Gráfico: @soso_182
Por estos días el fantasma del indulto en torno a la lengua de Alberto Fujimori anda tan manoseada que se le está tatuando el antaño 13 de Susy Díaz. Ya salieron una serie de impresentables personalidades a decir que el indulto es factible y el único motivo de peso que argumentan para este motivo es el de que Alberto Fujimori anda muy triste y deprimido, pobrecito pues.
Hace unos días, el reo Alberto Fujimori Fujimori condenado por crímenes de lesa humanidad fue recluido en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas por una supuesta recaída de la Leucoplasía que sufre en la lengua y oh sorpresa, el cáncer no es terminal, el hombre está bien y sólo sufre de una severa depresión. Eso no aplica para un indulto pues.
Los orígenes de la depresión son fáciles de determinar: la derrota de su hija en las elecciones presidenciales, acompañado de la pronta pérdida de inmunidad de varios de sus parlamentarios y sobre todo la no continuidad de la mafia aprista (gran bloqueador de casos de corrupción y extraviador profesional de documentos y pruebas). Razones suficientes para que la tristeza se apodere del dictador encarcelado.
Los fujimoristas (y apristas) quieren imponer el extravagante tema en la agenda política y no han desmayado en su intento (bueno, Cuculiza sí se desmayó) de meter por los palos el caso Fujimori, al punto que están movilizando su maquiavélica maquinaria para conseguir la gracia presidencial, pues no parece casualidad que se estén repitiendo las prácticas noventeras de la creación de cortinas de humo y otras perlas.
Parte de los argumentos para que proceda el indulto es que una persona en las condiciones médicas de Alberto Fujimori debe pasar el resto de sus días en su casa jugando con sus nietos, regando sus plantitas, manejando su tractor y saboreando bacalao a la yuquita (bueno, exageré un poco con lo del tractor). La gracia de la casa parece tenerla ya en la Diroes, una cárcel dorada con todas las comodidades y hasta con conexión al exlocal de campaña de Fuerza 2011, un amplio jardín donde las plantas crecen bien bonitas y un patio para que sus nietos puedan corretear.
Recordemos aquí que los abuelos de los asesinados en La Cantuta quisieran también estar al lado de sus nietos, algo que las políticas de guerra interna fujimoristas les negaron para siempre, no insultemos su memoria y dignidad.
Poner en agenda el tema del indulto cuando ningún médico ha determinado la condición de enfermo terminal de Alberto Fujimori es la última metida de mano que el fujiaprismo nos quiere hacer a los peruanos, yo no estoy dispuesto a permitirlo, mi culo es sagrado y esas manos manchadas de sangre no me lo van a tocar. No al indulto.