Revista Sociedad

Infiernos fiscales. Los Paraisos fiscales (II)

Publicado el 08 agosto 2013 por Reddeblogscomprometidos @redblogscomp
Infiernos fiscales. Los Paraisos fiscales (II)
El petrolero de bandera liberiana Regina Star, de trescientos metros de eslora y cargado hasta la regala con su valiosa carga, navegaba a toda máquina al sur del Cabo de Gata con rumbo oeste, cuando el oficial de puente recibió órdenes del comandante de atenuar la potencia de sus enormes motores con el fin de que su velocidad fuese atemperada, hasta el punto de arribar a Punta Europa con la pleamar de aquella tarde. Era esencial que aquello ocurriera a aquel ritmo, porque aquella era la forma de llegar a tiempo a la cita que tenía con la petrolera para poder repostar combustible en Gibraltar, y tener tiempo para continuar su ruta, dejándose arrastrar por la corriente provocada por la bajamar en Tarifa que convertiría el Estrecho de Gibraltar en un enorme tobogán que ayudaría al petrolero en su derrota hasta doblar el Cabo Espartel, en la costa marroquí, ya en pleno Océano Atlántico.AVISO AL LECTOR: ANTES DE LEER ESTE CAPITULO, DEBES HABER LEÍDO LA PRIMERA ENTREGA DE LECHE Y BANANAS SOBRE EL ASUNTO PARAÍSOS FISCALES.


Los treinta hombres que componían su tripulación, incluidos el capitán, los dos segundos y los tres oficiales de puente, se veían forzados a una larga y penosa convivencia que solo estaba compensada por las sustanciosas remuneraciones de sus nóminas, mientras el permanente runruneo de los motores convertía a la embarcación en un monstruo siempre sediento de fuel, su combustible.Aquel buque cortó por primera vez la superficie marina en 1972, en unos astilleros de Hamburgo, justo donde las aguas del Mar del Norte se confunden con las del Báltico. En sus cuatro años de navegación continuada había cubierto multitud de veces la ruta de Kuwait a Louisiana y viceversa, en un incesante acarreo de crudo tipo Texas a razón de doscientas cuarenta mil toneladas por travesía: una cantidad cercana a los dos millones de barrilesA pesar del pabellón liberiano que enarbolaba en su mástil de popa, y de que la compañía aseguradora también fuera de aquella nacionalidad, aquel barco nunca había llegado a surcar las aguas de aquel país. De hecho, nunca estuvo más cerca de Liberia que cuando, a lo largo de sus numerosas singladuras, pasaba por las islas Cabo Verde buscando las corrientes del Golfo de Guineapara conseguir beneficiarse con ellas en su viaje hasta Texas, al fondo del Golfo de México.El tráfico objeto del  petróleo que portaba en sus enormes bodegas había sido una iniciativa de la petrolera estadounidense Texas Industry Oil (Tioil); la propietaria del buque era la naviera liberiana Medusa Trade Oil (Metroil); y la compañía de seguros que emitía la póliza que amparaba la manipulación y el transporte era Asurances Sea Oil, también de Liberia. Si se hubiera tenido acceso a los confidenciales registros liberianos, y a la identificación de los miembros que regentaban las respectivas sociedades, se hubiera llegado a la conclusión de que Tioil, la petrolera americana, era la verdadera propietaria de las otras dos compañías, las liberianas.La maniobra básica, que en un principio consistía en que la petrolera Tioil comprara petróleo en Kuwait para procesarlo en su refinería de Texas y comercializarlo en Norteamérica, se descomponía en otras tres más complejas: la liberiana Metroil compraba petróleo en Kuwait; aseguraba el transporte y la manipulación con Asurances Sea Oil; y lo descargaba en Texas, donde lo vendía a Tioil, para que esta última, la petrolera formalmente americana, lo refinase y comercializase.La operación así ejecutada iba a permitir diversos beneficios de carácter fiscal, considerando que Liberia es un paraíso fiscal especializado en lo que se llaman pabellones de conveniencia

El primer beneficio de esta compleja operación consiste en que los treinta tripulantes del Regina Star estaban amparados por la inexistente legislación laboral, social y de seguridad e higiene en el trabajo de Liberia, lo que implicaba, entre otras ventajas menores para la naviera, que desaparecería el costo de la seguridad social, y que los salarios y condiciones de trabajo del personal quedarían regulados exclusivamente por la oferta y la demanda de los mercados en cada momento.El segundo ahorro de gastos que se conseguiría con forma de operar correspondería a la cuota millonaria del seguro del transporte ya que, con la mediación de una sociedad aseguradora liberiana, propiedad del propio grupo de empresas, se conseguiría burlar el desembolso de la prima. A estas compañías de seguros creadas en un paraíso fiscal, para el afianzamiento de operaciones restringidas a su empresa matriz, se les llama compañías cautivas. Han sido multitud las ocasiones en que siniestros marítimos causados por petroleros quedaron sin indemnizar ante la insolvencia indemne y criminal