El azul, el gran azul...
Hacía ya tiempo que Hollywood tenía algo olvidado el subgénero de tiburones con intenciones aviesas. Parece que, con el inaudito éxito de subproductos tipo Sharknado, la fiebre por estos animalitos ha vuelto a ponerlos en el candelero. Y qué mejor que los días más calurosos del año para sumergirnos en las frescas aguas de una playa y disfrutar (o no) de un buen escualo mortífero.
Infierno azul (The Shallows) nos cuenta cómo una joven americana llega a una playa paradisíaca de México, una de esas playas casi secretas que sólo conocen unos pocos lugareños y que resulta ideal para la práctica del surf. Allí, tras la breve compañía de dos surferos, la chica quedará sola en el mar hasta que un tiburón de proporciones gigantescas hace su aparición. La película es eso, una chica intentando sobrevivir al acoso del tiburón. Aunque la trama no tiene más, "Infierno azul" ofrecía la oportunidad al siempre cumplidor Jaume Collet-Serra de presentar un survival con una extraordinaria carga de tensión y aprovechar la fobia que en multitud de personas causan tanto el mar abierto como cualquier pez mayor de un metro. Desgraciadamente, la película ha terminado resultando un producto insustancial, con errores de bulto y decisiones discutibles.
Y es que me parece imperdonable el poco provecho que Collet-Serra saca de los elementos de que dispone, y sobre todo el no conseguir generar la suficiente tensión como para que al final el espectador no termine desenganchándose de la película. Cintas más modestas como Open Water (2003) o The Reef (2010) lograban explotar con mucho mejor criterio los cuatro duros con que contaban de presupuesto, y sobre todo resultaban mucho más efectivas a la hora de crear inquietud en el espectador. "Infierno azul" empieza bien pero pronto se queda sin fuelle para ir avanzando por inercia hacia un desenlace que, directamente, me parece de vergüenza ajena.
Lo único salvable lo encontramos en el apartado visual, en los momentos en que la cámara se recrea tanto en la belleza del mar como de Blake Lively. Los efectos especiales dan una de cal y una de arena, ya que se alternan momentos bastante conseguidos con otros tan innecesarios (olas creadas por ordenador) como increíbles (si nos fijamos bien, nos percataremos de que el tiburón parece cambiar de tamaño a voluntad). Lo mismo podemos decir de la actriz. Completa protagonista del filme, Blake Lively, aparte de lucir palmito, le pone empeño a la cosa en algunos tramos pero resulta sosa y poco convincente en otras secuencias (el momento sutura es lamentable).
Poco más se puede decir, en mi opinión tenemos una oportunidad perdida para devolverle entidad al cine de terror acuático. Los numerosos defectos terminan pesándole demasiado a la película, que al final no deja de ser un producto de esos de "ver y olvidar". Una pena, porque con estos calores apetecía mucho meterse en el agua.
Mi nota: 3