Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era el siglo de la locura, era el siglo de la razón, era la edad de la fe, era la edad de la incredulidad, era la época de la luz, era la época de las tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo, no teníamos nada, íbamos directos al Cielo, íbamos de cabeza al Infierno: era, en una palabra, un siglo tan diferente del nuestro que, en opinión de autoridades muy respetables, solo se puede hablar de él en superlativo, tanto para bien como para mal.
Historia de dos ciudades, Charles Dickens
Revista Cultura y Ocio
Hacía bastante tiempo que tenía ganas de hacer una entrada especial con los mejores inicios de novela que me he encontrado a lo largo de mi vida lectora. Pero he decidido que mejor será ir enseñándolos individualmente para que así capten mejor vuestra atención y, quién sabe, igual les deis una oportunidad. En esta primera ocasión os traigo un libro que leí hace relativamente poco y que me gustó mucho. Pero que, como me pasa en contadas ocasiones, me fascinó mucho más después de cerrarlo, dejar reposar la historia en mi mente y ver en conjunto la magnitud de la obra. Sin más os dejo las primeras lineas para que podáis opinar por vosotros mismos. Tengo que decir que a mí se me pone la piel de gallina cada vez que las releo.