de tal tipo de aseguradoras, y todo ello dando por ignorados los enormes e irreparables daños ecológicos que pudieran llegar a producirse, de los que las hemerotecas ofrecen meritorios ejemplos.Independientemente de lo referido, las petroleras aún obtienen un tercer beneficio que se genera en la fiscalidad de estas operaciones. Dado el descomunal tamaño de estos barcos, es evidente que su entrada a puertos comerciales para repostar combustible es imposible o, por lo menos, engorrosa, implicando, si ello fuera técnicamente viable, una pérdida de tiempo y un derroche absoluto a causa del despliegue de medios y apoyos que la operación hubiera requerido. Ante tales circunstancias, el mercado de los paraísos fiscales ha creado las tres gasolineras más grandes del mundo, especializadas en abastecer a este tipo de buques sin necesidad de que accedan a puerto alguno… y ¡libres de impuestos! Considerando que solo el IVA y el Impuesto sobre hidrocarburos, en el caso de España, suponen una carga fiscal, en lo referido a combustible, de entre el cien y el doscientos treinta y tres por ciento sobre los costos libres de impuestos, la utilización de estas peculiares estaciones de repostaje permiten a las petroleras reducir la factura energética en un setenta por ciento, lo que implica ahorros astronómicos dados los enormes consumos de este tipo de embarcaciones.Una de estas macro-gasolineras está situada en el Canal de Suez; otra en el de Panamá; y la tercera, y más importante, en la bahía de Algeciras, Cádiz, España, en pleno Estrecho de Gibraltar. Particularmente esta última, la de Gibraltar, está conformada por varios buques (llamados gabarras) fondeados en aguas de jurisdicción gibraltareña y protegidas de todos los vientos, a los que se pueden abarloar sin dificultad los barcos que necesiten repostar su ansiado combustible.Pero el más importante de los beneficios que se obtendría al operar con la mediación de un paraíso fiscal, como en este caso es Liberia, consistiría en lo que se llaman precios de transferencia y que puede analizarse al contemplar este tráfico desde dos perspectivas diferentes: para Metroil, la petrolera liberiana, la operación consistiría en comprar lo más barato posible en Kuwait y vender caro en Texas, hasta el punto de que la petrolera americana no generase beneficios en destino. De esta forma, la sociedad liberiana acumularía en Liberia los márgenes globales de la operación, donde, por tratarse de un paraíso fiscal, y como tal, exento de tributar por los beneficios, quedaría liberada de pagar cualquier tipo de impuesto por los resultados obtenidos.Para Tioil, la petrolera americana, la operación sería a la inversa: comprar el crudo a Metroil, directamente en Texas, a un precio suficientemente alto como para no generar beneficios en América, y, de aquella forma no pagar tampoco impuestos por ese concepto en aquel país. El trust offshore se encargaría posteriormente de establecer los mecanismos y pasarelas financieras necesarias para que los márgenes remansados en Liberia, correspondientes al seguro, flete, refinado, comercialización, y los ahorros de impuestos mencionados, pudieran revertirse al sistema monetario legal, dispuestos para distribuir dividendos y volver a financiar el siguiente ciclo.Considerando el enorme volumen de negocio de la industria petrolera, que la descrita operativa es adoptada por la práctica totalidad del sector, y que otras flotas, tales como las asociadas a industrias extractivas, madereras y similares, también operan con este mismo artilugio de ingeniería fiscal, puede afirmarse categóricamente que el transporte marítimo, en combinación con la fórmula denominada precios de transferencia, resulta ser, con mucha diferencia, el más importante creador de dinero negro del mundo, superando en mucho los volúmenes alcanzados por los tráficos de armas o drogas, que no por ello dejan de aprovecharse también de estos sofisticados mecanismos.  Un simple paseo por las calles de Monrovia, capital de Liberia, hubiera bastado. En ningún momento se hubiera captado evidencia de riqueza alguna, ni la visita a cualquiera de las oficinas bancarias de la ciudad hubiera servido para descubrir que en sus libros se anotaran cifras de depósitos multimillonarios y saldos de cuentas que ya quisieran para sus instituciones los más prestigiosos banqueros americanos, asiáticos o europeos, sino que, paradójicamente y por el contrario, el mejor ataviado de los clientes que hubiera podido verse en cualquiera de aquellas oficinas bien hubiera podido ser confundido con el más humilde pordiosero de las calles del mundo desarrollado.No obstante, donde se podría comprobar la más fuerte paradoja, sería en el enorme puerto de Monrovia, base de una de las más importantes flotas petroleras, pesqueras y comerciales del mundo, en cuya enorme dársena apenas podrían verse media docena de viejos buques en aparente estado de desguace.
