Revista Política

Iñigo Errejón

Publicado el 27 noviembre 2014 por Alejandropumarino

Iñigo Errejón

El Sr. Errejón me parece poseedor de un cerebro brillante, y lo considero, en numerosos aspectos, una de las almas ideológicas y de organización en el nuevo partido político; sin embargo y pese a criticar a lo que dieron en denominar “casta”, su comportamiento no difiere sustancialmente de otros conspicuos ciudadanos que soportan la pesada carga de responsabilidades públicas. D. Iñigo percibía mil ochocientos euros brutos por un trabajo de investigación universitario que ocupaba su horario laboral de ocho a dieciséis horas, y alq ue dedicaba, según sus propias palabras, “algo de tiempo que le quedaba libre”. Eso no parece estar demasiado bien, y el joven politólogo se apresuró a comunicar su intención de devolver el dinero cobrado, a fin de mantener inmaculada su imagen de limpieza frente a la corrupción generalizada que reina en otras formaciones políticas. No cuela. Su mentor universitario es otro destacado miembro de Podemos y no queda bonito repartirse las subvenciones destinadas a investigación entre compañeros de partido, para después incumplir el pacto que las mismas exigen. No habiendo alcanzado aún cuota alguna de poder, tenemos al Sr. Iglesias al frente de una productora de televisión de la que comentamos en este mismo espacio el otro día, y al Sr. Errejón percibiendo de forma un tanto irregular, un sueldo por un trabajo que no parece estar llevando a cabo con arreglo a las estipulaciones pactadas; así las cosas, no parecen los nuevos líderes tan diferentes de la “casta” a la que critican y de la que afirman diferenciarse sustancialmente. Las listas que presentó D. Pablo, eran cerradas, como las del resto de partidos; el Sr. Echenique desapareció de la circulación, en fin, que si a todo ello unimos el significativo giro hacia la moderación de su discurso político, no estamos ante un partido sustancialmente diferente del resto, con la única diferencia de que aún no han tenido ocasión de gobernar. Tengo el convencimiento de que lo harán, y de que una vez adquiridos los compromisos institucionales, no serán sustancialmente diferentes de lo conocido hasta ahora, salvo en los nombres; no se producirá un cambio en la forma de gobierno, sino en las personas que lo gestionan, y eso será todo.


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