Por: Carlos B. González Pecotche
Artículo publicado en Revista Logosófica en noviembre de 1941 pág. 23
Ocurre a menudo que cuando una persona lee los estudios de Logosofía que aparecen en esta revista, o escucha lo que alguien le informa sobre la importancia y trascendencia de los mismos, manifiesta su temor de que esos estudios la substraigan de sus ocupaciones habituales y le roben el tiempo que necesita para sus distracciones, etc.
No pecaríamos de habernos excedido si dijésemos que consideramos esta apreciación totalmente infundada. En primer lugar, nadie puede juzgar una cosa a través de una simple lectura o por impresiones de otros, ni establecer comparaciones o hacer discriminaciones de lo que ignora, o mejor dicho, de lo que no es de su conocimiento, y en segundo, no hay que olvidar que muy contados son los que distribuyen su tiempo eficientemente.
Por lo común, a todos les falta el tiempo porque no saben organizar las actividades de su mente, empleando muchas veces horas y hasta días, en aquello que puede hacerse en breves instantes. La Logosofía, precisamente, entre las múltiples cosas que enseña, adiestra al hombre a fin de que sepa aprovechar el tiempo y disponer de él con grandes ventajas para su vida. Tenemos numerosos casos de personas, por ejemplo, que al comenzar los estudios logosóficos no tenían mayormente tiempo para ocuparse de ellos, y luego de un breve período, con gran sorpresa de su parte, éste les sobraba en abundancia. Es que esta ciencia, al dar a conocer cómo actúa el mecanismo mental y la actividad e influencia de los pensamientos en el mismo, labra para el ser una de sus mayores conquistas, permitiéndole el libre movimiento de sus funciones mentales en correspondencia con una evolución siempre creciente que le conducirá hacia una entera superación. La Logosofía es el mejor y más eficaz auxiliar para el conocimiento del ser en todas las situaciones de la vida, dado que comienza. por aligerar el peso de las preocupaciones, evitar la prolongación de estados mentales infértiles provocados por problemas no resueltos y eliminar los mil motivos que atrapan el pensamiento obligando al hombre a atender deficientemente sus ocupaciones y hasta haciéndole vivir una existencia amarga, llena de inquietudes y sobresaltos.