Kingsley quedó sorprendido cuando su secretaria abrió la puerta del despacho, franqueando la entraba a Kumar Kirpalani. Esperaba a un agresivo ejecutivo de las altas finanzas de Wall Street que quizás pudiera reconocer por haberlo visto desayunando en la cafetería del edificio, de almorzar en algún restaurante de la ciudad, o de coincidir con él en algún foro especializado en el ámbito bancario, pero tuvo que cambiar todos sus esquemas cuando vio a un hombre achaparrado, con gafas, aspecto bonachón y claros rasgos hindúes, y este lo saludó con palabras afectas por un acento irreconocible presentándose como apoderado de Intramoney.Kirpalani lo sabía… sabía la impresión que causaba en sus interlocutores, hasta el punto de que, si bien algunas de sus características evidentes eran consecuencia de su peculiar fisonomía, otros aspectos de su singularidad eran deliberadamente generados por él para, de aquella forma, tener un punto de referencia cierto de donde partir en la negociación con sus potenciales clientes.—Señor Kingsley, mucho gusto en conocerlo. Antes de nada quiero agradecerle la confianza que han depositado en Intramoney pidiéndonos que vengamos a apoyarles. Sepa que esa es nuestra función y que esa es mi especialidad —dijo Kumar, mientras alargaba su brazo para entregarle una tarjeta de visita.—Gracias por venir —le correspondió Kingsley absolutamente desesperanzado, ya que la imagen que ofrecía aquel hombre no parecía compatible con las soluciones financieras que el CocoBank necesitaba angustiosamente— . Por la documentación que les hemos enviado, habrán sabido que nos hemos comprometido a conceder a un cliente, asociado nuestro, un crédito que tiene por objeto la financiación de más de un centenar de proyectos de promociones inmobiliarias por un importe global sobre el que no conseguimos redactar el correspondiente Project Finance La realidad es que duplica nuestra capacidad financiera.—Según me está explicando —contestó Kumar dispuesto a quitarse la máscara que le daba aquella apariencia de humildad—, y después de haber estudiado detenidamente la documentación que nos envió, mi gabinete ha llegado a la conclusión de que, para poder atender esta operación, tienen ustedes un déficit financiero cercano a los cuatro mil millones de dólares. Antes de entrar en detalles, puedo anticiparle que Intramoney tiene varias soluciones para resolver esa situación y, si nos ponemos de acuerdo en los costos, estaremos en disposición, en cualquier momento, de formalizar la salida que más pueda interesarles. La primera opción es conseguir inversores que constituyan depósitos en su banco por un importe de cinco mil millones, con el compromiso de mantener el depósito durante un plazo determinado. De esta forma, reservados los coeficientes bancarios obligatorios correspondientes, su balance quedaría perfectamente equilibrado y su tesorería suficientemente reforzada como para poder asumir sin problemas las inversiones que han planificado realizar. La segunda es que algunas de nuestras sociedades suscriban íntegramente una emisión de bonos inmobiliarios que emita el CocoBank por importe de tres mil quinientos millones de dólares, y la tercera alternativa consistiría en que alguno de nuestros operadores compre en firme a su cliente algunos de los proyectos que tácitamente se han comprometido a financiar.Kingsley entendió que, en definitiva, las soluciones que le estaba proponiendo aquel hombre no eran sino las alternativas que ellos estuvieron considerando, pero que tuvieron que descartar porque no tenían acceso a los inversores que pudiesen haber estado interesados en participar en aquellas inversiones. Aquellas propuestas le proporcionaron dos satisfacciones: la primera, que su equipo había estado a la altura de las circunstancias, detectando soluciones acordes a la situación, las únicas soluciones que el mercado podía ofrecer, y la segunda, que se había equivocado al valorar al visitante, y aquel peculiar personaje parecía tener soluciones a la medida de las necesidades del CocoBank y CoreCo, hasta el punto de que podría convertir en viables las operaciones que pocos días antes el Comité del CocoBank estuvo a punto de denegar.—Por favor, hábleme de los costos de las alternativas que me ha planteado— le rogó Kingsley, tratando de disimular su euforia.—Podríamos aportarles clientes interesados en abrir cuentas en su banco, y mantener sus saldos durante un año, por unos tipos de interés a partir del tres por ciento, o podríamos estar interesados en comprar sus bonos inmobiliarios, a partir del cuatro. En cuanto a comprarles en firme algunas de sus promociones, sería cuestión de valorarlas una por una y negociar su tasación… Quizás la solución perfecta pudiera consistir en combinar las tres opciones.—Respecto a la primera alternativa, los depósitos a plazo —contestó Kingsley—, aunque consigamos burlar la subsiguiente concentración de riesgos, el plazo de un año para la cancelación de las cuentas no es asumible por nuestra parte, ya que nuestro compromiso con CoreCo, nuestro cliente, tiene que ser formalizado a un plazo mucho más largo.