Fue precioso el reencuentro con él el domingo, bueno el sábado por la madrugada. Había sido muy difícil estar las últimas semanas separada de él y fue toda una sorpresa que entrase por la puerta porque me había dicho por WhatsApp que tardaría más porque a esas horas los metros pasaban con menos frecuencia. Me había mentido para darme una sorpresa y en cuanto entró me besó mucho y nos abrazamos y me dijo que olía a felicidad, yo y toda su habitación. A mí normalmente no me gusta su habitación pero aquel día, cuando llegué y me tumbé en su cama, sentí su olor, y aquello fue lo más parecido que tuve en mucho tiempo a estar con él. Me sentía como en casa, cerca de él.
Nuestras sonrisas eran tan amplias y sinceras… Nos mirábamos como si nos acabáramos de descubrir, con unos ojos nuevos. Y me encantó esa sensación. Él se tumbó junto a mí y nos besamos con más pasión e hicimos el amor y lo necesitaba, necesitaba sentirle así, desnudo, tan pegado a mí, como si fuéramos uno, necesitaba ver su cara de deseo y también su cara de placer y la que hace al correrse, porque nos corrimos a la vez, muy rápido los dos. Lo hicimos como 9 veces esa noche y lo habría hecho mil veces más con él. Todo con él. Nunca había querido a nadie de esta manera. Estuvimos hablando mucho también y acariciándonos y yo le había comprado un menú del Burger King porque sabía que llegaría con hambre y me encantó verle comer con esa felicidad en la cama, los dos desnudos. Y me repitió mil veces que le encantaba verme con esa sonrisa tan grande y tan real, tan bonita. Fue lo mejor del mundo, incluso mejor que el reencuentro en el aeropuerto cuando él vino de Inglaterra. Fue incluso mejor porque esta vez teníamos algo más fuerte, un vínculo muy estrecho, una relación muy bonita y duradera.
Apollonia Saintclair
El domingo dormimos hasta muy tarde y nos hicimos unos espaguetis como solemos hacer nosotros cuando no tenemos de casi nada. Él puso a lavar su ropa sucia e hizo alguna tarea, pero nos pasamos casi todo el día encerrados en su habitación, haciendo el amor. Por la tarde, fuimos a comprar comida para los bocatas del día siguiente y fue muy relajante pasear con el aire fresco. Él compró los condones y la comida y yo le invité a un helado de caramelo que se nos antojó a los dos. Los helados eran un poco empalagosos, no nos convencieron, pero me encantó estar allí sentada en el banco del parque de enfrente de la Sagrada Familia, abrazados y mirando a todo el mundo y riéndonos de ellos.
Luego cocinamos juntos y me medio enfadé porque a él se le quemó la pastilla de caldo, sí, en serio, algo imposible de quemar. Hicimos arroz con pollo pero a mi manera para que todo tuviese más sabor porque no había cebolla, así que pusimos en la misma cazuela todos los ingredientes (patata y zanahoria incluidos) con agua, lo dejamos a fuego lento y nos fuimos a duchar juntos, y me volvió a arropar con la toalla cuando salimos de la ducha porque sabe que me encanta, que me hace sentir como una niña que está en buenas manos, que está protegida.
Y subimos a la terraza con la cena y estaba muy buena, la verdad, el arroz un poco pasado pero con mucho sabor, y él se lo comió con tantas ganas y se le veía tan agradecido… Super bien, es nuestra esa terraza, estuvimos contemplando el cielo anaranjado de las nubes, no había mucha oscuridad, nunca la hay en Barcelona, pero hay cierta belleza en ese cielo también. Estuvimos abrazados y recordando cosas de hacía tiempo, entonces nos pusimos a leer la conversación que yo siempre tendré guardada de hace tiempo, desde el principio, desde que nos conocimos, y nos reímos mucho, nos gustó recordar nuestros inicios y cómo empezó todo. Fue muy bonito, le quiero, la verdad. Demasiado.
Cuando bajamos íbamos a dormir, pero follamos.