Editorial Baile
del Sol, 301 páginas. 1ª edición de
2014.
En la Feria del Libro de Madrid
de 2014 los editores de Baile del Sol consiguieron
que pudiera firmar mi nuevo libro, recién aparecido, –El hombre ajeno- en la
caseta de la librería Atticus-Finch,
junto a Ariadna G. García (Madrid,
1977), que debutaba en la editorial y en el género novelístico con Inercia.
Ese día de la firma intercambiamos nuestros libros.
Ariadna, hasta la aparición de Inercia, se había dado a conocer en el
mundo de la literatura como poeta; cosechando algunos premios importantes como
el Hiperión de poesía con Napalm
en 2001, o el Premio Internacional de
Poesía Miguel Hernández con su poemario La guerra de invierno en
2013. También ha elaborado varias antologías de poesía española, y ha aparecido
en más de una.
Ariadna sitúa la acción de Inercia en un futuro cercano, a
principios de la segunda década del siglo XXI, en torno a 2023 o 2024; y su
escenario principal es el del aeropuerto de Madrid, ampliadas sus zonas de
embarque hasta la T7.
Como se presupone que ha de ser
la buena ciencia ficción, la novela futurista de Ariadna es una proyección, a
una década vista, de los miedos sociales del presente: en la década de 2020 que
nos dibuja la autora, España ha vuelto a la peseta, expulsada del euro; el
acuerdo de Schengen ha sido revocada y por tanto el tránsito de personas en los
aeropuertos está mucho más restringido; y la sanidad y la educación pública del
país no parecen ir tampoco por buen camino. En la página 40 podemos leer:
“Thais hizo un repaso mental de las transformaciones producidas en España en
los últimos años. Unión de los poderes ejecutivo y judicial para ahorrar
presupuesto. Instauración de la Tercera República, por cuyo control pugnaban el
partido en el gobierno (Partido Socialdemócrata de España) y la oposición
(Partido de los Trabajadores). En cualquier caso, ninguno garantizaba la
gratuidad de la justicia, pues se había demostrado que esta representaba un
negocio lucrativo muy rentable; y el estado necesitaba liquidez para saldar su
deuda. Desaparición de las autonomías. Abolición del estado de derecho.
Descenso demográfico…”.
Según pude escuchar a Ariadna en
la presentación conjunta de las novedades de Baile del Sol que se hizo en la librería El dinosaurio todavía estaba allí de
Malasaña, ella trabajó en el aeropuerto de Madrid, y según leo en un epílogo
del libro ha estado documentándose durante años para escribir Inercia. La experiencia personal y el estudio,
hacen que el conocimiento sobre cómo funciona un aeropuerto sea apabullante: el
vocabulario para describir las actividades de policías, guardias de seguridad,
controladores de seguridad o maleteros; así como los espacios físicos o las
características de los aviones; realmente convencen.
Uno podría esperar que alguien
como Ariadna, que hasta ahora ha sido, durante más de una década,
principalmente poeta, escriba una primera novela de tono lírico e intimista,
donde la acción quede en segundo plano. No ha sido así. Ariadna ha escrito un
libro repleto de acción y de prosa precisa y frase escueta (aunque tampoco
exenta de juego metafórico). En Inercia nos
encontraremos con mafias chinas o albanokosovares, tráfico de drogas o de
personas, policías y guardias de seguridad entregados a su tarea o corruptos;
siendo la novela un gran mosaico de personajes y caracteres.
En el día en el que transcurre el
tiempo de la novela, en Inercia tendrán
lugar asesinatos a sangre fría, atentados terroristas (o, tal vez ¿venganzas
entre mafias por el control de tráfico de drogas y de personas?), asistiremos a
estrategias de acoso laboral, a tomas de conciencia morales e incluso al
florecimiento de historias de amor.
La novela –además de contar con
un prólogo y dos epílogos- está organizada en trece partes, y cada una de ellas
está dividida en capítulos, normalmente cortos. Inercia está escrita en tercera persona, pero en algún caso se
recurre al diario íntimo. La diversidad de enfoques, al seguir a un gran elenco
de personajes, es elevada: asesinos, corruptos, trabajadores que no pueden más,
inmigrantes al borde del colapso…
Podría señalar que, sobre todo al
comienzo de Inercia, el gran número
de personajes que se despliegan sobre el papel hace que uno lea el libro sin
tener muy claro hacia dónde se dirigen, perdido en la minuciosa descripción del
grandioso escenario en el que se mueven. En algunos casos, la narradora,
mediante el recurso de la analepsis, nos habla del pasado de más de un
personaje. Pasado que en muchos casos tiene que ver con conflictos
internacionales, como la guerra de la ex Yugoslavia, o la precariedad vital de
los inmigrantes (chinos o expulsados de una Grecia donde triunfó el fascismo)
que desean traspasar las fronteras con la esperanza de tener una vida mejor (en
Estados Unidos). Aquí también –en la descripción de la vida en la China
industrial o en la Yugoslavia de la guerra- se aprecia el hondo trabajo de
documentación.
En
la parte número X, la historia se focaliza más sobre Anibal, encargado del
control de pasaportes, y podremos conocer, mejor que en el caso de los otros personajes,
su pasado (procede de un hogar desestructurado por un padre violento) y sus
motivaciones (tiene miedo al cambio y no le gusta comprometerse, aunque en el
tiempo de la novela quizás pueda comenzar una prometedora historia de amor).
Sus motivaciones psicológicas explicarán su comportamiento antiprofesional
(pero ético) de ese día. Me ha parecido que quizás en esta parte número X,
Ariadna se ha dejado llevar demasiado por el discurso moral (por el querer
señalar qué es lo importante aquí, por si el lector no lo descubre por sí mismo
a través de los actos narrados), y éste discurso moral ha preponderado sobre la
creación de caracteres, con características morales demasiado remarcadas en el
caso de Anibal. Y quizás también el mayor desarrollo de este personaje,
transcurridos ya los dos tercios de la novela, quede un tanto descompensado
frente al andamiaje que se estaba empleando -de novela coral- hasta ahora.
Teniendo puntos por mejorar, como
los señalados, quisiera acabar esta entrada destacando los logros de esta
ambiciosa primera novela: lejos de la historia mínima, detenida o intimista que
me esperaba leer de una poeta de gran trayectoria, Ariadna se ha lanzado,
asumiendo riesgos –y, por tanto, cayéndose a veces- a por todas en su primera
novela: ha creado un escenario contundente y original –muy bien descrito- y ha
dibujado un marco social muy inquietante, proyectando los miedos del presente
sobre la década futura y ha sabido crear una trama que ponía en movimiento a un
importante número de personajes.
Es difícil poder pedir más a una
primera novela.