—Hoy por hoy puedo asegurarle —dijo Kumar aportando soluciones— que los depósitos podrían ser prorrogados por años sucesivos, de forma que, en el caso de que un inversor decidiera retirar su financiación, les podría presentar a otros que estuvieran interesados en prolongarla. En cuanto a la concentración de riesgos que menciona, y considerando la práctica insolvencia del beneficiario de los créditos, bastaría con crear cuantas sociedades instrumentales fueran precisas para disgregar la cifra total. —Respecto a los bonos inmobiliarios —prosiguió Kingsley—, se trata de una operación excesivamente onerosa, porque hablar de un cuatro por ciento, más nuestro margen, supone una carga que no podríamos proponer a CoreCo.Kumar creyó oportuno hacer una aclaración.—Señor Kingsley, tenga en cuenta que, en función de los coeficientes bancarios obligatorios, si la operación se resuelve mediante la apertura de cuentas al tres por ciento, tendría que contratar cinco mil millones de dólares de depósitos para equilibrar su balance, y remunerar tal cantidad, mientras que si cubrimos el déficit suscribiendo bonos inmobiliarios, bastaría con que remuneraran tres mil quinientos. Por tanto la operación de los bonos, aunque se hiciera a un tipo de interés nominal mayor, resultaría treinta millones de dólares anuales más barata que la constitución de depósitos en cuentas corrientes. Además, en el supuesto de los bonos inmobiliarios, sería CocoBank quien tendría la potestad de determinar la fecha en que le interesa devolver los fondos y amortizar la operación, independientemente de la coyuntura que pudiera afectar a los mercados.—Gracias por su aclaración, señor Kirpalani —respondió Kingsley reconfortado por lo que estaba escuchando— , pero, en todo caso, creo que es una cuestión que tendremos que sopesar. Espero que no tenga inconveniente en esperar unos días a nuestra contestación…  Sin embargo, aún hay una cuestión que desearía conocer: ¿qué procedencia tienen los fondos que nos está ofreciendo?—Represento a un trust, del que Intramoney es un asociado, y obtenemos financiación en distintas áreas y bancos offshore —contestó Kumar, consciente de que, para bien o para mal, acababa de abrirse la caja de los truenos.—Los términos áreas y bancos offshore, supongo que son eufemismos que sustituyen al genérico conocido como Paraísos fiscales —dijo ingenuamente Kingsley, sin llegar a intuir que acababa de meterse en un berenjenal de mucho calado.Existían razones para que Kumar hubiera preferido pasar de puntillas sobre aquella cuestión, obviando la siempre delicada dialéctica de los Paraísos fiscales, puesto que hacerlo podría dar lugar a importantes disensiones con su interlocutor, especialmente graves en el supuesto de que el cliente tuviese, como parecía ser el caso, prejuicios en contra de la realidad offshore. Sin embargo, también existían argumentos a favor de hacerlo, pues la experiencia le había demostrado repetidamente que antes o después tendría que derribar aquella barrera con su cliente pues, si no lo hacía,  nunca llegaría a establecer con él una relación sólida, franca y rentable. Por tanto, decidió hacer lo único que podía hacer: entrar de lleno en la materia, explicar sin reservas la realidad de los Paraísos fiscales, su funcionamiento, su justificación ética, su rol en la geopolítica mundial, y el desafío que representaban ante las economías continentales. —Si le soy franco, prefiero que se nos llame áreas de servicios financieros o simplemente empresas y bancos offshore  —prosiguió Kumar, mientras montaba su artillería—. Tenga en cuenta que la totalidad de las operaciones que le estoy ofreciendo son, en nuestros ámbitos de actuación, perfectamente legales, pues no constituyen, sino las soluciones que los mercados internacionales han ideado para oponer una alternativa viable a la avidez de los Estados Continentales en el incremento de su presión fiscal. Por tanto, si usted me habla de Paraíso fiscal, incluyendo en ello una inevitable carga peyorativa, tiene que permitirme que yo me atreva a catalogar el sistema de ustedes como un Infierno fiscal. Comprenda que carece de toda lógica que baste con solo tres o cuatro de sus principales impuestos para que la fiscalidad del sistema continental pueda llegar a superar el sesenta por ciento del PIB… Ante esa situación, los ciudadanos continentales tendrían que hacerse muchas preguntas, pero dos que resultan la clave para evaluar si está justificado el enorme volumen de los Presupuestos Generales de los Estados: ¿Tantas son las protecciones y servicios que ofrecen sus instituciones públicas?...  ¿o tan baja es la eficacia de las instituciones públicas continentales en el desempeño de sus cometidos? Y ello, sin entrar a valorar los efectos negativos que se ocasionan en el aparato productivo al someterlo a las trabas administrativas que sus responsables políticos imponen para conseguir que la persecutoria impositiva sea efectiva.