Nunca nadie podrá entender las razones que tiene la gente por destruir y por su afán por las guerras. Quizá la peor de todas ellas sea la que enfrenta hermanos contra hermanos como una estúpida broma de mal gusto. La muchedumbre se agolpa viendo pasar al macabro desfile de soldados y camiones portando banderas al viento sin darse cuenta que son la degradación del honor. No ven nada, simplemente, una columna de polvo envuelta en un ruido ensordecedor por miles de pisadas al unísono. Dicen que siempre se han preocupado del futuro pero ahora, cuando no les queda, se dan cuenta de que se han enterrado en vida, a ellos y a toda una generación de niños que no saben lo que es vivir, y que no hay vuelta atrás. Y lo más doloroso es que, ese día, en el que alguien lo comienza todo, los niños del ayer, los padres del mañana, supieron que habían perdido su infancia y que no volverán a pensar como antes…
Texto: Gustavo García Pradillo.