La infiltración es un método no quirúrgico y prácticamente indoloro de gran eficacia a la hora de rejuvenecer el rostro. Es una técnica que permite rellenar las arrugas o matizar las imperfecciones faciales sin tener que someterse a intervenciones quirúrgicas.
La clave del éxito de este tratamiento de restauración facial sin cirugía parece estar en la nueva generación de productos dermatológicos sin riesgo de alergias que, implantados bajo la piel, consiguen rellenar las arrugas y surcos, aumentar el volumen de los labios y corregir las pequeñas cicatrices en sólo dos sesiones de pocos minutos cada una realizadas sin anestesia, y sin tener que alterar la vida normal.
Este tipo de tratamiento se logra en sólo dos sesiones (una de aplicación de la infiltración y otra de retoque) de pocos minutos cada una, afirman los expertos en el tema. Precisamente por la rapidez de su aplicación este tratamiento no altera en absoluto la vida normal de la persona que se somete a ella. Simplemente, la persona en cuestión llega a la clínica, se le infiltra la cantidad determinada en las zonas que se vayan a tratar y ya puede volver a sus ocupaciones habituales. Las infiltraciones carecen de las complicaciones y riesgos que se pueden asociar a una cirugía y no provocan ningún efecto secundario más allá de una ligera hinchazón que desaparece a los pocos minutos.
Las infiltraciones están indicadas especialmente para el relleno de surcos y arrugas y la corrección de pequeñas cicatrices en la piel del rostro como consecuencia de traumatismos o de huellas dejadas por el acné. Principalmente se usan para rellenar el rictus naso geniano que va de la nariz a la comisura de los labios aunque también es útil para tratar algunas arrugas del entrecejo.
Este tipo de tratamiento debe realizarse de manera constante para obtener buenos resultados y mantenerlos en el tiempo.