Lo he pensado infinidad de veces. Y lo he expresado en voz alta, incluso, unas cuantas menos. Que no hay que exagerar. Que llegar al equilibrio no implica pasarse de frenada. Que sufrir ahora los que por siglos hemos hecho sufrir no es el camino. Que el objetivo es lograr estar tranquilos, todas y todos. Que nada se va a arreglar si recibimos odio los que hemos descargado odio durante tanto tiempo. Que hay motivos, hay rencores, y es humano, pero que no serviría de nada.
Y mira, qué quieres que te diga. Que no dejo de sorprenderme a mí mismo cuando trato de entender la estupidez. La del hombre en general y la mía en particular. No aprendo. Siempre silencio mis miedos a base de gritar esperanzas. Utopías asentadas en nada más que mis ganas de no pasarlo mal yo.
Necesitamos, necesito, pasar miedo. Que la mierda que llevamos volcando sobre las mujeres desde que el tiempo es tiempo se nos venga encima y la traguemos hasta la arcada. Claro que necesitamos que el miedo cambie de bando y nos caguemos fuerte. Es preciso que los buenos, y los que sin serlo no dejamos de intentarlo, suframos injusticias y nos cabreemos y lloremos y not all men y qué más le dará al mundo tu vida si el hombre es malo por naturaleza. Necesitamos que nos joda en lo más profundo de nuestro ser y nos desespere.
Porque me da la impresión de que si no es así, esto no va a cambiar en la puta vida.