de forma que la impedida pudiera ayudarse con la baranda para levantar su peso. La reacción del hombre del saco fue defensiva: que no había espacio, que la silla cabía atravesada. Un señor mayor que viajaba de pie, no hizo caso a los tirones de manga de su pareja, e intervino airado para acusar al hombre del saco de insensible. La impedida y la pareja que la acompañaba estaban en silencio, pero se les notaba la incomodidad. El hombre del saco se viró hacia el señor: –¿Insensible yo?, No me joda, en esta misma guagua me monté ayer con mi niño de dos años y nadie me dio el asiento ni me cargaron al niño, y no se meta, que no es con usted.
Silencio, hasta del señor cuya dama acompañante había aconsejado con éxito no responder. La impedida se bajó en Santa Catalina y Vento y yo dos paradas más allá. El hombre del saco continuaba en un soliloquio, me imagino que trataba de justificarse. Solo al bajar, ya en la calle, dos personas cruzaron expresiones: En este país se acabó el querer. Y la respuesta: Sí, ya nadie quiere a nadie.


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