Hay muchas razones que convierten el voto en blanco en la opción más razonable para cualquier demócrata del planeta, pero hay países, como España, en los que la traición de los políticos al sistema democrático ha sido tan profunda y salvaje que votar en blanco se ha convertido en un deber ciudadano ineludible y una obligación ética.
Cuando la democracia funciona y es justa, el voto en blanco tiene escaso sentido, pero cuando la democracia está degradada y degenerada como consecuencia de la pésima labor de los políticos y de sus partidos, el voto en blanco es revolucionario y un poderoso agente de limpieza. Los políticos no quieren que votemos en blanco porque ese voto representa claramente un rechazo a sus propuestas y a su protagonismo en el sistema. Ellos prefieren que votemos, aunque sea al partido contrario, porque ese voto fortalece el sistema que ellos dominan y controlan. Votar a la oposición para castigar al gobierno es un recurso inútil que alimenta la partitocracia y corrompe todavía más la democracia.
La única salida decente para un verdadero demócrata es lanzarle a la "casta" política la bofetada en el rostro que el voto en blanco representa en democracia, la mejor manera de recordarles que no nos gustan, que han corrompido el sistema, que son arrogantes, que su mal gobierno nos está conduciendo a la ruina, que no aceptamos su corrupción, ni la prostitución de la democracia, ni la expulsión del ciudadano de los procesos de toma de decisiones, una marginación que corrompe la esencia misma del sistema democrático, en el que el ciudadano es soberano y protagonista.
Entre las muchas razones que sustentan el voto en blanco, hay dos que sobresalen:
1.- Los políticos, ineptos y corruptos, merecen un castigo ciudadano por el daño que han causado a la prosperidad, a la convivencia, a la decencia y a la democracia. El voto en blanco es el más duro rechazo a sus propuestas, una bofetada directa a su arrogancia e inutilidad.
2.- Los partidos políticos se han convertido en el mayor problema de las democracia y en el gran obstáculo que impide la regeneración. Ellos tienen el poder y los privilegios y se niegan a reformar un sistema adulterado que les beneficia y consagra como los "nuevos amos". Los partidos son hoy el mayor problema de la democracia y la mayor fuerza esclavizante de la sociedad moderna. Se merecen como nadie que los ciudadanos les golpeen con un diluvio de votos en blanco en las urnas.
Hay una tercera razón no menos importante: las leyes que los políticos han hecho para incrementar su poder y privilegios les otorga dinero por cada voto que reciben en las urnas. Con el voto en blanco no cobrarán ni un céntimo del erario público.
El recién desaparecido Saramago, Premio Nobel de Literatura, lo escribe en su "Ensayo sobre la Lucidez": "El sistema democrático tiene una bomba, y la bomba es el voto en blanco. Un cambio democrático puede nacer del uso consciente, muy consciente, del voto en blanco. Eso sería darle un susto, un susto tremendo al sistema electoral. A mi me gustaría que la ciudadanía le diera un susto muy fuerte a la clase política con el voto en blanco. Así se tenga el 80 por ciento de abstención, el sistema seguirá funcionando, pero qué ocurriría, ¿qué haría un gobierno si se encuentra con un 80 por ciento de votos en blanco?"
Las mismas ventajas y atributos democráticos del Voto en Blanco son extensivas al Voto Nulo con Reproche, consistente en introducir en las urnas una papeleta en la que el ciudadano ha escrito una frase de reproche, un mensaje explícito cargado de denuncia, algo así como "chorizos", "ladrones" o "traidores".
La abstención no es una actitud justificable en democracia porque implica desprecio al sistema. El que se abstiene rechaza la democracia, mientras que el que vota en blanco o anula su voto incluyendo un reproche en la papeleta acepta la democracia y ejerce su derecho al voto, una conquista irrenunciable de la Humanidad, pero rechaza a los políticos que han prostituido ese sistema y se benefician de él.
Los políticos se merecen el reproche y el desprecio de los ciudadanos demócratas, no sólo porque han traicionado y degradado la democracia, sino porque no han sido capaces de mejorar el mundo, ni de solucionar ninguno de los grandes problemas de la Humanidad: hambre, desigualdad, indefensión, inseguridad, pobreza, explotación, violencia...
Entre las muchas razones que justifican la necesidad de despreciar y rechazar a los políticos destaca una que es sustancial y que afecta al núcleo del problema: el robo de la democracia.
Casi todos los males que aquejan a nuestro mundo, desde la actual crisis económica al desempleo masivo, la crueldad, la violencia, el hambre, la injusticia y la desigualdad, tienen su origen en una fechoría histórica de grandes proporciones: "el gran robo de la democracia", que fue soñada e ideada por los hombres y las mujeres libres para que nos liberara de la opresión y que después nos fue arrebatada por los políticos, que se tornaron opresores, como los antiguos señores. Ese es el gran pecado de origen que marca a la actual "casta" política y la convierte en despreciable.
Los dueños de la democracia, sus accionistas, somo los ciudadanos, pero los políticos, que eran nuestros empleados, nos la han robado.
"El robo de la democracia" es uno de los más sucios y vergonzosos episodios de la historia de la delincuencia mundial. Es un capítulo abierto en la Historia de la ignominia que algún día, cuando la Justicia vuelva a reinar, tendrá que ser castigado con todo rigor. Hasta que los ladrones no restituyan lo que un día rapiñaron, no son otra cosa que usurpadores ilegítimos de una propiedad ajena, simples ladrones impunes, amparados por una ley injusta que ellos mismos han dictado.
El "Voto en Blanco" es la respuesta de los ciudadanos despojados a sus verdugos, a los que se han apropiado mafiosa e indignamente de nuestra empresa común.