—Comprendo su punto de vista, y acepto la parte de razón que pueda llevar —replicó Kingsley, intentando hacer frente al incendiario alegato de Kumar—, pero no podrá negarme que el dinero que viene a ofrecerme está manchado con la sangre de actividades criminales.Kumar agradecía normalmente la franqueza por parte de sus clientes, pero la descarnada dureza con que su interlocutor le estaba tratando empezó a alterarle, hasta el extremo de verse obligado a movilizar todos sus recursos para respaldar su postura, aunque era obvio que en el trascurso de su exposición se vería obligado a mentir llegados determinados extremos.—No puedo asegurarle, sin temor a mentirle involuntariamente, que no haya algún dinero del crimen entre el de nuestros clientes, pero le ruego que no recurra a una doble moral cuando considere esta cuestión. ¿Acaso está usted a favor del trabajo de los niños, o de la esclavitud, y puede asegurar que los zapatos o la ropa que compra en las más lujosas boutiques no están hechos con la participación de mano de obra de esa naturaleza? Lo que sí puedo asegurarle —continuó diciendo Kumar— es que nuestra institución rechaza todos los días a clientes que nos traen dinero de procedencia ilegítima.—Puede, que lleve usted razón —replicó Kingsley, influido por los prejuicios que la sociedad había considerado indiscutibles y que habían calado en su subconsciente—, pero, en todo caso, ustedes aglutinan intereses de ciudadanos del mundo que escapan de los sistemas tributarios de sus respectivos países y demuestran una falta total de solidaridad y de sensibilidad ante la justicia social.—En nuestra opinión, nuestros clientes no son ciudadanos insensibles o insolidarios —contestó Kumar, decidido a poner los puntos sobre las íes—, sino gente responsable que con sus acciones está exigiendo a sus gobiernos que racionalicen el gasto y que establezcan una proporción entre las prestaciones que les dan y lo que cobran por ello. Puede estar completamente seguro de que los Paraísos Fiscales desapareceríamos, tal como se nos conoce actualmente, en el momento en que los gobiernos continentales ajustasen el modelo, sus costos, y su sentido de justicia fiscal. Le sorprendería conocer la proporción de clientes que han venido a nuestro ámbito desde el mundo continental impulsados por el trato impío y asimétrico que habían sufrido por parte de sus respectivas instituciones fiscales.Kumar, miembro destacado del complejo offshore, carecía de un ministro de asuntos exteriores, o de una legión de diplomáticos que defendieran sus tesis de trabajo, por lo que tenía que aprovechar cada oportunidad para justificar su presencia en los mercados y los valores implícitos en su modus operandi. En esa línea, prosiguió explicando su punto de vista.—El mundo ha tenido etapas en que ciertas discusiones han llevado a que la sociedad evolucione en un sentido determinado: unas veces ha sido la religión, otras el marxismo, otras la sexualidad… —prosiguió Kumar, decidido a dinamitar las objeciones ocultas que aun pudieran albergarse en el consciente o en el inconsciente de su próximo cliente, convencido de que tenía que llegar al fondo de la cuestión si quería, no solo que el banquero lo entendiese, sino que llegase a compartir sus puntos de vista—. Pues bien, nuestros clientes de la sociedad continental, hoy, están abriendo un nuevo frente de discusión intentando encontrar contestación a la pregunta trascendental: ¿es razonable lo que nos cobran nuestros gobiernos a cambio de las prestaciones que nos dan…? Esa es, a nuestro criterio, la dialéctica que tiene que surgir en el futuro inmediato… Esa será la verdadera discusión del nuevo siglo, y ahí es donde las sociedades modernas van a tener que encontrar soluciones creativas, porque los gobiernos llamados democráticos no gobiernan pensando en la eficacia del sistema o en la felicidad de los ciudadanos a los que dicen representar, sino en función de sus propios intereses de partido, asegurándose de que las medidas que toman sean de corte electoralista para que las masas vuelvan a favorecerlos con su voto en los siguientes comicios. De cara a la discusión que estoy dando por planteada en el mundo continental, considero que es urgente que las sociedades democráticas cobren conciencia del desfase que hay entre las medidas que la sociedad necesita realmente, y las que toman sus gobiernos, orientadas prioritariamente a potenciar los partidos políticos o los lobbies que los mantienen en el poder. Encontrar una respuesta efectiva para esa dialéctica exige comprender previamente que ese sesgo es lo que explica que sus presupuestos generales cada vez sean más abultados, y que una proporción creciente de sus leyes sean ineficaces desde el punto de vista de la felicidad y la convivencia de sus gentes, por muy previsto que esta figure como objetivo prioritario en sus Leyes fundamentales, ya que acaban siendo solo un conjunto paranoico de normas cuya verdadera utilidad es permitir la financiación de una Administración cada vez más obsoleta y más agobiada por sus siempre excedidas partidas presupuestarias. Son los ciudadanos quienes algún día se sublevarán y se opondrán al mantenimiento de eseinfierno fiscal, y deberían ustedes rezar para que ese día llegue pronto, porque en este contexto es donde las empresas y bancos offshore