Muere la primavera y como espectador de mi propia vida me detengo sobre esa actitud, instrumento pernicioso y desagradable, que son los comportamientos y formas ingratas. El ser humano puede llegar a demostrar una capacidad para generar bilis, decepción, enfado, lástima… tan sólo con ser ingrato.
Sin querer darle mayor importancia, si me apetece desahogar el lamento que hace unos días sentí gracias a un comentario desinformado que leí en este mismo blog, pero que desgraciadamente, destila esa ingratitud maligna que habita en muchas personas.
No pretendo regodearme pero en la sociedad actual la ingratitud, la crítica fácil y negativa; el levantar mala imagen de los demás, parece un comportamiento a premiar. Y cuando uno no conoce, no sabe y sólo pretende escupir infundios, además de fácil parece ser divertido.
Escuchaba el otro día un par de hipótesis sobre cómo enfrentarse, en este mundillo de la informática, de las redes sociales… a este tipo de comentarios denominados “troll”. Pues la gente que sabe más que yo, nada difícil por otra parte, señalaba que lo más interesante era no alimentarlos, no contestar… Debe ser así, pero este viejo saltamontes no puede pasar por alto y saltar ante la calumnia, el infundio y la mala leche que no sirve ni para hacer cuajada.
Por eso respondo, por eso me indigno… por eso desperdicio esta columna en restregarle su inmundicia.
Disculpen.