“Rectificar es de sabios, pero hacerlo a diario es de necios”, ha dicho recientemente D. Felipe González en referencia al Presidente ZP. Y ciertamente es de tontos y necios rodearse de incultos, de zafios traumatizados y carentes de luces en las tareas de dirección o de gobierno. Alguien dijo que es de inteligentes llamar para las tareas directivas a los más preparados y conocedores.
Se ha publicado que el tertuliano de una cadena de televisión, Eduardo García, al abordar la decisión socialista de imponer en Cataluña y en Andalucía una asignatura obligatoria sobre sexo oral y de zoofilia, calificó indignado de “guarra” entre otras varias lindezas, a la señora que ha propuesto tal dislate, todos, nosotros también hubiéramos mostrado tanta o más indignación y repulsa que este señor. Posteriormente, ha pedido perdón con toda sinceridad por su exceso verbal, pero mantiene firme su opinión contra la inicua asignatura, porque es indecente poner a los niños y profesores en el límite de la pornografía y la pederastia por los contenidos groseros e innecesarios, por sus consejos específicos y la forma tan explícita de explicar lo que debe quedar en el silencio para el descubrimiento liberal del adulto, cuando lo busque y lo desee.
Esta señora, de clara tendencia política, consejera en el tripartito catalán, -a quién y qué clase de consejos da- obediente a la consigna de la izquierda socialista y radical de destruir todo vestigio cristiano, los valores tradicionales y todas nuestras sanas costumbres, se ha gastado el dinero público en esta parida docente, para aleccionar a los niños en eso que ellos creen vital; la enseñanza del sexo pertenece al ámbito familiar y personal, se aprende poco a poco por el descubrimiento de bellas sensaciones y sentimientos juveniles que llenan de gozo. Con esta intromisión educativa, la Generalidad, la Junta de Andalucía y la de Extremadura, además de derrochar el dinero del erario público, conculcan los derechos de los padres a la educación de sus hijos y es pues algo denunciable; por otra parte, al ser impuesta como asignatura obligatoria, el socialismo zapateril se desliza sigilosamente en la concepción dictatorial del marxismo de que quien educa es el Papá Estado. Con estas obligatoriedades, con sus imposiciones partidarias y con sus prohibiciones adyacentes muestran su vocación al ordeno y mando y a la esclava sumisión.
No necesita España este tipo de redentores que vejan y embadurnan la enseñanza; por fuerza, se proponen rodear esta sociedad tranquila y asentada en su viejo cristianismo, hacia su obsesivo laicismo, relativismo y hedonismo, convertido en su limitada y miope religión.
C. Mudarra