Por Stella Calloni/La Jornada
Buenos Aires. Durante la XVII Cumbre del Movimiento de Países No Alineados que se realizará en la Isla de Margarita en Venezuela (Noal), entre el 13 y el 18 de septiembre, el presidente Nicolás Maduro recibirá la presidencia protémpore de esa organización, en el marco de una verdadera ofensiva contrainsurgente de Estados Unidos contra ese país.
La asistencia de 120 miembros del Noal en esta circunstancia significa un respaldo evidente a un país cuyo gobierno resiste junto al pueblo una Guerra de Baja Intensidad (GBI) de características no convencionales, cuyo accionar contrainsurgente permanece activo desde el frustrado golpe de Estado de abril del año 2002 contra el entonces presidente Hugo Chávez Frías.
La ofensiva de Estados Unidos, que asesora, financia y maneja a la oposición golpista ha sido especialmente dura contra Venezuela, dejando decenas de muertos en distintos momentos de esta historia, a lo que se añade la guerra económica-con la baja de los precios del petróleo y otras actividades,- que se acrecentaron con un esquema de desabastecimiento de características poco comunes. Miles de toneladas de alimentos, medicamentos, productos diversos y también miles de litros de gasolina, fueron sistemáticamente llevados fuera del territorio venezolano, en una red manejada por el paramilitarismo colombiano, y las tropas especiales que Estados Unidos mantiene en sus bases militares en Colombia.
Precisamente muchos de los países miembros del Noal, han sido víctimas de políticas similares, cuando no de guerras coloniales, que han regresado en este siglo XXI.
Estados Unidos no está “regresando” a América Latina y el Caribe, no se fue nunca y mientras avanzaba “manu militari” en su política de expansión global como la potencia imperial que es, sobre Medio Oriente, el norte de Africa, Asia, Europa desde fines de los años 80 había enviado una oleada de Fundaciones a América Latina, que a su vez fueron creando Organizaciones No Gubernamentales (ong) para preparar el terreno hacia el desalojo de gobiernos progresistas, infiltrándose en diversos sectores de la sociedad.
Estas financiaron las oposiciones, las “nuevas” y mediocres derechas y a los medios masivos de comunicación, a los que se convirtió en grandes monopolios..
El siglo XXI fue sorprendente para Washington. A partir de la implantación de las dictaduras neoliberales en los años 90, sucesoras de las militares, últimas destinadas a quebrar toda posibilidad de resistencia al neoliberalismo rampante que se aplicaría, comenzó desde muy abajo el surgimiento de nuevos protagonistas en la historia de resistencia regional.
Aparecieron desde los rincones más oscuros, los nuevos movimientos de rebelión, con la resurrección de los pueblos originarios, que en más de un país estuvieron al frente de la lucha antineoliberal que se libró en el continente y que se ganó en los caminos y las carreteras latinoamericanas.
Esos históricos movimientos parieron presidentes como Hugo Chávez Frías, el gran precursor en 1998, Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, Tabaré Vázquez en Uruguay, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Michelle Bachelet en Chile, mientras en Centroamérica regresaban por elecciones los dirigentes de las guerras de liberación como el Frente Sandinista en Nicaragua, el Farabundo Martí en El Salvador y en Honduras, territorio ocupado militarmente por Washington, la sorpresa de Manuel Zelaya. Cuba en tanto no sólo continuaba y continúa resistiendo el brutal bloqueo de Estados Unidos, sino logrando cada vez un mayor reconocimiento en el mundo, a pesar del terrorismo de todo tipo aplicado por Washington contra esa isla en el Caribe, símbolo de independencia, dignidad y resistencia soberana.
Se encendieron luces de alerta en Estados Unidos, ante hechos históricos como el No al Area para el Libre Comercio de las Américas (Alca) en 2005 , o el proceso de integración, que se fue extendiendo y pasó de ser un simple marco de acuerdos aduaneros, como el primer Mercado Común del Sur, a una unidad política, económica cultural, como la Unión de Naciones Sudamericanas, (Unsaur) y luego la Comunidad de Naciones Latinomericanas y Caribeñas (Celac), un proceso único en la historia de la región, o la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) el más avanzado proyecto políticamente.
En poco más de una década se dieron cambios sustanciales. América Latina, ya imaginada como la Patria Grande dio pasos extraordinarios en un proceso emancipatorio que arrastraba a los más remisos y alcanzaba logros y pluralidades nunca vistos, asegurando la formación de un bloque totalmente distinto a los previstos, que proponía un novedoso dinamismo y en cuyo ADN estaba un modelo que apuntaba a la verdadera independencia y al respeto e igualdad entre los pueblos.
La invasión silenciosa
Mientras esto sucedía, en las sombras las fundaciones y ong de Estados Unidos, crecían como arañas, las oposiciones políticas se convertían en las más dependientes de la potencia imperial, que aún domina América. El Comando Sur, por razones estratégicas se fue de Panamá al comienzo de este siglo, pero se extendió como un pulpo, dispersando sus bases y tropas en los países de América Latina, como parte de la nueva estrategia de guerra de Baja Intensidad para estar en el “territorio” cuando comenzaran los conflictos.
Despliegue rápido para sus tropas y por otra parte una guerra contrainsurgente renovada con su estrategia de guerra psicológica, de enormes alcances gracias a las nuevas tecnología para controlar el levantisco “patio trasero”. Un proyecto geoestratégico de recolonización continental, trazado en diversos documentos producidos por los “tanques pensantes” de Estados Unidos iba aceitándose paso por paso.
