Revista Conciertos
Inicio de gira de volador en la sala charada de madrid: optimismo onírico encapsulado en fuertes ritmos pop
Por Asilgab @asilgab
En el actual panorama de la música española hay una buena muestra de grupos que intentan jugar a los medios tiempos con sus canciones. El grupo maño Volador es uno de ellos. Lo hacen con descarados ritmos pop, a los que en directo liberan de la fina pátina que los recubre en el disco, para presentárnoslos de una forma más directa, y ese sin duda su primer gran acierto en este inicio de gira, donde el ímpetu de sus ganas por hacerse un hueco en el mundo de la música les lleva a atacar los temas con mucha energía (a veces nos recuerdan a Manolo Tena) lo que los convierte en más reales y también más cercanos, elevando la nota media del disco El Largo Viaje. Además, y por tratarse de un rara avis dentro de la puesta en escena de los grupos españoles, Volador acertó equipando al escenario con cuatro pequeñas pantallas de ordenador, donde una bellas imágenes adornaban su música, en un ejemplo que con poco se puede hacer mucho, pues hoy en día la música va muy unida a las imágenes, y en ese sentido, Volador sacan una buena nota.
El concierto comenzó con el tema El Día de la Suerte Mundial, una canción repleta de descarados ritmos pop, donde la similitud en la letra en ocasiones nos recordó a los santaderinos El Norte, que en los años noventa tuvieron su particular pelotazo con el tema Un Diamante es para Siempre, y en el que Antílope ya nos dio una buena muestra de su particular timbre de voz (muy alto durante toda la noche), al que adorna con unos movimientos de manos sobre el micrófono muy aflamencados, como la portada del disco. Ese en esa búsqueda del duende musical proyectado sobre unas letras más que interesantes es donde Volador gana enteros, pues el mayor pero que se le puede poner a su actuación de ayer, es una ejecución de los temas demasiado compacta, lo que iguala el resultado final de todas las canciones, sin apenas darse un respiro en esos medios tiempos para baladas o canciones que rompan el elevado tono con el que el grupo se presentó ayer en Madrid.
Princesa y Espina, Abre las Puertas y EL Largo Viaje, fueron una muestra de continuismo en el quehacer de Volador, donde Anazul ya nos dejó sobradas muestras de su buen hacer (grandes teclados durante toda la noche, sin duda la gran revelación del concierto), que nos llevaron hasta La Duda, donde el grupo juega descaradamente a llevarnos hacia territorios más cercanos al alma: "las ilusiones no se asutarán... no sé dónde ir... en la duda siempre estaré", y que sirvió de aperitivo para El Riesgo como muestra de un idealismo cercano al nihilismo, donde Antílope nos vuelve a hacer una portentosa demostración de su poderío vocal, que compartió en De Estrellas y Rosas con Clara Téllez (en lo que se convirtió en la sorpresa de la noche); una canción muy en la líinea musical del Amistades Peligrosas, donde Clara y Antílope hacían las veces de Cristina del Valle y Alberto Comesaña, arropados de nuevo por unos magníficos teclados, que sin apabullar rendían a gran altura.
Lejos de la Tristeza significó el regreso al ritmo pegadizo de Volador, donde el órgano Hammond de Anazul se convierte en el leitmotiv que nos acerca a ritmos más alegres y optimistas, salpicados de unas gotas de decepción muy en la línea de las composiciones del grupo zaragozano, a las que la prensa especializada ha dado en bautizar como de pop-rock onírico. Un viaje de sueños que con Una Maleta se convierte en un pulso más intenso, lo que los hace más auténticos a la hora de buscar su propio sonido. El Año del Dragón se inicia con la dedicatoria a Marisa Fatás y Pablo CAmuñas de Promociones Sin Fronteras, como signo de agradecimiento del grupo hacia aquellas personas que más los miman y apoyan en su viaje musical, que vuelve a llenar el escenario de un ritmo muy intenso: "aquellos años se nos van... y yo he dejado un hueco... para que entren de nuevo... a este cuerpo"; y que en El Último Dragón, se convierte en el mejor tema de la noche, pues en él, fluye la magia como en un gran abrazo cósmico, que junto a la melodía puramente pop, se funde en isntantes de fugaces encuentros y despedidas.
