Iniciándome en Juego de tronos

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Me consta que algunos de mis compañeros de blog escribirían una entrada mucho más documentada sobre el tema que hoy voy a tratar. La única ventaja que tengo sobre ellos, de hecho, es ser novata, lo que posiblemente me otorgue una visión menos elaborada y más virginal del asunto.

Estoy empezando el libro que constituye, de momento, el ecuador de Juego de tronos (aunque el auténtico nombre de la saga es Canción de hielo y fuego), es decir el primer tomo de Tormenta de espadas, que a su vez es el tercero de los seis existentes hasta ahora. Yo, una renegada de la ficción, máxime si se adereza con aventuras, estoy totalmente enganchada a la obra de George R. R. Martin, hasta el punto de entender que existan grupos en Facebook que recen para que no se muera antes de acabar el último libro.

R. R. Martin ha conseguido que, de nuevo, busque tiempo del que no dispongo para adelantar unas páginas de cada uno de los ladrillos que ha escrito. Ha conseguido que me interese por la evolución de las guerras, detalles de las batallas incluidos, que se desarrollan por los Siete Reinos o más allá del Muro. Ha conseguido que me cabree muchisísisisisimo cuando se carga sin piedad a personajes que eran claves en el libro (o eso pensaba yo). Ha conseguido que “se acerca el invierno” sea mucho más que una frase o que la respiración se me entrecorte con sus descarnadas descripciones sobre sexo o violencia. En definitiva el autor de Juego de Tronos ha conseguido que recupere esa olvidada sensación de desear, al mismo tiempo, que algo finalice pero que continúe para siempre.