cobramos un interés dialéctico: configurarnos como un contrapunto posible al anticuado e ineficaz modelo que la partidocracia pone a disposición de las sociedades llamadas democráticas. Solo con ser consciente de esta problemática, basta para considerar que, aunque no pueda decirse que nuestra opción sea más o menos legítima que la continental, sí deja claro que se trata de una alternativa tan legítima como la que más. Después de todo, se trata de nuestra soberanía. Comprenda que Cayman Island, como cualquier otra nación, pertenezca, o no, al ámbito offshore, está legitimada para establecer su propio régimen fiscal. Petrificado. Así es como se quedó Louis, escuchando aquellas explicaciones mientras que, igual que Saturno, que devoraba a sus propios hijos, él se veía obligado a devorar sus propios principios democráticos, los que le habían sido inculcados desde que tenía uso de razón, y que constituían el más íntimo orgullo de los norteamericanos por ser ellos los creadores de aquél régimen político llamado a regir el universo. — ¡Cuánta impostura —prosiguió Kumar, decidido a culminar su alegato—, cuánto lobo con piel de cordero, cuánto cinismo, y cuánto chantaje colectivo ejerce la clase política que ustedes llaman democrática, y cuánta ingenuidad e indolencia por parte de la ciudadanía! Si se hiciera un ranking universal de las palabras en cuyo nombre se han dicho más mentiras, se han cometido crímenes más abominables, y se ha dado cobertura a más tropelías, sin duda que en el palmarés nos encontraríamos en el primer puesto con el término religión, pero seguido muy de cerca, y en segundo término, por el de democracia; la democracia y el monstruoso aparato presupuestario que conlleva, por cuyo control los hombres más avariciosos son capaces de matar y de morir; morir en aras de la codicia, la muerte más detestable de todas. En fin, la democracia, como artificio sociológico que  ha sustituido en la época contemporánea a la religión en el control de las masas, indolentes ya ante las amenazas del fuego eterno.—Deduzco de sus palabras que preconiza usted un régimen político diferente a la democracia— interpeló Louis, desbordado en su capacidad de remodelar sus convicciones más primarias, e incapaz  de evitar un cierto retintín.—De ninguna manera, señor Kingsley. Debido a mi profesión y a mi campo de operaciones, soy una de las personas menos autorizadas del mundo para preconizar nada en este sentido, puesto que en nuestras pequeñas sociedades la necesidad de organización política queda relegada a funciones domésticas de ínfima importancia, y precisamente por ello no despiertan la codicia de nadie. No obstante, y como norma general, le recomendaría que, cuando vea al candidato de cualquier partido político dispuesto a todo por alcanzar el control de las instituciones del poder, y trate de justificarse diciendo que todo lo hace en aras del bien común, por lo menos lo ponga bajo sospecha de que esté mintiendo, pues lo normal sería que mantuviera una carta en la manga donde figuraría la identidad de la institución, quizás él mismo, a quien debe su auténtica lealtad. Podría asegurarle que, en los tiempos que corren, las manifestaciones que hacen la mayor parte de los sujetos que encabezan las listas electorales de todos los partidos, y el nirvana propuesto en sus utópicos programas electorales, nada tienen que ver con sus verdaderas intenciones.—Señor Kumar—intervino Kingsley—, le ruego que considere que la democracia que usted está denostando no es sino un procedimiento por el que los ciudadanos nombramos a quienes han de representarnos en el ámbito colectivo. Comprenda que, si bien es cierto que el sistema tiene sus defectos, también lo es que no sé que exista otro mejor.— Yo tampoco —añadió Kumar, consciente de que la cruda franqueza de Kingsley le había sofocado—, pero antes de dar por terminado este asunto quisiera aclararle que se olvida de que, en los estados democráticos modernos, los ciudadanos no son quienes eligen a sus representantes, sino que se limitan a optar entre las propuestas de los distintos partidos políticos, y ahí es donde pueden interferirse, y de hecho se interfieren, intereses ajenos e incluso discordantes con el bien común, convirtiendo a la política en un literal elogio de la traición. En el fondo, al régimen político de ustedes le ocurre lo mismo que al de las llamadas democracias islámicas, en donde los ciudadanos solo pueden elegir entre las ternas propuestas por los ayatolás, con la diferencia de que en el caso de ustedes no son los santones del régimen, sino los gerifaltes de los partidos políticos quienes conforman las listas. En cualquier caso, le ruego que me disculpe si he llegado a herir su sensibilidad de demócrata y por haber permitido que nuestra conversación haya discurrido por estos derroteros que no son mi especialidad. Por tanto, permítame volver al tema que nos ocupa.Cuando Kumar acabó con aquellas palabras que le sirvieron para definir su campo de actuación, y para devolver al tejado de Kingsley la pelota por haber hablado en tono peyorativo de los Paraísos fiscales, tomó un poco de agua del vaso que la secretaria de Louis le había servido, para continuar dándole forma a la propuesta comercial y financiera que le había traído.