Revista Comunicación

Indómita Cayetana

Publicado el 18 agosto 2020 por Felipe @azulmanchego
Indómita Cayetana

CON LA FULMINANTE destitución de Cayetana Álvarez de Toledo (Madrid, octubre 1974) como portavoz del PP en el Congreso, Pablo Casado comienza a ejecutar el giro hacia la moderación que le venían reclamando algunos varones de su partido. Hace poco más de un año, el líder del PP pensó que la diputada era el revulsivo que necesitaba para relanzar el proyecto popular, y ha llegado a la conclusión ahora de que Cayetana iba demasiado por libre y se había convertido en un estorbo al cuestionar muchos de sus posicionamientos políticos.

Casado la nombró en julio de 2019 −fue una apuesta personal suya−, sabiendo que incorporaba a una heterodoxa de la política, y Casado la aparta consciente de que nada puede hacer por llevarla al redil de su autoridad. Nada que pueda causar extrañeza, dado que el ordeno y mando y la falta de libertad son, precisamente, algunas de las cualidades que mejor definen a los partidos políticos. A todos ellos, sin excepción.

La designación de Álvarez de Toledo fue controvertida desde el mismo momento del fichaje, pero Casado prefirió obviar el rechazo interno que provocaba. Desde entonces, algunos dirigentes territoriales, como Alberto Núñez Feijóo, Juan Manuel Moreno Bonilla o Alfonso Fernández Mañueco, no han podido ocultar la irritación que sentían con sus salidas de tono. Por no citar su clamorosa falta de sintonía con el secretario general del partido, Teodoro García Egea, al que acusa de querer restringir la autonomía del Grupo Popular.

A la defenestrada parlamentaria -que es periodista e historiadora-, símbolo del ala dura del PP, se le podrán reprochar muchas cosas, pero es muy de agradecer que se le entienda todo lo que dice, por más que sus salidas de tono puedan escandalizar a propios y extraños. Discrepar es muy sano, aunque con frecuencia pueda sonar a indisciplina. Los dirigentes políticos y sus cúpulas adoran la uniformidad de pensamiento y la homogeneidad con la misma pasión que penalizan la discrepancia, por entender quizás que son el camino de la disidencia. Muchos en el PP pensaban, y piensan, como ella, pero nadie, salvo Esperanza Aguirre, ha osado levantar su voz para defenderla en público. Tan clamoroso silencio por parte de quienes hasta ayer la jaleaban es una prueba más de la hipocresía política. Otro de los efectos de su abrupta salida es que, a partir de ahora, dirigentes como la presidenta Díaz Ayuso se tentarán mucho la ropa ante cualquier decisión de calado no vaya ser que pueda incomodar en Génova, por muy buena y antigua que sea su relación con el presidente del PP.

Con la que está cayendo por culpa de la Covid, Casado está en su derecho de buscar una imagen parlamentaria más centrada. Como lo estuvo en su día apostando por Cayetana. Lo que resulta innegable es que, con su arriesgada elección de entonces, el líder popular sabía perfectamente que Álvarez de Toledo era alguien difícil de sujetar o reprimir. Desde ese punto de vista, diríamos que la ya exportavoz del PP en la Cámara Baja ha sido fiel a su forma de entender la política, mientras que Casado ha pecado de una cierta bisoñez al considerar que podría domar o reprimir sus excesos verbales. O, dicho de otra forma, el presidente del PP se desautoriza a sí mismo y vuelve a cambiar de estrategia sacrificando a su portavoz parlamentaria, puesto que queda en manos de la moderada Cuca Gamarra, exalcaldesa de Logroño.

La situación era insostenible y no hay nada como un golpe de autoridad para enderezar el rumbo del barco y taponar las vías de agua. Sobre el nombramiento de José Luis Martínez-Almeida como nuevo portavoz nacional del PP, otro interesante movimiento de Casado dentro de la remodelación del PP, versará nuestra siguiente entrada.

Cada uno podrá pensar lo que considere sobre el duro perfil de Álvarez de Toledo, cuyas crispadas intervenciones a tantos espantan. Ella, al final, ha sido coherente y ha optado por ser apartada antes que someterse a la disciplina de un partido en el que no se sentía cómoda. Desde ese punto de vista, todos salen ganando: ella recupera su libertad y Casado podrá completar su giro al centro sin el lastre de Cayetana, al fin y al cabo, a ningún dirigente político le gusta perder el tiempo apagando fuegos internos.


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