A la dureza de la austeridad que impone el gobierno de Rajoy, y que encuentra creciente rechazo popular, se suman ahora acontecimientos que ponen en entredicho la honradez de algunos dirigentes o exdirigentes del PP, y que provocan rabia, incluso ira.
El PP se enfrenta hoy mismo a uno de los mayores escándalos de la democracia de demostrarse que hace cuatro años Luis Bárcenas, que era entonces su tesorero, manejaba como mínimo 22 millones de euros a su nombre en cuentas en Suiza.
Será difícil demostrar que ese dinero era sólo suyo por lo que, al margen de las acciones judiciales, el partido del Gobierno deberá probar que no tiene que ver con su origen ni destino.
Como las malas noticias nunca vienen solas, a la anterior se suma hoy también la cólera y el estupor general ante los indultos a homicidas de la carretera, concedidos por el hábil exalcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, que parece haber perdido sus mañas desde que es ministro de Justicia.
En 2012 concedió seis indultos a condenados por delitos contra la seguridad del tráfico, uno de ellos a un kamikaze que condujo cinco kilómetros en sentido contrario antes de matar a una persona y herir gravemente a otras dos.
El homicida sólo pasó diez meses en prisión de los trece años de condena, y fue indultado pese a los informes en contra de fiscales, jueces y familiares de la víctima.
Había un informe a favor de la prisión, pero también la defensa de un bufete en el que trabaja un hijo del ministro, aunque sólo sea uno de sus 500 abogados. En un pueblo de medio millar de habitantes todos se hacen favores para sobrevivir.
Llegados aquí, que indulten también preventivamente a Bárcenas al estilo Gallardón para que calle, y que dimita luego medio PP para aparentar alguna credibilidad.
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