—Considérelo desde otro punto de vista, señor Kingsley: Los Paraísos Fiscales no somos sino un producto más del catálogo general de servicios financieros que un banco continental moderno tiene que ofrecer a sus clientes. ¿Cree usted tener legitimidad para excluir nuestro producto de la oferta con la que su banco está comprometido? ¿Cree usted, como banquero, que su negocio sería viable a medio plazo si nos excluyera de su menú? Tendrá que pensar muy bien cómo contestar a ambas cuestiones, porque una evaluación incorrecta en este punto podría condicionar el futuro de su banco.Kumar había estudiado minuciosamente docenas de manuales sobre dirección de empresas y sus técnicas comerciales en el trato con clientes, y se había encontrado repetidamente con la recomendación de que la política y la religión fueran considerados dos tabúes que debían ser evitados en cualquier negociación, ya que ambos se encuentran profundamente arraigados en lo más íntimo de cada persona, y  tratarlos de forma diferente a como los conciba el cliente podría arruinar cualquier negociación comercial. Sin embargo, él estaba condenado a tratar ambos a la más mínima insinuación del futuro cliente, y tenía sólidos argumentos para hacerlo, aunque solo fuera para evitar que se perpetuasen objeciones ocultas. Por ello, aún creyó oportuno añadir un par de puntualizaciones.—Le voy a dar una perspectiva más que le ayudará a tener una correcta visión de conjunto: la práctica totalidad de las grandes corporaciones opera mediante lo que usted ha llamado Paraísos fiscales, y las empresas que tienen suficiente volumen como para acceder a nuestro mercado encuentran la forma de hacerlo. Le sorprendería conocer quiénes son nuestros principales clientes. Solo puedo asegurarle que uno de cada cuatro dólares que se mueven en el mundo ya lo hace a través de nuestras pasarelas, y la proporción aumenta cada día… ¿Qué ocurrirá cuando sean dos de cada cuatro… o tres de cada cuatro?… Le garantizo que nos preocupa seriamente lo que pueda ocurrir en el mundo cuando la proporción de lo que circule por nuestros bancos offshore se acerque a cuatro de cada cuatro dólares porque, en el fondo, nuestros circuitos financieros viven del continental y, sin él, nuestra oferta financiera dejaría de tener interés. Por favor, quédese con este modelo, porque resume muy gráficamente nuestra forma de actuar: El dinero que está circulando actualmente en el mundo de los negocios continentales lo hace como el agua que gira en una tina a la que se ha quitado el tapón: gira y gira… hasta que al final cae indefectiblemente por el desagüe que constituyen los circuitos offshore. Intramoney lo único que hace es recoger el líquido sumido por la espita, volviéndolo a incorporar al que gira en el remolino.Kingsley no podía creer lo que estaba escuchando, consciente de que su visión sobre los Paraísos fiscales había cambiado radicalmente y le había llevado a concebir una perspectiva apocalíptica del mundo desarrollado que hasta el momento no había llegado ni a intuir. No estaba seguro de si había sido un necio que hasta entonces no había sido capaz de comprender la verdadera naturaleza de las cosas, o si aquel personaje bajito, medio calvo, y con rasgos incipientes de obesidad, había conseguido confundirle con su ágil dialéctica. Lo cierto, no obstante, fue que acabó comprendiendo que el mundo estaba obligado a seguir con el desarrollo de su propio concepto de Estado de bienestar mientras el CocoBank necesitaba la financiación que Intramoney le ofrecía. Por tanto, tomó la única decisión posible en aquel momento.—Señor Kumar, he tenido mucho gusto en escuchar sus interesantes planteamientos. ¿Qué le parece si nos vemos el próximo jueves?
La puesta en marcha de CoreCo acabó siendo un éxito sin paliativos. A costa de desbancar al más potente holdinginmobiliario de New York, en cuatro años se completaron y se vendieron la totalidad de los proyectos acometidos. La cifra de negocio de las operaciones iniciadas en aquella primera campaña superó los siete mil millones de dólares, y el beneficio obtenido ascendió a mil quinientos después de pagar impuestos y gastos, incluidos unos sustanciosos sueldos para cada uno de los ocho socios. La operación permitió la distribución de suculentos beneficios, aun después de los inmovilizados que realizaron: doscientos millones de dólares para Kingsley, cien para Patten, su primer socio, y veintiocho para cada uno de los otros seis arquitectos… Tras aquella campaña, CoreCo había alcanzado velocidad de crucero y constituyó una feroz competencia para el holding que componían las promotoras de la city.En cuanto a Kumar y el trust offshore que representaba, también arrambló con un buen bocado, pues una sociedad pantalla liberiana, filial de Texas Industry Oil, compró en firme uno de los dos centros comerciales construidos, y el Investiment Cayman Bank suscribió dos mil millones de dólares de los bonos inmobiliarios que libró CoreCo con el aval del CocoBank.
