Revista Opinión

Infancia vegana y discriminación escolar

Publicado el 28 octubre 2019 por Carlosgu82

“27. 3. Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.”

Este artículo de la Constitución Española garantiza, en teoría, el derecho de los padres a decidir acerca de la educación que desean para sus hijos en los centros educativos públicos y concertados del Estado español. Sin embargo, una vez más, la realidad se impone, testaruda, demostrado el nulo valor práctico de las leyes  y la hipocresía de quienes las redactan y ratifican.

Las familias veganas se encuentran con innumerables obstáculos a la hora de solicitar la opción vegetal en los menús escolares. Como personas adultas responsables, hemos  tomado la decisión de adoptar el principio ético de no utilizar a los demás animales en ningún ámbito de nuestra vida cotidiana habida cuenta de que compartimos con ellos la capacidad de sentir dolor o felicidad, hecho avalado por numerosos estudios científicos e incluso por la propia experiencia personal.  En consecuencia, las familias con estudiantes  intentan que estos puedan seguir este mismo principio moral.

Existen innumerables estudios y documentales que nos muestran cómo es la vida de animales salvajes en su hábitat natural: focas, delfines, aves, insectos… Aprendemos, de este modo, que compartimos con ellos sentimientos básicos de comportamiento cooperativo o de cuidado de la prole.

Alguien  que conviva con animales puede comprobar su facultad para manifestar sentimientos de alegría, pena o miedo. No son objetos y no deben ser tratados como tales. Sin embargo, se establece una diferencia arbitraria entre los animales salvajes o aquellos que son miembros de nuestra familia y esos “otros” que son explotados sin la menor misericordia.

La  información disponible acerca de la fisiología y el comportamiento de los demás animales ha tenido como consecuencia que muchas personas rechacemos el uso de las pieles para vestir;  los espectáculos, en los que se les obliga a desarrollar comportamientos aberrantes al igual que ocurre en lugares de confinamiento como zoos o circos;  su utilización en terribles experimentos para la industria cosmética, como herramientas o como comida.

Considerar que los demás animales no deben ser utilizados por el ser humano no es algo novedoso. Personajes como Pitágoras o León Tolstoi ya abogaban por su derecho a vivir libre y dignamente; el mismo Leonardo da Vinci manifestó que: “Llegará el día en que los hombres serán juzgados por la muerte de un animal como hoy se juzga el asesinato de un hombre”, Mostrando, así, su gran sensibilidad hacia los demás animales.

Nos resulta relativamente más fácil empatizar con animales como delfines, osos o toros  (por esa razón las actividades en las que son explotados son objeto de un cada vez mayor rechazo social), pero mucho más difícil hacerlo con los animales considerados tradicionalmente  como “de consumo”, como corderos, terneras, cerdos o pollos.  Aprendimos que era inevitable para poder conseguir una dieta sana, completa y equilibrada, que era una cuestión de mera supervivencia.

Basta una rápida búsqueda por internet para constatar la falsedad de esta creencia, pues es perfectamente posible adoptar una dieta libre de productos  de origen animal sin el menor riesgo para nuestra salud en cualquier etapa de la vida.

Una dieta vegetariana bien planificada, basada en productos locales, de temporada y ecológicos en la medida de lo posible es, además, beneficiosa para el medio ambiente porque no contribuye con la pesca, una de las actividades más dañinas para el medio marino, ni con la ganadería: para producir una hamburguesa se necesitan 2200 litros de agua, mientras que la obtención de un kilo de maíz requiere de unos 1250 litros. Por tanto, consumir frutos de la agricultura no industrial, sino procedente de pequeñas plantaciones familiares, ayuda a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y, en consecuencia, el Cambio Climático. Además, favorece la economía local apoyando a la gente que trabaja la tierra mediante técnicas lo menos dañinas posible para el ecosistema.

No hay muchos documentales que nos puedan mostrar cómo sería la vida de los animales considerados como “de consumo” en libertad, pero sí hay santuarios y hogares donde son acogidos animales “desechados” por la industria y donde podemos ver cómo desarrollan relaciones sociales entre ellos y con las personas que les atienden y disfrutan de ser libres, de jugar, de bañarse, de experimentar. Tienen interés por vivir y por hacerlo libre y dignamente exactamente igual que un oso o un perro.

Cualquier persona recriminaría a un niño si estuviese causando daño a un perro o a un gatito porque lo correcto es enseñarles bondad y empatía hacia las demás personas y también hacia los demás animales; sin embargo, hay una clara contradicción cuando, a la vez, les mostramos que no hay problema en matar a una ternera para comer o en mantener a un oso cautivo en un zoo. En realidad, con este mensaje causamos un grave conflicto en sus mentes en formación.

Estamos enseñando algo muy peligroso y es que puede haber excepciones a hacer lo correcto, que debemos ser buenas personas, pero no hay ningún problema en dejar de serlo si se trata de obtener un beneficio personal. Así se anula la capacidad de desarrollar la solidaridad hacia los demás.

Muchos niños sufren acoso en los centros educativos por ser “diferentes”, esto también afecta  a los pequeños veganos por su sensibilidad  hacia  los demás animales, causándoles un sufrimiento  que no podemos tolerar. El acoso escolar es un grave problema  que también tiene su base en la mentalidad discriminatoria que pretende que existan “otros”, cuyos derechos no merecen respeto.

El hecho  de no poder optar a un menú vegetal en los centros escolares  infringe el principio de conciliación familiar pues para muchas personas es imposible compaginar sus trabajos con el horario escolar si no pueden hacer uso del comedor.

Lo que estamos reivindicando, en definitiva, es una sociedad solidaria, cooperativa, en la que no exista ningún tipo de discriminación fomentando la capacidad de ponernos en el lugar del otro. No podemos dejar de considerar a los demás animales si pretendemos un mundo justo, no son objetos ni están a nuestra disposición, son nuestros compañeros de viaje en este pequeño planeta que queremos que siga siendo azul.


Volver a la Portada de Logo Paperblog