39 inmigrantes del CIE de Aluche han pasado la noche en el tejado manifestándose y pidiendo libertad. Y horas antes, el ministro del Interior, Fernández Díaz, era reprobado por el Congreso por la “operación Cataluña”.
Inmigrantes que se encuentran encerrados en lugares que hacen parecer paraísos a las otras cárceles. Los CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) son las únicas cárceles donde se encierran a personas que no han cometido delito, por el mero hecho de estar indocumentados, por haber llegado huyendo de la miseria y la guerra y entrar en un país sin tener autorización.
Los CIE son cárceles que funcionan peor que las otras cárceles. Lugares que no cuentan con un reglamento, a pesar de haberlo requerido al gobierno en múltiples ocasiones. No disponen de zonas recreativas y no cuentan con ningún régimen de visitas, donde se come mal, donde hay gran cantidad de denuncias de abusos y torturas y donde existe una atención médica deficiente, por parte de empresas privadas. Y todo ello para saber que en un plazo de tiempo corto los reclusos inmigrantes van a ser devueltos a otro país (no siempre el suyo).
Los CIES dependen del Ministerio del Interior, cuyo titular, el meapilas Jorge Fernández Díaz, opusdeista de honor, está orgulloso de su funcionamiento, a pesar de reconocer que no tienen ningún reglamento y que las cámaras instaladas dentro dejan muchas esquinas oscuras que no graban posibles actos delictivos. Actos que por otra parte, han sido denunciados por la ONU hace tres años, sin que se haya corregido nada.
Este ministro capaz de condecorar a vírgenes, de aparcar con ayuda de su ángel de la guarda: Marcelo, de hacer leyes, como la mordaza, que pueden convertir simples manifestaciones pacíficas en actos ilegales, que coloca cuchillas en las vallas fronterizas y practica las devoluciones en caliente; mientras que recibe a amiguetes como Rato, presunto delincuente, de forma inusual en su despacho, o persigue a sus adversarios políticos utilizando a su policía –esta ha sido la causa de que le reprobaran ayer--, es un defensor a ultranza de los CIE, es un hombre de comunión diaria, de procesión constante y de incienso, al que le importan un comino los derechos humanos, y más si se trata de personas que huyen de sus países donde los sátrapas, las bombas y el hambre les empujan a escapar de su propia vida, a abandonar lo suyo y a los suyos.
A Fernández Díaz le da igual. Le da igual porque es un chupacirios inhumano, capaz de mantener una hipocresía por la que todos los días llega limpio de pecados a su despacho. Arrepentido y con el derecho de volver a empezar, para después volverse a arrepentir. Cree que su dios le defiende y le permite actuar a su manera. Su dios y unos millones de votantes que cuentan con la ceguera suficiente para mirar a otro lado, mientras este personaje no hace sino cometer tropelías y abusar del poder para conculcar derechos humanos y democráticos fundamentales.
Salud y República