En la Iniciación de un Caballero Templario y sobre su ritual, han sido muchas y muy absurdas las acusaciones lanzadas contra la Orden del Temple. Algunas de ellas resultarían hasta risibles si no hubieran desencadenado tantos sufrimientos.
Entre estas cabe mencionar la grotesca invención de que, en los Capítulos, a las doce de la noche en punto, aparecía un gato negro, el que era adorado por todos los Caballeros presentes. Por supuesto tales asertos no requieren siquiera ser desmentidos hoy, pero hubo otros cargos, más sutiles y ponzoñosos, que requieren una aclaración. Entre estos ninguno tan rodeado de confusión y misterio como el tema del Baphomet.
Según las confesiones obtenidas bajo tortura este era un siniestro ídolo de dos cabezas que era adorado por los Templarios. Han corrido ríos de tinta para aclarar este asunto, pero lamentablemente esos ríos solo arrastraban hipótesis fantasiosas cuando no ridículas, según las cuales, Baphomet era término corriente durante el Medioevo para designar ídolos de cualquier clase. No se aporta la menor prueba o ejemplo en apoyo de esta afirmación gratuita.
Varios autores han pretendido que el nombre del supuesto ídolo es una deformación de Mahomet y que los Templarios lo adoraban dado que se habían convertido secretamente al islam. Esto revela mucha ignorancia y/o mala fe por parte de los autores de tales teorías, pues los musulmanes jamás han adorado ídolos: el Corán lo prohíbe explícitamente.
Con mayor ingenio y lógica otros han supuesto sin pruebas que la palabra deriva del griego: Baphé métidos, o sea "Bautismo de Sabiduría". Por último, Eliphas Levi (seudónimo del Abate Constant) y Gregory Ottnovitch de Mehbes se han acercado un poco más a la verdad al afirmar que las sílabas de Baphomet leídas al revés constituyen las iniciales de "Templi ómnium hominum pacis abbas" o sea "el Padre del Templo de la paz para todos los hombres".
Aquí probablemente ha habido una información mayor respecto del Ritual de Iniciación de un Caballero Templario que enseguida comentaremos en detalle. Sin embargo, como veremos, tampoco esto corresponde exacta e íntegramente a la verdad.
Para personas fanáticas e ignorantes (como eran sin duda los acusadores de la Orden) un ritual Iniciático y las consabidas pruebas eran simplemente algo imposible de comprender. Si veían una cabeza doble a ser usada en las ceremonias su única opinión posible era que tal cabeza era un ídolo y que a ese ídolo se lo debía adorar en secreto.
De aquí a fabricar la calumnia conocida solo hay un paso breve y ese paso lo dieron sin vacilar pues ya habían dado otros mucho más malignos y absurdos. Pero hay algo más difícil de comprender por una persona común (o sea un profano que no ha recibido una auténtica Iniciación).
Profanos.-
Para una persona así, especialmente si ella tiene mentalidad religiosa, el concepto de sacralidad es algo completamente distinto del que tiene un Iniciado. La devoción le hace ver a ese profano religioso como objetos sagrados aquellos que tienen relación directa con su culto.
Para él lo numinoso se asocia con mayor fuerza a tales objetos que al resto del mundo material y de ahí que los considere, especialmente si estos objetos han recibido alguna consagración o bendición, como verdaderas hierofanías. Así es que se sitúa el homus religiosus, sin saberlo ni quererlo, a muy escasa distancia de la idolatría.
Iniciados.-
Para el Iniciado auténtico esto no tiene vigencia: para él la materia toda se sacraliza por la omnipresencia de la Divinidad. En el milagro de la Unidad, resultante de su estado de conciencia y donde ver es ser, no caben distingos ni preferencias. Es la vivencia del Todo en el Todo, donde la Teofanía es permanente y continua porque Dios está ahí.
Desde el punto de vista no puede haber ídolos ni objetos sagrados pues absolutamente todo se sacraliza en la Unitotalidad sin distingo alguno posible. Para dar un ejemplo, para un Iniciado un crucifijo o un ícono son simples trozos de madera pintados. No hay en ellos ya algo que los haga más o menos santos que el resto del Universo.
Por supuesto, esto es difícil y duro de aceptar para quién no haya tenido vivencias iniciáticas. Sin embargo, lo razonable será que no se lo niegue en base a una fe ciega, sino que se lo viva para sustituir la creencia por el saber. Quién sabe y conoce, ya no necesita creer. La creencia es el báculo de la ignorancia y ambas por siempre han sido, son y serán inseparables.
+++Nada para nosotros Señor, nada para nosotros, sino a Tu nombre sea dada la Gloria+++