En el bis eligieron Vienen y Van y La Flor del Mal, dos temas a los que dotaron de una especial fuerza, cercana al rock, y en la que Draco nos recordó a Mano Lenta en su forma de tocar la guitarra. Vienen y Van acabó con un potente final instrumental, lo que fue una muestra de cómo se puede atacar un tema de una forma diferente para darle su propio protagonismo, que se volvió en arrolador en La Flor del Mal.
Crónica de Ángel Silvelo Gabriel
El concierto comenzó con el tema El Día de la Suerte Mundial, una canción repleta de descarados ritmos pop, donde la similitud en la letra en ocasiones nos recordó a los santaderinos El Norte, que en los años noventa tuvieron su particular pelotazo con el tema Un Diamante es para Siempre, y en el que Antílope ya nos dio una buena muestra de su particular timbre de voz (muy alto durante toda la noche), al que adorna con unos movimientos de manos sobre el micrófono muy aflamencados, como la portada del disco. Ese en esa búsqueda del duende musical proyectado sobre unas letras más que interesantes es donde Volador gana enteros, pues el mayor pero que se le puede poner a su actuación de ayer, es una ejecución de los temas demasiado compacta, lo que iguala el resultado final de todas las canciones, sin apenas darse un respiro en esos medios tiempos para baladas o canciones que rompan el elevado tono con el que el grupo se presentó ayer en Madrid.
Princesa y Espina, Abre las Puertas y EL Largo Viaje, fueron una muestra de continuismo en el quehacer de Volador, donde Anazul ya nos dejó sobradas muestras de su buen hacer (grandes teclados durante toda la noche, sin duda la gran revelación del concierto), que nos llevaron hasta La Duda, donde el grupo juega descaradamente a llevarnos hacia territorios más cercanos al alma: "las ilusiones no se asutarán... no sé dónde ir... en la duda siempre estaré", y que sirvió de aperitivo para El Riesgo como muestra de un idealismo cercano al nihilismo, donde Antílope nos vuelve a hacer una portentosa demostración de su poderío vocal, que compartió en De Estrellas y Rosas con Clara Téllez (en lo que se convirtió en la sorpresa de la noche); una canción muy en la líinea musical del Amistades Peligrosas, donde Clara y Antílope hacían las veces de Cristina del Valle y Alberto Comesaña, arropados de nuevo por unos magníficos teclados, que sin apabullar rendían a gran altura.
Lejos de la Tristeza significó el regreso al ritmo pegadizo de Volador, donde el órgano Hammond de Anazul se convierte en el leitmotiv que nos acerca a ritmos más alegres y optimistas, salpicados de unas gotas de decepción muy en la línea de las composiciones del grupo zaragozano, a las que la prensa especializada ha dado en bautizar como de pop-rock onírico. Un viaje de sueños que con Una Maleta se convierte en un pulso más intenso, lo que los hace más auténticos a la hora de buscar su propio sonido. El Año del Dragón se inicia con la dedicatoria a Marisa Fatás y Pablo CAmuñas de Promociones Sin Fronteras, como signo de agradecimiento del grupo hacia aquellas personas que más los miman y apoyan en su viaje musical, que vuelve a llenar el escenario de un ritmo muy intenso: "aquellos años se nos van... y yo he dejado un hueco... para que entren de nuevo... a este cuerpo"; y que en El Último Dragón, se convierte en el mejor tema de la noche, pues en él, fluye la magia como en un gran abrazo cósmico, que junto a la melodía puramente pop, se funde en isntantes de fugaces encuentros y despedidas.
En el bis eligieron Vienen y Van y La Flor del Mal, dos temas a los que dotaron de una especial fuerza, cercana al rock, y en la que Draco nos recordó a Mano Lenta en su forma de tocar la guitarra. Vienen y Van acabó con un potente final instrumental, lo que fue una muestra de cómo se puede atacar un tema de una forma diferente para darle su propio protagonismo, que se volvió en arrolador en La Flor del Mal.
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