Tienen razón quienes afirman, como acaba de hacer Barack Obama, que España es un país fascinante por la calidad y calidez de sus habitantes y por su cultura, juicios que corroboran turistas, escritores, artistas y sociólogos, el último de ellos el eminente investigador cubano-estadounidense Alejandro Portes.
Acaba de celebrarse en Madrid el XII Congreso Español de Sociología en el que estuvo como invitado especial este catedrático en Princeton y Miami y autor de los estudios más importantes realizados en EE.UU. sobre migraciones.
A sus veinte grandes trabajos se añade el que presentó a los sociólogos españoles, “La inmigración y sus secuelas: Estudiando la Segunda Generación en España”, resumen de su libro “The Spanish Legacies”, escrito con Rosa Aparicio Gómez y William Haller (University of California Press, 2016).
El carácter, la forma de ser y de vida de los españoles ha logrado algo admirable en este planeta: ocho de cada diez hijos de los inmigrantes se sienten españoles.
Resalta además que en una década España pasó de casi no tener inmigrantes a que ahora sean el 12,5 por ciento de la población: 4,45 millones añadidos a los 41,99 millones de nativos.
En cualquier país del mundo con inmigrantes recientes, el índice de los que se sienten discriminados es muy superior al cinco por ciento que dicen haberlo sido en España, quizás dominicanos, que se integran peor que decenas de nacionalidades con idioma no español.
El investigador señaló algo que debería congraciar entre ellos a los españoles, siempre despectivos consigo mismos: “Forman ustedes un país que es modelo de integración para el mundo”.
Juicio que no ha tenido prácticamente eco en los medios informativos, centrados en lo malo e incapaces de equilibrar con datos positivos, también importantes, la situación humana y moral del país.
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