Seis años después de iniciar su andadura en el mundo de la promoción inmobiliaria, el veintinueve de diciembre de 1982, Kingsley entraba al Trump Tower Building y pedía al ascensorista que le llevara a la planta principal. Henry Harrison, cabeza del holding inmobiliario que operabas en el estado de New York, le había invitado para que asistiera al lunch informal que había organizado junto a sus asociados, en su despacho, con motivo del final de año.El lujo de las oficinas era impresionante; el grosor de las alfombras apenas le permitía advertir que su peso gravitaba sobre la suela de sus zapatos; el silencio de la sala, y el recogimiento de la secretaria que lo recibió, le sugerían que había perdido el sentido del oído, salvedad hecha a la tenue música que se estaba escuchando; y la iluminación indirecta, centrada exclusivamente en los valiosos elementos de la decoración que se querían realzar, le hacían consciente de que estaba en la cueva del lobo… Sin embargo, a pesar de tanta ostentación y grandeza, les había arrebatado el setenta y cinco por ciento de sus negocios de los últimos cuatro años sin que hubiera expectativa alguna de que cambiase la tendencia.—El señor Kingsley —dijo la secretaria, después de golpear con los nudillos la puerta, y comprobar que su jefe le estaba atendiendo.—Adelante Kingsley… si me permite tutearlo —dijo Henry Harrison.—Desde luego —contestó el visitante—, si lo desea puede llamarme Louis.—Quiero presentarte a mis esforzados competidores—dijo Harrison en tono jocoso, mientras extendía su mano para tomar enérgicamente la de Kingsley, y se disponía a presentarle uno por uno a todos los asistentes, quienes se comportaron con una sencillez y amabilidad que sorprendió a Louis—. Yo soy Henry Harrison, te ruego que me llames “HH”.—Advierto que faltan algunos de tus socios—dijo Kingsley,  tras comprobar con una simple mirada que en la sala no estaban los doce promotores cuyos nombres había conocido en los  anuarios que había consultado.—Después de la sequía a que nos has sometido durante años, conseguiste que cuatro de nuestros colegas se jubilaran; pero que no te quede remordimiento por ello, se trataba de gente con una edad; en el fondo, te lo han agradecido —respondió HH haciendo alarde de su gran sentido del humor.En aquel ambiente tuvo la oportunidad de degustar los más exquisitos manjares, aunque, sin duda, lo mejor de la jornada fue el tono cordial, amable, desenfadado y humilde, con el que los anfitriones demostraban sin reservas, no solo que le abrían sus puertas, sino que estaban predispuestos a aceptarle como miembro distinguido de su restringido club.Cuando, pasadas dos horas, la reunión se dio por terminada, cualquier joven empresario hubiera salido sin haber comprendido el motivo por el que lo habían invitado a aquella reunión. Pero Kingsley sí lo sabía: después de cinco años en que habían concurrido por separado a las subastas de suelo urbanizable, querían compartir con él los siguientes ejercicios, de forma que la competencia entre ellos no encareciera las pujas.A cambio de aquello, Kingsley obtuvo, con su simulada modestia, la promesa de todos de no guardar rencores por su forma de irrumpir en aquella actividad, y la de dedicar al CocoBank una importante cuota del negocio bancario que emanara de la promoción inmobiliaria que se gestionara en el futuro. Así fue como Louis Kingsley, pocos días después de haber celebrado su treinta y cuatro cumpleaños, había conseguido entrar en el mundo de los grandes y que el CocoBank tuviera la opción de aspirar a la operación más ambiciosa que jamás hubiera llegado a olfatear.Pero ni aquel éxito empresarial, ni su fulgurante carrera, consiguieron deslumbrar la claridad de ideas de Louis. Aquella noche, mientras veía por televisión que las dos agujas verticales y superpuestas de  infinidad de relojes públicos de la ciudad avisaban que un nuevo año estaba dando sus primeros pasos, meditó sobre la humildad de sus orígenes y sobre la enorme deuda que mantenía con la familia Carter ¿Qué le habría ocurrido si el viejo Carter no hubiese apostado por él con la contundencia que lo hizo? Ni el banco; ni la promotora; ni Julia, su hija; ni Diana, su esposa. Nada de lo verdaderamente valioso que tenía en aquel momento lo tendría si no se hubiera encontrado en el camino con la familia Carter, y aquello ocurrió hacía ya más de siete años, en Vietnam.
PARA COMPRENDER ADECUADAMENTE ESTA ENTRADA, ES CONVENIENTE LEER TAMBIÉN ESTA OTRA.
EL CONTENIDO DE ESTA ENTRADA CONSTITUYE EL SEGUNDO CAPÍTULO DE LECHE Y BANANAS, MI NOVELA INÉDITA.
SI DESEAS SEGUIR LEYENDO LA NOVELA LECHE Y BANANAS, QUÉDATE ATENTO A ESTE BLOG, SEMANALMENTE LA SEGUIREMOS PUBLICANDO. EN LOS SIGUIENTES CAPÍTULOS, UNA PECULIAR VERSIÓN SOBRE LA BURBUJA BURSATIL E INMOBILIARIA DE JAPÓN (LA DÉCADA PEDIDA).



Publicado por , miembro de Red de Blogs Comprometidos

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