Revista Opinión

Inmortalidad

Publicado el 14 julio 2012 por Miguelmerino

La inmortalidad. Nada asusta más a los sepultureros. 

Valeriu Butulescu

Lo sé, lo sé. Es difícil de creer, pero te aseguro que estuve allí. Es más, cuando el Cirineo se agachó para ayudarle a levantarse y luego cargó con su cruz, lo cierto es que se me adelantó por unos segundos, pues yo también hice el gesto de ir a ayudarle, pero ya estaba allí Simón. Y la verdad, lo dejé. Él era más fuerte que yo y podía ayudar mucho mejor. Por cierto, circula una leyenda que dice que a quien ahorcaron en realidad fue al cirineo. No es cierta. Te puedo asegurar que fue a Jesús a quien crucificaron. Luego, lo de que resucitó al tercer día y esas cosas que se cuentan, si he de ser sincero, no lo vi. Me vinieron con el cuento y, sí, vi el sepulcro abierto, pero a mí no se me apareció. Claro que, tampoco se puede decir que fuéramos amigos. En realidad, ni siquiera me conocía.

Lo de las cuevas de Altamira no te lo voy a contar. Dejaré que sigan inventando teorías sobre las pinturas. No, no las pinté yo, pero te aseguro que conocí muy bien a quien lo hizo. Anda que no me rio nada con las cosas que se dicen sobre esas pinturas. ¡Si yo hablara! Pero no, ya he dicho que no voy a decir nada.

¿Atila dices? No, te equivocas. Atila era una nenaza. Quien era un cabronazo de tomo y lomo era su hermano Bleda. Ese sí que se comía a los niños crudos. Te voy a contar algo que nadie sabe. Fue Bleda quien mató a Atila y tomó su nombre porque sabía que con el nombre de Bleda poco temor iba a infundir a sus enemigos. Atila suena mucho más amedrentador que Bleda. Yo era un simple soldado huno, pero estaba al servicio de Bleda, por eso lo sé.

Merlín sí que fue un prodigio. Era druida, poeta, cruel, bondadoso, asceta y pantagruélico, todo en uno. Hay quien ha llegado a creer que fueron varios personajes, pero te aseguro que fue uno sólo, pero con una capacidad increíble. Es cierto que su madre fue una monja, pero su padre aunque era un auténtico demonio, no era el demonio. Él heredó la crueldad y capacidad creativa de su padre y la bondad y capacidad adivinatoria de su madre. Estuve a su servicio unos cuantos meses nada más y poco más puedo contarte de primera mano y para especular, ya tienes todos los libros de la saga artúrica.

El Lazarillo entró al servicio del ciego porque yo salí huyendo. Menudo hideputa era el ciego. Cuando he leído la historia del pobre Lázaro me he alegrado sobremanera de haber podido huir de sus garras. Me alegro que terminara descalabrado contra aquel pilar. Lo cierto que a mí me fue algo mejor. Entré al cuidado de una dama, por llamarla de alguna manera, a la que hacía servicios de alcahuetería que me pagaba con buen yantar y un poco de folgar. Así fue recubriendo con algo de encarnadura mi osamenta y aprendí algún que otro truco amatorio que aun me sirve, aunque cada vez tengo menos ocasiones de practicarlos.

El dos de mayo sí que se lio parda. ¿Cómo que de qué año? El de 1808 ignorante. Eso sí que era indignación y no lo del 15M. La cosa se fue calentando y le dimos a los franchutes fuerte, flojo y regular. Claro que luego tomaron cumplida venganza. Total, para defender una monarquía infame. Yo estuve en el Parque de Artillería y allí corrió la sangre como si del Tajo se tratara. Fue una escabechina. Todavía no sé como conseguí salir vivo de allí y librarme además de los fusilamientos del día siguiente. Me acuerdo de un chaval, Gabrielillo creo que se llamaba, también las pasó canutas al igual que yo. No sé lo que sería de él después.

¿Qué dices? ¿Inmortal yo? ¡Quia!

La verdad es que por culpa de unos malditos análisis, el médico me ha quitado la buena comida, la bebida, el tabaco y me ha limitado las coyundas. Así que te puedes imaginar lo larga que se me está haciendo esta puñetera vida.


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