Revista En Femenino

Indignada: la diferencia entre ser madre y no serlo

Por Desmadreando @desmadreando

Advertencia: hoy hay poco desmadre, si pasas de rollacos pues otro día prometo risas.

Indignada: la diferencia entre ser madre y no serlo
Me encanta poner éste sentimiento tan negativo como título porque por primera vez en mi vida ¡he logrado sentirme indignada! Llámenme rara pero de normal tenía la extraña virtud de no sentir indignación. Podría sentir molestia, enfado, estar en desacuerdo pero lo que se dice “estar indignada” pues simplemente no.

Incluso era un juego con Semenator: él me intentaba poner miles de ejemplos para comprobarme que si era capaz de sentir indignación. ¡Y no lo lograba! ¿Pero qué creen? Que me convertí en madre y ¡todo cambió! ¡Bienvenida indignación a mi vida!

La primera vez que me sentí indignada fue cuando me llamaron “mala madre” por haber decidido dar biberón a mi hija. Y me enojé mucho y por mucho tiempo me sentí culpable y hoy a largos dos años de eso he aprendido a intentar RESPETAR. Hoy puedo afirmar muchas cosas de la lactancia materna y decir que volveré a intentarlo en un futuro y ojalá -con conocimiento, información, menos nerviosismo y condiciones adecuadas como salud- pueda intentarla y lograrla. Pero sólo el tiempo curó mi herida y aprendí a respetar. Cada niño y cada madre es un universo.

La segunda vez que me sentí indignada fue hoy. Al caerme como agua fría que hay una realidad muy distinta entre tener hijos y no tenerlos. ¿Les parece obvio? ¡Pues para nada!

Alguna vez fui de esas personas “sin hijos” que dormía, trabajaba y lo que mas me importaba era mi manicure, mi carrera profesional y la dieta. Alguna vez fui de esas personas que callaba a los niños en el cine cuando se metían a ver una película de adultos y no se sabían comportar. Alguna vez fui de esas que en las comidas familiares suplicaba porque a los enanos se sentarán en la mesa chica para poder charlar agusto. Alguna vez fui de esas que maldije la hora que en el vuelo de 12 horas a España me tocará la suerte de viajar pegadita a la madre con su bebé. ¡Si fui de esas! ¿Tiene algo de malo? ¡No! Es normal. Uno vive su vida y ya está.

¿Y por qué se me ha olvidado que alguna vez fui así? Quizás porque ahora mi vida gira entorno a Critter. Quizás porque nació mi versión de madre. Quizás porque ahora sé que mi vida es completa con mi familia.

En México, como en Estados Unidos, el entorno es bastante “child friendly”. En los restaurantes encuentras tronas, menú infantil, lápices para colorear, los baños tienen cambiador para bebés y nadie suele mirarte mal por el simple hecho de “ser madre”. ¡Cómo si fuese un pecado serlo! Además no hace falta comprar ninguna guía que te indique que lugar abrirá tus puertas a ti y a tus pequeños. Te presentas y listo.

¡Oh sorpresa! Por estos lugares de la tierra la realidad es otra. ¡Y ya ni les cuento por mi Lionville que sólo he encontrado 4 cambiadores para bebé en los baños!

Así que la cosa se complica. Y ahora imagínense cuando uno es madre del otro lado del charco sin familia directa ni política que te echen una mano para salir a cenar románticamente ¡ya ni hablamos de echarse una copa! ¿Entonces que toca? ¡Pues salir juntos toda la familia!

Critter desde que nació nos ha acompañado a todo tipo de restaurantes. Claro de bebé es ciertamente más cómodo (aunque como primeriza sueles complicarlo todo sí o sí), pero ahora que ya tiene dos añazos no quiere trona, no quiere menú infantil ¡y menos va a querer estar sentada un menú degustación de ocho platos con maridaje!

Los sin hijos esperarán dos cosas en un restaurante (lo digo con conocimiento de causa pues yo era de esas):

Indignada: la diferencia entre ser madre y no serlo

1. Que las madres eduquen bien a sus hijos para que sean bien portaditos y si hace falta recurrir a la fuerza (éste punto lo dejo abierto que ya entraríamos a otra discusión) para que se comporte en el restaurante.

2. Que directamente las madres se fastidien y se queden encerraditas en casa porque no vaya a ser que nuestro bicho incordie al resto de los comensales. O que vayan a un sitio “childfriendly”.

Pues va a ser que no.

Y aquí entra el punto de la indignación.

No porque lleve a mi hija conmigo a comer a un restaurante normal (sin apelativos del tipo children friendly) me convierte a mi directamente en una mala educada por no respetar al resto.

No porque mi hija se levante de su silla, eche de vez en vez una voz o se aburra a las tres horas de estar sentada la convierte a ella en una mala educada.

Mis amigas snakes y Semenator me pegarán por escribir éste post: ¡ya te dije que tienes que pasar!-dirán ellos- Critter es un amor, lo haces fenomenal y ya está.

Pues no está. Indign-acción. Tenía que “hacer algo”.

Hoy me ha caído el veinte que hay una enorme diferencia entre ser madre y no serlo. Las cosas se ven completamente diferentes ¡y ninguna visión es correcta o incorrecta! Simplemente distinta.

 


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