Las elecciones en Italia produjeron un titular que merece la pena ser desgranado, “ingobernabilidad”. La primera lectura es clara, los partidos que están en el poder son ideológicamente enemigos y serán incapaces de ponerse de acuerdo. La segunda es un poco más compleja y jugosa.
Muchos sistemas electorales se crean con la intención de evitar dicha situación de ingobernabilidad, que en países de un tamaño medio como Italia o España seguramente provocaría de forma recurrente la implantación de una circunscripción única sin ajustes porcentuales como el caso de la ley D´hont implantada en España. Para muchos ciudadanos lo que provocan estos “sistemas de voto ajustados” son descompensaciones democráticas debido al efecto de la sobre-representación bien para determinadas áreas geográficas o para partidos de corte mayoritario.
La paradoja es que esa situación de ingobernabilidad no es tan siquiera controlable por los sistemas electorales, porque la capacidad de cambiar de la ciudadanía es algo que escapa de la lógica de aquellos que se alejan en exceso de ella para erigirse como gobernantes.En nuestras democracias no tenemos mucho margen como ciudadanos para tratar de cambiar las cosas, la opción más real es la del voto, y para las demás se necesita a otros ciudadanos y conseguir crear un grupo de presión capaz de influir en la toma de decisiones.Por tanto como nuestra alternativa principal es la de una papeleta con nombres cada varios años, la exprimimos a fondo. En Italia la llamada situación de Ingobernabilidad la han provocado los políticos y la han llevado a cabo los ciudadanos hartos de un stablishment acomodado. Bajo mi punto de vista esa situación tiene un mensaje claro, y es que los políticos tienen que olvidarse de viejas trifulcas por ostentar el poder y ponerse a trabajar por el bien común y la prosperidad de la sociedad que en último caso es la labor de cualquier gobierno. Pero ¿Cómo hacerlo? pues fácil, a través del “entendimiento”, porque las políticas que llevan a cabo tienen un trasfondo tan similar y una intención tan oscura en los casos de la supuesta derecha y la supuesta izquierda, que la gente se ha cansado, y lo que pretende es que los elegidos para gobernar se entiendan entre ellos, a ver si de una vez por todas son capaces de mirar hacia los ciudadanos.Por tanto la cuestión está en que no se trata o mejor dicho no debiera tratarse de “ingobernabilidad” sino de “Entendimiento”. Aquí entra en juego el lenguaje que utilizamos y escuchamos como diría G.Lakoff, que delimitan nuestra forma de ver el mundo. Igual que existe la presunción de inocencia debiera existir la presunción de entendimiento, aunque en este caso parece más adecuado hablar de predisposición que de presunción. Sea como fuere el lenguaje tiene que empezar a ser claro, pero no solo cuando a los principales transmisores les interese, como en el caso del “España va bien”, también cuando las cosas sean al revés, yo aun no he oído una frase tan celebrada pero en el signo contrario “España va mal”.En cualquier caso en este nuestro país debemos tener presente que las probabilidades de un resultado electoral similar al de Italia son bastante altas, y por tanto debiéramos ir pensando en dar una vuelta de tuerca a nuestra impertérrita queja del otro, sobre todo los políticos porque la disposición ciudadana es a ponérselo difícil y no dejar que abusen de ese panfletario lenguaje que ya sólo convence a los dogmáticos, o acaso no habéis pensado cuánto tiempo tardarían un grupo de ciudadanos en resolver el tema de la transparencia, mientras que el PP y el PSOE son incapaces de ponerse de acuerdo, una vez más ponen en boga el refrán “cuando el rio suena agua lleva”.