En unos mercados vírgenes, donde la sorpresa podía ser conseguida, con la muestra de un producto o servicio, "exótico" nunca probado, la curiosidad se conforma casi como el único resorte a poner en marcha. Si la promesa a satisfacer solo tenía que lograr ser envuelta hasta convertirla en atractiva o sabrosa el único requisito en la formación de infraestructuras pasaba solo por estudiar y conseguir la forma de abrir mercados, seducirlos y saturarlos con, lo que podía parecer, infinitos impactos de compra.
En ese marco o encuadre concreto, los objetivos son simples:
Acentuar la capacidad de producción de las cadenas de montaje
Conseguir infraestructuras de distribución amplias y efectivasY depurar el arte de la captación y venta consiste solo en conseguir resultar atractivos
Ni aún en este formato fomentar una Cultura del miedo ha dado la efectividad buscada por las mentes más frías, dispuestas a considerar la mano de obra como piezas de una maquinaria eficaz. El activo más costoso de los proyectos empresariales, han conseguido escapar de los intentos mecanicistas deseados por las cúpulas directivas generando conflictos, en apariencia insalvables que medio consiguen solución, a través de complicadas combinaciones en espacios de negociación colectiva, donde las batallas son continuas y donde los marcos aún sutilmente acotados permiten un control exahustivo por donde colar viejos hábitos que lo único que logran es encarecer aún más el funcionamiento interno y mantener a toda la plantilla pendiente de consecuencias, haciéndolos incapaces de permitir una adecuada adaptación al espacio - tiempo que se comparte.
El deseo, en apariencia, inamovible que mantiene aún la Imagen Corporativa de mantenerse y mantener el entorno en una cápsula del tiempo que le permita seguir con sus hábitos obsoletos, no ha podido, sin embargo, evitar que los mercados antes vírgenes, hayan acumulado infinitas experiencia positivas y negativas, más cantidades ingentes de información que no está dispuesta a ser guardada celosamente como secretos.
Viviendo un momento circunstancial que, poco o nada tiene que ver con el que logró vivir grandes éxitos, el mantenimiento de status quo donde fue reina, lo único que logra es encarecer aún más el proceso por el que contrata, mantiene y busca el control de que su repetitivo discurso corporativo sea emitido tal y como recuerda le trajo el éxito pasado. Mientras esto sucede, alarga tiempos y recursos económicos de los que carece y mientras, cree ganar tiempos para volver a momentos irrepetibles, entorpeciéndose a si misma potenciando una Cultura del Miedo que no permite que los empleados puedan convertirse en el canal de información más perfecto dotando al proyecto de un feed back que, los costosos estudios de mercado, nunca podrán mejorar. Elimina la posibilidad de que estos mismos empleados sean el canal de comunicación perfecto dando soluciones a tiempo prácticamente real satisfactorias, dentro del marco o encuadre de los valores del proyecto y alejan, como imposible, la posibilidad de convertir toda la infraestructura en capaz de convertirse en productiva y con la habilidad de levantar todos los valores necesarios para obtener Reputación como Marca.
Ni un solo ser vivo, en un ámbito de terror y miedo tiene la capacidad de construir espacios y soluciones creativas. El talento, necesario para ser Branding, no puede aparecer en entornos donde la única preocupación es la de "sobrevivir" y aleja la posibilidad de transformar el proyecto en un miembro influyente de la comunidad donde habita, confundiendo producción, con productividad.
Mientras este tipo de estrategias sean las únicas contempladas por la Imagen Corporativa que nos acompaña, las devoluciones, cada vez más serenas y llenas de lógica, golpean todos los puntos de encuentro y el empleado más ninguneado, alejado de las circunstancias que subyacen a su miedo, es capaz de expresar carencias y aciertos, con más fiabilidad que lo que pueden hacer las juntas directivas.