Revista Política

Inger Enkvist

Publicado el 03 septiembre 2016 por Alejandropumarino

Inger Enkvist

En una breve entrevista en el diario catalán La Vanguardia, la catedrática de Español y asesora del Ministerio de Educación sueco Inger Enkvist describe los pilares fundamentales sobre los que estima que debe asentarse la educación en occidente donde “se ha creído que la educación era un bien ya conquistado y han dejado de exigir esfuerzo a los alumnos”.

Cree que es un error considerar que todos los alumnos se esfuerzan y por eso no exigir resultados, motivo por el que ahora, el alumno se percibe como algo “intocable”. Para Enkvist, “para que haya inclusión” de los alumnos “todo el mundo tiene que aceptar hacer su trabajo. Si anteponemos la convivencia al aprendizaje se hunde todo”. La clave es “que el aprendizaje mejora la convivencia” y no al contrario.

El modelo educativo a imitar es aquel que logra los mejores resultados. En este caso, el finlandés, con un estilo de escuela “tradicional, la que había en Suecia hace medio siglo”, dice Enkvist. En Finalndia “preparan muy bien a los niños en primaria, establecen buenas costumbres de trabajo con apoyo inmediato al alumno que lo necesita para que no acumule retraso”. Lo que hay que hacer es dejar claro a los alumnos que “no pasarán de curso si no se saben las materias.

La señora Enkvist ha hecho estas declaraciones, que parecen de perogrullo y no deberían merecer atención alguna. El problema es que los sucesivos planes de enseñanza, con la colaboración de las dos formaciones políticas mayoritarias en este país, no premian la cultura del esfuerzo y del sacrificio, en un intento tan absurdo como inútil de igualar al alumnado en la llegada, y no en la salida. Premiar a los mejores es tan lógico como entender que, en los recientes juegos olímpicos, no todos los participantes pueden obtener la mellada de oro en sus respectivas especialidades; que al final no todos los estudiantes puedan ser titulados superiores es de fácil comprensión, menos para nuestros políticos que castigan a los enseñantes que no muestran, en sus estadísticas, suficiente número de aprobados. Paradojas de la vida.


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