Revista Opinión

Individuo

Publicado el 16 agosto 2019 por Carlosgu82

A pesar de haber pasado seis o siete años, pese a ello, aún recuerdo con claridad ese momento. Y hasta la fecha, a veces me sigue dando escalofríos cuando lo recuerdo. Aunque trato de no hacerlo, regresa a mi como lo hace una abeja a la flor.
Una noche de domingo, tras la cena me coloqué en un lado del sofá, cómodo para ver la película dada por uno de los canales habituales en casa. No tengo mucho recuerdo de esa película, tan sólo que era de acción siendo una de entre las tantas que me gustaba del género. Estaba junto a mi padre, ya que mi hermana pequeña y mi madre se hubieran ido rato antes, sin cenar, ya que estaban más cansadas que otra cosa.
Por aquél entonces, lo que más deseaba era poder estar levantado hasta tarde y por ello quería que la película fuera larga, cosa que para cualquier chio o chica con doce años quiere. Pero sabía que no iba a ser posible. Eran pasadas las doce, si mal no recuerdo, cuando la película terminó. Quizá pasadas las doce y media. Me despedí de mi padre, me lavé los dientes y me metí en la cama preparado a con algo de desgana para dormir. Al principio no conciliaba el sueño. No podía. Cogí el sueño parcialmente, pero sin llegar a dormir totalmente. Ese leve sueño, se disipó.
Tuvo que pasar un rato hasta que pudiera volver a coger el sueño, pero en esta ocasión, por el rabillo del ojo, observando una figura sentada a mis pies. Y tan rápido como un parpadeo, me desvelé de nuevo. Pero al mirar en esa dirección fijamente, no había nada. Acomodé de nuevo la cabeza en la almohada, cerrando seguidamente los ojos listo para dormir. En mi cabeza estaba la tonta idea de que tenía a alguien a mis pies, y eso me impedía dormir. Me sentía intranquilo, queriendo mirar con intención de querer saber que realmente no había nada. Y como si estuviera a la espera de que apartara la mirada o cerrara los ojos o algo parecido apareció otra vez, pude volver a ver por el rabillo del ojo la misma figura, en la misma posición de antaño. Pero esta vez, no me moví. No hice ningún gesto. Esta vez, si que noté su presencia. Esta vez, noté a la altura de los gemelos, una leve presión, como si tuviera un pequeño peso encima.
Eso me mantuvo despierto largo rato, sin saber cuánto tiempo. Podía ver suficiente como para poder discernir un poco a la figura. Una figura delgada. Desnuda. Pero con la oscuridad no se podía discernir mucho más. Con el paso de los minutos pude ver como al lado de aquélla figura aparecía una segunda. O al menos esa fue la sensación que tuve. De haber una segunda figura, era idéntica a la primera. En consecuencia noté como un poco más de presión se posaba a la altura de mis gemelos.
Desde ese momento no sé cuanto rato debió pasar, quizá veinte minutos, quizá una hora o quizá cinco minutos. Y no podía dormir. El miedo podía conmigo. No me atrevía a moverme. Creí que pasó una hora pues me empecé a encontrar más cansado durmiéndome en cuestión de pocos momentos. A la mañana siguiente me pregunté sobre lo de la noche anterior. Sabía que había sido real, pero tenía ciertas dudas sobre si realmente lo había sido. Traté de no le dí mucha importante.


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