En este rápido vuelo por la región, vale destacar los varios golpes de Estado, de los cuales prosperaron cuatro : 2002 golpe contra Hugo Chávez Frías derrotado por el pueblo y militares patrióticos en 48 horas en Venezuela contra el presidente Hugo Chávez, 2004 en Haití, contra el presidente Jean-Bertrand Aristide, secuestrado por fuerzas estadounidenses y llevado finalmente a Sudáfrica; 2006 la firma del Plan Mérida con México donde Estados Unidos impuso una “guerra” contra el narcotráfico, dirigiendo a las fuerzas armadas mexicanas contra el pueblo, con miles de víctimas en una soslayada ocupación y control; 2008 intento en Argentina durante un paro patronal del campo durante cuatro meses contra Cristina Fernández de Kirchner y en septiembre de ese mismo año, el golpe atípico cívico prefectural contra Evo Morales en Bolivia, que dejó muerte y destrucción, pero abortado con la ayuda del pueblo y la Unasur; 2009 en Honduras logrado contra el presidente Manuel Zelaya un golpe con participación militar, secuestro del mandatario llevado a la mayor base estratégica de Estados Unidos en ese territorio y luego al exterior. El parlamento y la justicia hicieron el resto; en 2010 golpe policial fracasado en Ecuador, resistido por el presidente Rafael Correa, con apoyo popular y de UNASUR; 2012 en Paraguay contra el presidente Fernando Lugo, con participación de fuerzaa especiales de Estados Unidos, con asesinatos de campesinos y policías que se concretó en 24 horas por el parlamento y la vieja justicia dictatorial; en ese mismo año otro intento también policial en Bolivia; 2016 escandaloso golpe parlamentario- mediático y con participación de un sector de la justicia en Brasil contra la presidenta Dilma Rousseff.
Esto sin descontar la desestabilización constante de los gobiernos populares y la situación de Colombia,, donde se alojan siete bases militares de Estados Unidos, que amenazan los acuerdos de paz logrados entre guerrillas históricas y el gobierno actual que se firmó en 2016 con la intermediación generosa de Cuba y otros países.
Desde 2012 y especialmente después de la muerte de Chávez en 2013, se apresuró la ofensiva imperial contra toda América Latina. El golpismo contra Venezuela fue permanente y violento y Washington probó una nueva versión; el ataque desestabilizador simultáneo en ese país, Argentina y Brasil. En segunda oleada Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador y cualquier lugar donde asome un desafío para Estados Unidos, en su período de expansión global.
Eliminar la oposición al imperio
Los nuevos planes contrainsurgentes no están destinados solamente a derrocar a los gobiernos no sumisos a Estados Unidos, sino a demoler todo lo que de ellos queda, eliminar la oposición política, con el mismo proceso de desestabilización golpista que usaron, incluso para forzar elecciones, vía el envío de millones de dólares para financiar, crear alianzas, corromper y desviar la voluntad popular en los comicios.
Una injerencia externa no produce elecciones democráticas, ni hackear cambiando los resultados de los comicios por voto electrónico que el poder tecnológico en manos de la potencia dominante manipula.
La guerra sicológica tiene como finalidad destruir la moral de los pueblos, que vuelven a convertirse en “enemigos internos” o sospechosos de serlo, como en tiempos de la “guerra fría” y es una metodología política que va contra la población civil. La desinformación y entretenimientos desculturizadores, han logrado paralizar a una buena parte de la población y de acuerdo a importantes analistas, la guerra tradicional en el futuro sería sustituida por la guerra psicológica pura, el fin no sería la destrucción física del adversario, sino la desintegración de la moral y la vida espiritual de una nación por la voluntad de otra. Habría que agregar que se trata de asegurar el dominio imperial, que es el objetivo de su plan de expansión global.
Es por esta razón que la reunión del Movimiento de Países No Alineados en Venezuela, en momentos en que la ofensiva imperial está en su dramático esplendor en Nuestra América, adquiere una gran relevancia. No sólo es importante para los escenarios que se plantean, cuando ante un capitalismo en decadencia y por eso mismo cada vez más brutal, se perfila un cambio con la aparición en escena de un freno al unilateralismo como son Rusia y China, marcando un antes y un después para todo el mundo.
Esta Cumbre se produce a sólo días de otro intento de golpe en Venezuela, el pasado 1 de septiembre, derrotado por la presencia multitudinaria de una manifestación que respaldó al presidente Nicolás Maduro y debilitó el efecto de la marcha opositora para “tomar Caracas” y por la detención de más de 90 paramilitares colombianos a quienes les fueron decomisadas armas de guerra, con lo cual pensaban sembrar terror y acusarlo al ejecutivo venezolano.
Se sabe que la oposición ha recibido órdenes de boicotear la Cumbre, como lo ha confirmado Henrique Capriles del Movimiento de Unidad Democrática (MUD) en diversos mensajes en los últimos días. Venezuela asumirá de manos de Irán la presidencia del Noal que mantiene sus objetivos iniciales entre otros : preservar o recuperar la independencia, la soberanía, el derecho de autodeterminación de los Pueblos, luchar contra el imperialismo en cualquiera de sus formas, preservar el futuro de los pueblos, contra la guerras y por recuperar dignidad y valores humanos, los derechos del hombre a nivel universal, manteniendo la paz, la cooperación internacional, en lo económico, social, político, cultural, la unidad como única posibilidad de vida.
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